La retirada de todas las tortillas de patatas envasadas del Grupo Palacios como medida de precaución tras los casos de botulismo detectados en varias comunidades autónomas de España ha dejado a muchos consumidores huérfanos de este producto. La paralización de la producción en la planta de Mudrián y la amplitud de las marcas afectadas -Palacios, Chef Select, Auchan, Eroski, Unide, Consum, DIA, Essencials, Condis, El Corte Ingles, Carrefour, Alipende, Grupo IFA, Rikissimo, Netto, Salling, Intermarche, Naysa, Gestus y Te gusta- obliga a buscar alternativas.
Pero ¿es para empezar la tortilla de patatas envasada del supermercado una buena opción nutricional? Se trata de un producto procesado, lo cual no lo descalificaría de por sí como alimento recomendable ya que existen numerosos 'procesados saludables'. Sin embargo, hay que subrayar que, incluso cuando es casera, la tortilla de patatas está desaconsejada para un consumo frecuente. El principal problema es la fritura de la patata, que aumenta considerablemente el contenido de grasa y calorías, y genera compuestos desaconsejables como la acrilamida.
"Como pasa con casi todo, la salubridad o no de la tortilla de patatas va a depender del resto de la alimentación, así como de los hábitos que la rodeen", explicaba a EL ESPAÑOL el dietista-nutricionista y divulgador Daniel Ursúa. "Dicho esto, no debemos olvidar que las patatas no tienen una alta densidad nutricional, el huevo es un alimento proteico y el aceite (aunque sea de oliva) en fritura aumenta considerablemente la carga energética de cualquier plato".
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Las tortillas envasadas se preparan con una receta similar a las caseras, en la que proporción de patata no debería ser inferior al 50%, y el aceite debería ser preferiblemente de oliva virgen extra, aunque los procesados usan habitualmente el de girasol, más económico pero menos saludable. Además, se incluyen aditivos como fermentos lácticos, levaduras y estabilizantes que ayudan a conservar el alimento tanto en integridad como en sabor. Estos productos, aprobados por las respectivas autoridades de consumo, no deben suponer un obstáculo al consumo.
El problema, señalaba Ursúa, estaría en un segundo factor además de la calidad del aceite: la sal, un problema común en los alimentos procesados. Estos productos la suelen contener en exceso y llevan a que la consumamos de forma peligrosa sin darnos cuenta. La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece en cinco gramos diarios el consumo recomendado, pero 100 gramos de una tortilla preparada ya contienen del orden del 1,5 g.
"El problema de las tortillas envasadas es que no controlamos ni la cantidad de aceite que se utiliza en su elaboración ni la sal", concluía Ursúa. "En ese aspecto, lo único que podemos hacer es buscar la que menos cantidad total de sal tenga y la que mejor aceite utilice". Son los criterios que la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) utiliza para califica las mejores y peores tortillas precocinadas, además de la higiene y su sabor. Así, la de la marca Floristán recibió en 2020 el calificativo de "mala calidad".
Precauciones frente al botulismo
La intoxicación por la toxina producida por la bacteria Clostridium botulinum no se suele asociar con las tortillas envasadas: los pocos casos que ocurren cada año en España, indicaba el Centro de Coordinación de Emergencias y Alertas Sanitarias (CCAES), suelen tener que ver con conservas o preparaciones caseras. Los productos que llegan al supermercado han pasado los respectivos controles de seguridad alimentaria, y a la espera que concluya la investigación en curso sobre las tortillas del Grupo Palacios, se consideran seguros de forma general.
Sin embargo, hay ciertas precauciones que se deben tomar con las tortillas precocinadas, recordaba el director de la Agencia de Seguridad Alimentaria, Sanidad Ambiental y Consumo, José Ignacio Altolaguirre. "Hay que respetar las condiciones de conservación y consumo que se reflejan en los envases de todos los productos procesados", apuntaba.
En este caso, las instrucciones pasan por conservarla entre 0 y 5 grados y calentarla en el microondas al menos durante tres minutos a máxima potencia. La toxina botulínica, explicaba Altolaguirre, es sensible al calor, por lo que si los alimentos en cuestión se cocinan a alta temperatura "se minimiza mucho el riesgo".