Tener imágenes detalladas en resolución atómica de los procesos más complicados de la vida es un sueño a punto de hacerse realidad gracias al desarrollo de una técnica, la criomicroscopía electrónica, que ha sido este miércoles reconocida con el máximo galardón en el campo de la química, el Nobel en esta disciplina.
El suizo Jacques Dubochet, el estadounidense Joachim Frank y el inglés Richard Henderson han sido los afortunados ganadores del Nobel de este año, con el que España había soñado infructuosamente: Francis Mojica sonaba, junto a Jennifer Doudla y Emmanuelle Charpentier -por el desarrollo de la técnica de edición genética CRISPR/Cas 9-, como posible ganador, como también había sonado para el Nobel de Medicina anunciado este lunes.
Los grandes avances científicos a menudo se construyen a partir de la visualización exitosa de objetos invisibles al ojo humano. Pero los mapas bioquímicos a menudo se han tenido que rellenar de espacios en blanco porque la tecnología disponible no había permitido generar imágenes de gran parte de la maquinaria molecular.
La criomicroscopía electrónica cambia todo, porque los investigadores pueden ahora congelar biomoléculas en mitad del movimiento y visualizar procesos que nunca habían visto, lo que es decisivo para entender tanto lo básico de la química de la vida como para desarrollar medicamentos.
Durante mucho tiempo, se pensó que los microscopios electrónicos sólo eran útiles para ver imágenes de materia muerte, porque el haz de electrones con el que funcionan destruiría cualquier resto biológico. Pero en 1990 Richard Henderson logró usar un microscopio electrónico para generar una imagen en tres dimensiones de una proteína a resolución atómica, lo que demostró el potencial de esta tecnología.
Otro de los premiados, Joachim Frank, hizo la tecnología aplicable de forma general. Entre 1975 y 1986 desarrolló un método de procesado de imágenes que lo hizo posible. El tercer galardonado, Jacques Dubochet, añadió agua a la microscopia electrónica, logró así vitrificar el agua y permitió que las moléculas mantuvieran su forma natural en el vacío.
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