Sólo se sabe de ellos que su apellido comienza por la letra M. También que su marido y ella tienen, respectivamente, 59 y 60 años. Una edad que, para muchos, la invalida para ser madre, algo que también prohibió el año pasado el Tribunal Supremo del Reino Unido.
Obviamente, la señora M. no puede ser madre biológica, pero tampoco es eso lo que pidió a la máxima instancia judicial británica. Lo que quiere esta mujer es gestar a los hijos de su propia hija, algo así como un gestación subrogada pero con una importante peculiaridad: la madre biológica está muerta hace cinco años.
Tampoco se sabe mucho de ella, excepto que su nombre empieza por la letra A y que a los 23 años fue diagnosticada de cáncer de colon, una patología muy poco habitual a esa edad. Como suele suceder en pacientes oncológicos tan jóvenes, los médicos le ofrecieron preservar su fertilidad: someterse a una estimulación ovárica para poder extraer sus ovocitos y congelarlos.
Si todo hubiera salido bien, A. se hubiera recuperado de su cáncer y cuando ella hubiera querido habría fecundado esos ovocitos con el semen de su pareja o de un donante. Los embriones resultantes se hubieran implantado en su útero y hubiera sido madre con la ayuda de la reproducción asistida.
Un final inesperado
Pero desde los 23 a los 28 años, A. pasó por innumerables tratamientos que no dieron resultado. Finalmente, falleció. Lo que habló con sus padres en esos años de ingresos hospitalarios, efectos secundarios y efectos adversos es, por supuesto, una incógnita para todos excepto para ellos.
Y he ahí el problema. La señora M. y su marido aseguran que, una vez que A. supo que su enfermedad era incurable, expresó un último deseo: que sus ovocitos fueran fecundados con semen de donante e implantados en el útero de su madre, que daría así a luz a sus propios nietos.
Los padres quisieron cumplir el anhelo de su hija de convertirse en madre póstuma, pero las autoridades sanitarias británicas no lo vieron claro. Primero fue el organismo que regula los casos más complejos de reproducción asistida, la HFEA, el que denegó la petición de los señores M. Éstos no se amilanaron y llevaron su caso a los tribunales.
La penúltima palabra la tuvo el Tribunal Supremo el pasado junio, que denegó a la madre su petición, que incluía sacar los ovocitos congelados del país para llevar a cabo el procedimiento en EEUU, donde es legal.
Pero este miércoles se ha sabido que los señores M. han apelado la decisión de entonces. La Corte de Apelaciones de Londres escuchará nuevos argumentos que, aseguran, demostrarán que existe "una clara evidencia" de que lo que A. quería que ocurriera con sus ovocitos tras su muerte.
Habrá que esperar al resultado de la apelación para saber si M. se convertirá en abuela y madre a la vez. De hacerlo, sería el primer caso en el mundo.