No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy, dice el refrán. Sin embargo, los humanos somos especialistas en, y muy aficionados a, dejar para mañana lo que podríamos hacer hoy. En muchos casos no es deliberado, sino simple producto del descuido. Por ejemplo, olvidamos echar al correo ese contrato que nuestra anticuada compañía eléctrica aún nos obliga a firmar de puño y letra, como en tiempos de Cervantes. La carta lleva semanas reposando cómodamente sobre el mueblecito de la entrada, pero nunca recordamos guardarla en el bolsillo cuando salimos de casa, y en cambio nos acordamos de ello cuando vemos un buzón en la calle. ¿No habría manera de vincular en tiempo y forma el recordatorio -el buzón- a la tarea -echar la carta- de modo que podamos poner fin a esta angustia?
Por suerte, parece que sí la hay. Dos investigadores de las Universidades de Harvard y Pensilvania, ambas en EEUU, acaban de publicar el que promete ser uno de los estudios más útiles para la vida diaria en toda la historia de la ciencia. Por supuesto que todos empleamos los métodos más diversos para recordar tareas pendientes; el clásico sistema de atarse un cordel al dedo es el origen de otras ideas, como cambiarse un anillo de mano o incluso escribirse notas en la piel. Tampoco faltan los famosos papelitos amarillos, mientras que muchos optan por las alarmas del móvil. Pero todos estos procedimientos tienen sus defectos. Las alarmas sirven de poco cuando la tarea no tiene un horario concreto. Los papelitos amarillos pueden llegar a cubrir las paredes y seguir siendo ignorados, lo mismo que los anillos o las notas cuando se emplean con demasiada frecuencia para toda tarea pendiente.
Todd Rogers y Katherine Milkman proponen un sistema al que llaman recordatorios por asociación. Es tan sencillo como esto: crear una asociación mental de la tarea con un estímulo físico inusual que se nos presente en el momento en que podemos realizarla. En el caso de la carta, los dos investigadores sugieren, por ejemplo, colocar junto a ella un ramo de flores que tengamos en casa. Al situarlo sobre la carta creamos la asociación. Cuando a la mañana siguiente veamos las flores en un lugar poco habitual, nuestra memoria nos recordará la carta.
Memoria de elefante
Claro que la teoría hay que demostrarla en la práctica, y esto es lo que hacen Rogers y Milkman en su estudio, publicado en la revista Psychological Science. Con ocasión de la realización de una serie de tests psicológicos a un grupo de voluntarios para otros estudios, los dos investigadores mostraron a 77 participantes una pantalla previa a los cuestionarios que debían rellenar. En ella se les informaba de que, además de recibir su pago por participar en el estudio, podían conseguir que los organizadores donaran un dólar al Banco de Alimentos de Boston, sin que ello afectara a su ganancia. Pero para que esta donación se hiciera efectiva, debían acordarse de coger un clip de la mesa donde se les entregaría su dinero.
A la mitad de los voluntarios, la siguiente pantalla simplemente les daba las gracias. Pero al resto se les indicaba entonces que, para que se acordaran de llevarse el clip, en la mesa habría una figura de un elefante, que también se mostraba en la pantalla. De este modo se les creaba la asociación mental entre la tarea, coger el clip, y el estímulo, el elefante.
Y funcionó, al menos de una forma notablemente más eficaz que en los controles: el 74% de los participantes a los que se les había creado la asociación de la tarea con el elefante se acordaron de llevarse el clip, frente al 42% en el otro grupo. La conclusión del experimento es que "el enfoque de recordatorios por asociación puede aumentar drásticamente el éxito a la hora de completar las tareas", resume Rogers a EL ESPAÑOL.
Pero para reforzar los resultados y analizar qué tipo de recordatorios son los que funcionan, Rogers y Milkman emprendieron otros cinco experimentos más con la participación de varios cientos de voluntarios. Con ello demuestran que los estímulos son más eficaces "cuando son distintivos respecto a otros que se encuentran al mismo tiempo o en el pasado reciente", precisa Rogers. Por ejemplo, un muñeco no resulta tan útil como recordatorio si se presenta junto con otros muñecos diferentes, o si sucede a una serie previa de muñecos parecidos.
Los investigadores ensayaron también su método en un estudio de campo en una cafetería. A los clientes se les entregaba un cupón de descuento para otro día, en el que figuraba o no la imagen de uno de los alienígenas de la película Toy Story. El día designado para el descuento, había un muñeco del alienígena en cada terminal de pago del local. Y también en este caso, quienes recibieron el cupón con la imagen del muñeco recordaron más fácilmente pedir su descuento.
Más eficaz que las notas amarillas
Pero además, Rogers y Milkman demuestran que una nota escrita, como los papelitos amarillos, difícilmente ayuda cuando se encuentra entre otros muchos parecidos. En uno de los experimentos se utilizó un recordatorio escrito, pero "en un contexto visual abarrotado con muchos otros mensajes", señala Rogers. Cuando hay demasiadas señales concurrentes que compiten por la atención, su efecto se diluye. En estos casos, el recordatorio por asociación vence claramente a cualquier nota escrita.
Según Rogers, podemos diversificar nuestras propias asociaciones empleando un poco de imaginación. "Los recordatorios pueden ser de cualquier tipo: visuales, auditivos, olfativos, gustativos o táctiles". Sólo deben cumplir una condición: "Debemos percibirlos en el momento en que la intención deba llevarse a la práctica". Y para los autores, este sencillo sistema no solamente puede ayudarnos individualmente, sino que podría facilitarnos la vida si las organizaciones y entidades lo emplearan para ayudarnos a recordar.
Un ejemplo: en los aparcamientos de algunos aeropuertos debe abonarse la tarifa en la terminal. Rogers y Milkman proponen que podría situarse un estímulo inusual, como la estatua de un alienígena, en el lugar donde se recoge el ticket al llegar al aeropuerto, junto a un cartel en el que se informe a los usuarios de que encontrarán esa misma figura en las cajas de pago de la terminal. Algo tan sencillo nos ahorraría el engorro de llegar al coche para recordar que no hemos pagado. "Puede ser una herramienta para facilitarnos el bienestar", concluye Rogers.