Mauricio-José Schwarz sabe que "existe un pudor enorme por criticar a la izquierda desde la izquierda". De hecho, ésta es la primera frase de La izquierda feng-shui (Ariel, 2017), el libro que acaba de publicar y que ahonda en un fenómeno recurrente y que no deja de sorprender a propios y extraños: que los representantes de esta tendencia política no se sonrojan al defender afirmaciones y tendencias que van directamente contra la evidencia científica, desde la crítica a la energía nuclear o los transgénicos al apoyo más o menos velado a pseudociencias como la homeopatía.
Mientras se salta el veto de Podemos y consume una Coca-Cola Zero -confiesa que bebe alrededor de tres litros al día-, Schwarz bromea: "Me han expulsado de la izquierda como 100 veces" y relata que lleva en esta lucha décadas, desde que en la Escuela Nacional de Antropología e Historia de México, donde estudiaba, los troskistas con los que compartía aula planteaban que lo que había que hacer era mantener al indio "puro en su cultura y en sus tradiciones sin contaminarlo con la maldad del blanco occidental".
Y usted, ¿qué les decía?
Pues tuve mi primera bronca de muchas. Yo respondí que igual que la cultura indígena es un patrimonio de la humanidad, la cultura de las medicinas, las vacunas, la alimentación o los nuevos métodos de cultivo también era patrimonio de todos. Ante su afirmación de que ellos debían quedar aislados, yo afirmaba que no estaba de acuerdo, que me parecía algo profundamente irracional y discriminatorio. En ese momento, no sabía que eso se llamaba política de identidades.
¿Y cómo surge el término izquierda feng-shui?
Lo utilicé por primera vez en un tuit en 2010. Yo ya había oído hablar de la izquierda magufa, de la escuela esotérica y hasta la izquierda cumbayá -que es como la llaman los de la revista Mongolia-, pero mi término tiene una única ventaja, que es más eufónico [ríe]. También lo utilizo para diferenciarlo de la izquierda regresiva, la que establece que ciertas libertades y derechos sólo les corresponden a ciertas personas.
¿Por ejemplo?
La izquierda que dice, por ejemplo, que la mujer debe tener igualdad de derechos en España, pero no en Irán porque es su cultura. Es algo que no se puede defender desde la izquierda. La izquierda feng-shui está dentro de esta izquierda regresiva, pero es más amplia, e incluye la defensa de la anticiencia, la pseudociencia y el postmodernismo.
¿Cree que la izquierda es más proclive a defender la pseudociencia?
No, pero a mí como hombre de izquierdas me preocupa lo que hacen los míos. De la derecha espero que sea irracional, pero que lo sean los míos me parece escandaloso. Nuestra labor debería ser precisamente la otra, guiarnos por la razón, por el conocimiento, por tomar decisiones en base a lo que estamos seguros que sabemos, como que las vacunas son la forma más eficiente de intervención sanitaria de la historia. Eso es lo que tiene que hacer la izquierda.
De todas las ideas anticientíficas que predominan en la izquierda feng-shui, ¿cuál cree que está más extendida?
Que si algo lo ha hecho una empresa malvada, es malo per se. Es una conclusión absolutamente absurda. Si una empresa que tiene prácticas reprobables, incluso si ha recibido multas por miles de millones, produce una angiotensina que me permite vivir como hipertenso, el producto no es malo forzosamente. Ésta es la lógica que está detrás de las críticas a los transgénicos, a las vacunas... Los productos funcionan independientemente de quién los produzca. El debate no puede establecerse sólo en términos políticos o económicos, porque puedes echar fácilmente 400 años de evolución científica a la basura.
En su libro, usted comenta que la mayoría de los científicos son de izquierdas. Entonces, ¿por qué no se rodean de ellos los políticos de esta corriente?
Porque los políticos son personas que tienen mensajes sencillos y emocionantes, que son la esencia misma de la política sobre todo en estos tiempos de populismo. Lo que hay que transmitir es la idea de que ellos lo arreglan todo en diez minutos y claro, si yo quiero explicar eso necesito 40 páginas y eso ya no es sexi. Un ejemplo: CCOO de Asturias está pidiendo al Gobierno que deje de utilizar el glifosato. Aducen que causa cáncer y parece que olvidan que no, que no se ha dicho eso, que lo que se ha afirmado es que es un probable cancerígeno. ¡Es lo mismo que se ha dicho del mate y nadie ha hablado de prohibirlo en Argentina! La respuesta sería muy sencilla: mira, no hay que prohibirlo porque necesitamos herbicidas y porque éste es el mejor porque se degrada rápidamente y no se acumula como el DDT. Pero si yo digo esto, se me duerme la mitad de la audiencia. Es mucho más sencillo el mensaje erróneo, el de "Hay que prohibirlo porque causa cáncer". La gente quiere oír lo que quiere oír, no lo que tiene que oír. Esto es parte del enfrentamiento que tenemos en cuanto a informar a los gobiernos que no pueden vivir sólo de la presión política.
Un ejemplo de políticos de izquierdas que sí se rodearon de científicos de izquierdas es el caso de Pablo Echenique y Podemos...
Bueno, cuando salió a la palestra Pablo dijo una barbaridad sobre la homeopatía de tales niveles que le escribí una carta abierta en mi blog, a la que aún no ha respondido. Básicamente vino a decir que si la gente quería homeopatía no había problema en que se financiara. Bueno, es algo que suena guay, la gente te va a votar más. Pero es falsear los hechos reales de que la homeopatía es azúcar cara porque te va a dar votos. Tenemos que aceptar que esa es la lógica del político, pero no la podemos asumir como propia. Es el colmo, un científico que pasa a la política y en dos días pasa a tener la actitud de un político en vez de mantener la de un científico. Qué horror, qué preocupante.
¿Y cree que hay alguna idea concreta -la oposición a las vacunas, a los transgénicos...- que sea especialmente preocupante en la izquierda feng-shui?
No es una idea concreta, es toda la actitud científica. La izquierda verde logró que se eliminara el puesto de asesor científico del presidente del Consejo Europeo, porque era una bióloga eminente que informaba de la realidad de los transgénicos y esto a Greenpeace y compañía le sentaba muy mal. Insisto, no es arreglar una idea errónea ni otra, es la actitud que está detrás de eso. Tiene que prevalecer la actitud de ver el universo como algo que conocemos, que podemos tener conocimiento certero de él y que éste es el que ha hecho que, sólo en España, se hay duplicado nuestra esperanza de vida desde 1900.
¿Y hay algún político de izquierdas con una actitud positiva en este sentido?
Claro, los hay. Por citar sólo uno, hablaré del Gobierno de Asturias, que conozco bien porque vivo ahí. Continuamente acuden a buscar el conocimiento y han recibido presiones para poner reiki en los hospitales, para atender a los supuestos afectados por electrosensibilidad... pero ellos han echado mano de los datos, tienen interés en abordar las cosas difíciles. Muchos otros prefieren callar, porque quedan mal si hablan. Parece que si uno dice que está a favor de los transgénicos es del ala de la derecha del PP, uno se gana una expulsión de la izquierda. Pero hay que decir que sí hay gente a favor de la ciencia, la hay en IU, la hay en el PSOE.
Pero convive con la izquierda feng-shui...
Está claro. No hay más que ver lo que ocurre cuando se abre un centro social autogestionado o una casa okupa. Lo primero que se hace es poner una clase de reiki y dos de bioneuroemoción. Uno ve la programación y dice: "¡Si esto es la celebración del new age!". Y no se ve una conferencia de divulgación científica.
¿Algún ejemplo de político de izquierdas que patine especialmente en este asunto?
No me gusta personalizar, pero si no hay más remedio... hay uno que le tengo mucho cariño, que es un gran tipo, Gaspar Llamazares, pero metió la pata tremendamente con el asunto de la vacuna del papilomavirus. En el PSOE está José Antonio Pérez Tapias, que es antitransgénicos, antinucleares y antitodo y en Podemos Juan Carlos Monedero cree en las conspiraciones del club Bilderberg, en la espiritualidad y hasta en que el personaje de Scar en El Rey León se dibujó a imagen y semejanza de Jomeini para meterse con el mundo árabe. ¡Pero si es igualito a Jeremy Irons! [ríe]
Después del panorama que pinta en su libro, ¿podemos pensar que hay esperanza de revertir esta situación?
No tengo esperanza de que desaparezca la pseudociencia, pero sí de que crezca la masa crítica. Es lo que está pasando con la homeopatía, que 20 años de lucha han hecho que la Organización Médica Colegial se posicione por fin. Hoy es más difícil esta pseudociencia que antes en cualquier parlamento, porque se ha creado un movimiento minoritario pero con presencia mediática. Todo esto implica una actitud positiva ante la ciencia.