A los aficionados a la serie The Good Wife no les habrá extrañado demasiado la noticia publicada el pasado 26 de diciembre en el periódico local The Buffalo News. En ella, se contaba como una mujer de 35 años había sido exonerada de conducir bajo los efectos del alcohol por una extraña razón: su cuerpo era una cervecería.
La acusada, a la que la policía hizo bajar de su coche el 11 de octubre de 2014 por conducción errática, mostró una tasa de alcohol en sangre del 0,33%, cuando el límite legal en el estado de Nueva York -donde reside- es del 0,08%.
Sin embargo, la mujer declaró no haber consumido suficiente alcohol para dar esas cifras. Su abogado, Joseph Marusak, consiguió el pasado 9 de diciembre que el juez retirara los cargos, tras demostrar que la mujer padece el llamado síndrome de la autocervecería o de fermentación intestinal.
Escasa evidencia científica
Se trata de una enfermedad de la que existe escasísima evidencia científica. En la base de datos más extensa sobre investigación en biomedicina, Pubmed, sólo hay seis publicaciones al respecto. Una de ellas, recogida en la revista Medicine Science Law, admite la existencia del síndrome, pero descarta que pueda dar tasas tan altas de alcohol como para provocar una detención.
Pero Marusak supo qué utilizar para impresionar al juez. Un pequeño estudio publicado en la no muy prestigiosa revista International Journal of Clinical Medicine en 2013 describía la enfermedad en un hombre de 61 años, que llevaba cinco sufriendo "intoxicaciones inexplicables" tras el consumo de sólo dos cervezas o incluso nada de alcohol.
Los autores de este estudio de caso -así es como se denomina la evidencia científica que utiliza únicamente la descripción de un paciente para demostrar algo- eran especialistas en medicina digestiva del Panola College, una escuela universitaria de la ciudad de Carthage, en Texas (EEUU). En su trabajo, recopilaban toda la evidencia científica publicada hasta la fecha sobre el síndrome. Y ellos mismos reconocían que era escasa.
Diagnóstico de 7.000 dólares
A Marusak no pareció importarle esa parte del informe. Tras contactar con una de los autores, Barbara Cordell, ésta le confirmó que lo que su cliente declaraba -que no había bebido alcohol suficiente para dar esa tasa- era compatible con el rarísimo síndrome.
El siguiente paso era buscar un médico que confirmara que lo padecía, lo que el abogado encontró en la figura de Anup Kanodia, un galeno de Columbus, en Ohio. El galeno diagnosticó a la mujer y le prescribió una dieta baja en carbohidratos que, según la agencia AP -que ha recogido la anécdota- le permite ahora conducir sin problemas.
Esta es precisamente la parte que más chirría al mediático abogado Jonathan Turley, que ha publicado una entrada en su blog sobre el caso. Aunque el letrado se muestra conforme con la sentencia, en su texto resalta algún dato curioso, como que el abogado tuvo que facturar a la mujer 40 horas de trabajo y que ésta se gastó 7.000 dólares en conseguir la evidencia médica de que padecía la dolencia. La acusada se enfrentaba a una multa de entre 1.000 y 2.500 dólares, una condena máxima de un año de cárcel y la retirada del permiso de conducir por al menos un año.
Turley también destaca que el fiscal va a recurrir el caso y que el policía que detuvo a la mujer podía oler el alcohol en las tiras utilizadas para llevar a cabo el test de alcoholemia. Pero lo que más llama la atención a este abogado es que el juez no haya requerido que se practique a la acusada pruebas para evaluar si es capaz de conducir ahora que está diagnosticada.
¿En qué consiste?
Según se explica en el estudio que utilizó el letrado de la acusada para conseguir su exoneración, el síndrome de la autocervecería se produce cuando un hongo fermenta en el interior del organismo y provoca la conversión de carbohidratos en etanol. "La mayoría de los casos son anecdóticos", escribían Cordell y McCarthy en 2013.
El primero en describirlo fue el investigador japonés K. Iwata, que en el libro publicado en 1972 Una revisión de la literatura de síntomas de embriaguez debidos a levadura en el tracto gastrointestinal, detallaba 12 casos. En 1976, otros investigadores japoneses describían el caso de una mujer de 24 años que se emborrachó tras consumir carbohidratos.
En los últimos 30 años se han visto muy pocos casos más, algunos de ellos en niños. Los autores del estudio que describe el caso de Texas concluyen su artículo pidiendo más investigación sobre el asunto, el desarrollo de un test que sirva para diagnosticar el síndrome y que los médicos se planteen la posibilidad de su existencia cada vez que un paciente declare haberse emborrachado sin beber.
La estrategia utilizada por el abogado de la mujer de Buffalo está siendo usada también en al menos dos casos más, según declaró su médico a AP. Ésta sería, sin embargo, la primera sentencia que sirve de exonerante, aunque no se puede decir que haya creado un precedente hasta que el fiscal recurra y pierda, si lo hace.