El puerro tiene en su familia botánica otros parientes mucho más populares, como el ajo y la cebolla, sin embargo, esta verdura merece más atención por nuestra parte porque esconde un potente efecto prebiótico entre sus hojas. Este ingrediente se puede utilizar en multitud de recetas para dar sabor a los platos, pero por desgracia no suele ser el que nos viene a la cabeza cuando planeamos hacer la compra de la semana.
Como todos los vegetales, el puerro es un alimento con un bajo valor energético debido a que la mayor parte de su composición está formada por agua. Unos 100 gramos de puerro equivalen 48 kilocalorías, pero no por esto debemos pensar que se trata de un alimento con poco aporte nutricional. El puerro está considerado como una fuente de folatos y de vitaminas C, A y B6.
Sólo 150 gramos de puerro ya ofrecen casi la mitad de la cantidad diaria recomendada de folatos, que son moléculas muy importantes en la formación de nuestras células sanguíneas. Si bien la Fundación Española de la Nutrición (FEN) explica que el puerro no destaca por su aporte de minerales, sí que contiene potasio y fósforo y, por tanto, contribuye al aporte de estos micronutrientes.
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Ahora bien, el puerro sí que tiene un contenido destacado de fibra: por cada 100 gramos de esta verdura que echamos a nuestros platos, añadimos tres gramos de esta sustancia tan preciada. El consumo de fibra tiene un gran impacto en nuestra salud: es capaz de reducir nuestro riesgo de enfermedades cardiovasculares e, incluso, de desarrollar diabetes tipo 2, porque retrasa la absorción de los azúcares.
Pero, sobre todo, la fibra es capaz de llegar intacta a los últimos tramos de nuestro intestino tras la digestión y tiene dos consecuencias directas: aumenta el volumen de las heces y da de comer a nuestra microbiota. Estos seres vivos que habitan en este órgano se han relacionado no sólo con la digestión, sino con nuestro sistema inmune que aumenta su capacidad de protegernos frente a las infecciones. Una microbiota sana previene enfermedades e, incluso, algunos estudios la han vinculado a un menor riesgo de depresión y una mayor calidad del sueño.