La soledad se ha convertido en uno de los principales males de nuestro tiempo. Por paradójico que parezca, cada vez son más las personas que aseguran sentirse solas y experimentan un sentimiento de vacío y abandono de forma habitual. Incluso estando conectadas de forma permanente a las redes sociales, ese sumidero de likes y de felicidad impostada que domina nuestras vidas.
Lo cierto es que la soledad, lejos de ser un simple problema de infelicidad, es desde hace algún tiempo un verdadero problema de salud pública que incide en la mortalidad la población. Las cifras que se manejan en algunos países de nuestro entorno son realmente alarmantes. En Reino Unido, según un informe encargado por la Comisión Jo Cox sobre la Soledad, más de nueve millones de personas (el 13,7% de su población) se sienten solas. Además, según este trabajo, en junio de 2016, alrededor de 200.000 personas confesaban no haber hablado con nadie desde hacía más de un año.
Para tratar de frenar este problema y siguiendo las recomendaciones de la diputada laborista Jo Cox, asesinada a tiros en 2016 por un simpatizante neonazi, la primera ministra británica, Theresa May, ha creado una especie de Ministerio de la Soledad, en el que una nueva secretaria de Estado, Tracey Crouch, tratará de hacer frente a la que algunos expertos no dudan en catalogar como "la epidemia de la sociedad modernas".
Un mal que también golpea a nuestro país
En España, la situación es similar a la que se da en Reino Unido. Así lo advirtió en 2015 un informe realizado por un equipo de investigadores del Centro de Análisis Sociológicos, Económicos y Políticos. Según datos de La soledad en España, uno de cada 10 españoles admite sentirse solo "con mucha frecuencia". Es decir, 4,6 millones de personas en nuestro país (el 8% de la población) se sienten solas habitualmente. Pero la cosa no queda aquí. Según este informe elaborado por los sociólogos Juan Díez y María Morenos, un 50% de la población admite haber tenido que lidiar con el sentimiento de soledad en el último año (según la fecha del trabajo, en 2014).
Antonio Miguel Fernández es presidente de la fundación Amics de la Gent Major, una organización que lucha en Valencia contra la soledad y la marginación que sufren cada día cientos de personas mayores en esta ciudad. En los últimos años, tal y como reconoce Fernández, la situación se ha recrudecido. "Nuestra plataforma arrancó en el año 2010 acompañando a unas 50 personas. Ocho años después, somos casi 500 voluntarios atendiendo a 479 personas que padecen soledad", explica desde el otro lado del teléfono.
Según el padrón municipal, en Valencia hay unas 42.000 personas mayores de 65 años que viven solas. De éstas, alrededor de 13.000 padecen problemas de soledad. "Por lo general, lo que uno se encuentra cuando acude a los hogares de estas personas es muchísima tristeza, abandono y un gran deterioro físico", cuenta Fernández. Aunque el perfil mayoritario de los atendidos son "mujeres octogenarias con problemas de locomoción, enfermedades mentales o enfermedades cardiovasculares", estos voluntarios atienden cada vez a más a personas con una edad más joven. "Nos estamos encontrando cada vez más con personas de 65 años que se sienten solas y que necesitan cuidados afectivos. Esto es algo que antes no ocurría tan a menudo", reconoce.
Un espaldarazo a años de estudios
Con la creación de la secretaría de Estado para la soledad en Reino Unido, el gobierno británico reconoce años de investigaciones científicas que han demostrado que la soledad perjudica seriamente la salud. El último gran trabajo que daba la voz de alarma fue publicado en 2015 por investigadores de la Universidad de Brigham Young de Utah (Estados Unidos). El estudio, que analizó más de 218 trabajos diferentes, afirmaba que el aislamiento social -que no es un problema exclusivo de las personas mayores- mata a más personas en el mundo que la obesidad. Ahí es nada.
Este trabajo no ha sido, ni muchísimo menos, el único que ha alertado de este mal invisible. El año pasado, un estudio dirigido por investigadores de la Universidad de York (Reino Unido) alertaba de que el aislamiento social incrementa hasta en un 30% el riesgo de padecer cardiopatías isquémicas o ictus. "Combatir la soledad y el aislamiento social puede tener un papel muy importante en la prevención de dos de las principales causas de mortalidad de los países ricos", señalaban los autores en el trabajo.
Pero los problemas derivados de la soledad no quedan aquí. Según un ensayo publicado por la prestigiosa revista The Lancet, las personas que se sienten solas tienen una mayor tendencia a acudir al médico y, de esta forma, sobrecargar el sistema sanitario.
Ante este panorama cabe preguntarse si los Gobiernos de países como el nuestro deberían afrontar la soledad como un problema social de salud pública, tal y como ha hecho el Reino Unido. Para Antonio Cano, catedrático de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid la respuesta está clara: "El Estado tiene competencias sobre la sanidad a nivel público. Por lo tanto, si hemos detectado que uno de los factores más nocivos para la salud es la soledad, parece lógico que se impulsen políticas para tratar de combatirla, de la misma forma que se hacen campañas contra el tabaco".
Cano asegura que Reino Unido nos lleva "años de ventaja" en temas relacionados con la salud mental. De ahí que hayan decidido afrontar el problema de esta forma. "Han visto que resulta muy rentable 'entrenar' a la población en temas relacionados con las emociones, intentar cambiar sus conductas y su estilo de vida de tal forma que puedan evitarse posibles enfermedades en el futuro", explica el también presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS).
La depresión es una de las principales enfermedades provocadas por la soledad. Este trastorno mental que, según la OMS, afecta a más de 300 millones de personas en todo el mundo supone una enorme carga para las economías occidentales. Sin ir más lejos, en nuestro país ya es la primera causa de discapacidad laboral. Así, no es de extrañar que los expertos reclamen a los Gobiernos acciones directas. "Está claro que tenemos un problema y que algo hay que hacer para intentar plantar cara a este problema, de tal forma que consigamos vernos más, apoyarnos más y, en definitiva, nos queramos más. No basta con recetar un fármaco para que la gente se sienta menos sola", finaliza Cano.