"Hace 300 años hubo una guerra en Barcelona y no ganaron los catalanes, que querían libertad, sino los otros" - pronunció Núria de Gispert, presidenta del Parlament, ante una visita escolar en 2015. "Hay muchas similitudes entre Artur Mas y Gandhi", glosaba Sor Lucía Caram, ese mismo año, anticipando las pancartas que comparan ahora a los líderes de la ANC y Ómnium en prisión preventiva, Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, no solo con el histórico líder indio sino con figuras como Nelson Mandela e incluso Jesucristo.
Estos eslóganes simplistas a la par que superlativos tienen algo en común, la proclamación de una identidad nacional superior pero reprimida. De forma similar escuchábamos a Antoni Comín prefigurar la República Catalana como la "Dinamarca del sur" en 2016. "Cataluña es la última colonia", proclamaba la CUP entonces; "Cervantes escribió el Quijote en catalán pero le obligaron a traducirlo" - llegaba a declarar un cargo de la formación. "Ser catalán en España es como ser gay en Marruecos" - afirmaba finalmente la periodista Empar Moliner.
Estos ingredientes retóricos e ideológicos no son ni mucho menos un hecho diferencial del nacionalismo catalán, sino los síntomas de lo que un trabajo conjunto entre psicólogos y politólogos de las Universidades de Kent (Reino Unido), Maryland (EEUU) y Varsovia han diagnosticado como 'narcisismo colectivo'. Publicado en Social Psychological and Personality Science, el trabajo cruzado de los expertos ha descrito este fenómeno en el marco de tres triunfos del nacionalismo populista: el brexit, la victoria de Donald Trump y el auge del partido xenófobo Ley y Justicia.
Este último estudio se realizó en 2014, para analizar las claves del empuje de la formación encabezada por el ex primer ministro Jarosław Kaczyński después de que fracasase en las elecciones de 2010 en su intento de tomar el relevo de su hermano gemelo Lech, fallecido en accidente aéreo. Los investigadores examinaron la correlación entre el 'narcisismo colectivo' e 'identificación nacional', y determinaron que era el primer factor el que estaba revitalizando al partido.
El eslógan del eurófobo Kaczyński era "Polonia primero", algo que inevitablemente recuerda al América first de Donald Trump. El estudio sobre la inesperada victoria electoral del heterodoxo y polémico candidato republicano reveló que había explotado el rencor del electorado americano hacia los presuntos privilegios de los que estarían disfrutando los inmigrantes en su detrimento, lo que incitó su narcisismo colectivo.
Finalmente, en el caso del brexit se pudo observar cómo los partidos eurófobos como el UKIP amplificados por los medios y las organizaciones nacionalistas explotaron las acusaciones de menosprecio y abuso por parte de Europa contra el Reino Unido a largo plazo, lo que contribuyó a que numerosos ciudadanos se dejasen seducir por la postura populista a la hora de votar.
Mantras sencillos como el Espanya ens roba, por lo tanto, tienen la virtud de cristalizar un discurso de perjuicio relativo que es recogido y aprovechado por líderes populistas que refuerzan una perspectiva nacional "defensiva y destructiva", explica una de las coautoras del estudio, Aleksandra Cichocka de la Kent School of Psichology. "La creencia narcisista en la grandeza del grupo propio compensa los complejos de inferioridad frente a los demás" - ilustra, "y es especialmente efectiva cuando se sostiene a largo plazo en el tiempo".