El mundo está lleno de corazones rotos. Al menos, en el sentido metafórico de la expresión. Seres que experimentan un intensísimo dolor emocional después de una ruptura amorosa, de una traición inesperada, de un rechazo, o de la muerte de un ser querido. Sin embargo, este fenómeno no se da exclusivamente en las relaciones humanas. La pérdida de un animal también puede provocar que se nos rompa el corazón, y no sólo metafóricamente hablando.
El síndrome del corazón roto o miocardiopatía de takotsubo es una patología en la que se produce un debilitamiento temporal del miocardio -el tejido muscular del corazón encargado de bombear la sangre-, que puede desencadenarse por un importante nivel de estrés emocional como es el fallecimiento de un ser querido. La revista The New England Journal of Medicine acaba de publicar el estudio de caso de una mujer de 61 años a la que se le rompió el corazón tras el fallecimiento de su perro.
Tal y como explica la revista especializada, la mujer fue llevada a urgencias después de sentir un profundo dolor en el pecho y le subiese la tensión de forma súbita. En un principio, el equipo médico que la atendió pensaba que podía estar sufriendo un infarto de miocardio. Sin embargo, una coronariografía mostró que sus arterias coronarias se encontraban en perfecto estado.
Así, los médicos decidieron realizarle otra prueba diagnóstica y la sometieron a un ecocardiograma. Gracias al análisis por ultrasonidos del corazón encontraron que lo que realmente estaba padeciendo la mujer no era otra cosa que una miocardiopatía de takotsubo o síndrome del corazón roto. 'Tako tsubo' significa "trampa de pulpo" en japonés. Esta cardiopatía fue bautizada de esta forma porque el ventrículo izquierdo cambia de forma y el corazón adopta la forma de una especie de vasija con un cuello angosto.
Tal y como señalan los médicos del Texas Medical Center que atendieron a la paciente, el síndrome del corazón roto ocurre generalmente "en mujeres posmenopáusicas y puede estar precedido por un evento estresante o emocional". En este caso, la mujer relató distintos episodios previos de tensiones: su hijo había sido sometido a una operación de espalda, su yerno había perdido el trabajo... Sin embargo, lo que de verdad la llevó al límite fue la repentina muerte del Yorkshire que la había acompañado desde hace años.
Para tratar la dolencia, los médicos del hospital de Texas que la atendieron le administraron unos inhibidores enzimáticos para ayudar a relajar los vasos sanguíneos y unos betabloqueantes para conseguir aliviar el estrés emocional al que se encontraba sometida. Tal y como explican los facultativos en el estudio de caso, un año después había conseguido recuperarse por completo del problema.
Aunque no es la primera vez que se relaciona el síndrome del corazón roto con el estrés emocional sufrido por la muerte de una mascota, este caso evidencia lo que muchos dueños de animales señalan como un hecho: el duelo por la pérdida de un animal de compañía puede ser tan grave como el que ocurre entre los humanos.