La mayoría de las veces que una persona cambia su alimentación -bien para adelgazar o por cualquier otro fin- ha de esperar a saber si esta modificación ha hecho efecto. Les ocurre a las personas a las que les descubren intolerancias alimentarias y a las que deben aumentar por prescripción médica su ingesta en fibra u otros componentes.
Pero este escenario puede cambiar gracias a una píldora electrónica equipada con sensores que ha hecho su debut en el organismo humano, en concreto en el de seis voluntarios participantes en un estudio publicado en la última edición de Nature Electronics.
Aunque no se trata de la primera píldora electrónica -recientemente se aprobó en EEUU el primer medicamento con sensores de este tipo-, hasta ahora se asociaban a fármacos. No es el caso de esta nueva pastilla desarrollada por ingenieros de la RMIT University de Australia, cuya principal misión es detectar las diferencias en los gases de los intestinos.
En concreto, el dispositivo detecta el oxígeno, el hidrógeno y el dióxido de carbono y lo hace a través de sensores semiconductores y conductividad térmica. En esta ocasión, la tecnología se aplicó para ver los niveles de ingesta de fibra, pero las posibilidades son casi infinitas.
La píldora puede distinguir los cambios en la dieta de una persona y potencialmente podrían ayudar a entender los efectos de un determinado patrón de alimentación, de los suplementos alimenticios y, en definitiva, ayudar a desarrollar dietas individualizadas, lo que los especialistas creen que es el futuro en el tratamiento de la obesidad.
Así, si se confirma la utilidad del nuevo instrumento, podría llegar un día en que una persona supiera si el régimen que está siguiendo le está ayudando o no a conseguir sus objetivos y si es el más adecuado para ella.
Por ejemplo, una de las posibles utilidades que citan los autores es la de definir la absorción de los carbohidratos y evaluar el efecto de añadir fibra a los mismos para ralentizar dicha absorción.
Pero también podrían servir para sustituir a engorrosos métodos diagnósticos como la colonoscopia o la gastroscopia, o para mejorar el efecto de ciertos medicamentos que, de alguna forma, se pierden en el estómago. "Espero que estos sensores comestibles estén disponibles para todo el mundo en 2024", declaraba en una entrevista a su universidad Kourosh Kalantar-Zadeh, el inventor principal del dispositivo.
Los datos que la píldora -que es transparente y que por ello generó alguna incomodidad en los voluntarios a la hora de tragarla- detecta pasan a un receptor externo que los voluntarios llevan encima y que, a su vez, usa la tecnología Bluetooth para llevarlos a una aplicación desarrollada para teléfonos móviles.