Durante los últimos años se ha hablado mucho sobre la permeabilidad intestinal y el síndrome del intestino permeable. Si bien es cierto que, por el momento, no se considera al síndrome del intestino permeable una patología reconocida y oficial, no son pocos los estudios y la evidencia científica que sugieren que está ahí y que debe tenerse en cuenta.
Hoy hablaremos sobre qué es la permeabilidad intestinal fisiológica, qué sucede cuando esta se ve alterada, cuáles son sus causas principales y cómo podemos prevenirlo y tratarlo.
Para empezar, cabe recordar que el intestino delgado es la zona del tracto gastrointestinal donde realmente se produce la digestión y absorción de nutrientes de los alimentos: en total abarca entre 400 y 600 metros cuadrados de tejido. Sus células, los enterocitos, se enlazan entre sí mediante uniones que dejan pasar nutrientes, y evitan que puedan pasar bacterias y otros microorganismos potencialmente peligrosos.
Por tanto, la permeabilidad intestinal no es una enfermedad, sino que es una función fisiológica, esencial y necesaria: el intestino debe ser permeable a los nutrientes, debe ser selectivo, y debe evitar que pasen sustancias lesivas. Esta permeabilidad puede ser intracelular (entre las uniones de los enterocitos) o transcelular (a través de los mismos enterocitos).
El problema, como explicaba en una reciente entrevista Javier Santos, especialista en gastroenterología del Hospital Universitario Vall d'Hebron de Barcelona, es cuando esta permeabilidad se ve alterada y el intestino se vuelve excesivamente permeable, tanto a nivel intracelular como transcelular.
Efectos en el resto del organismo
Cuando se deja de regular el paso de sustancias es cuando hay un trastorno de permeabilidad intestinal; es lo que hoy en día se conoce como "síndrome de permeabilidad intestinal", que sí sería patológico y lesivo. De hecho, no son pocos los estudios que ya han relacionado las alteraciones intestinales con enfermedades neurológicas, hepáticas e incluso dérmicas. Falta aún mucho por entender y estudiar, pero cada vez hay más evidencia de que la alteración de la microbiota intestinal y de la misma permeabilidad intestinal puede ser algo problemático más allá del mismo sistema gastrointestinal.
De hecho, cabe recordar que en el intestino habitan una amplia gama de microorganismos, lo que conocemos como microbiota intestinal, que son beneficiosos para el ser humano. Sin embargo, este microbioma también puede verse alterado, lo cual puede potenciar más si cabe la permeabilidad intestinal y viceversa.
En un estado de aumento de permeabilidad intestinal pueden existir dificultades para la correcta absorción de nutrientes, tales como grasas o vitaminas, llegando incluso a crear déficits en algunos casos.
Asimismo, se ha sugerido que el síndrome de permeabilidad intestinal se caracterizaría por diarreas de origen desconocido, pérdida de peso, cansancio extremo e incluso aumento del riesgo de sufrir intolerancias o sensibilidades a determinadas sustancias como lactosa, fructosa o sorbitol. Cabe destacar que muchos de estos síntomas son muy inespecíficos, lo cual dificultaría el diagnóstico final de la enfermedad a largo plazo.
Otras enfermedades inflamatorias
Algunos trabajos también han sugerido que este exceso de permeabilidad se relacionaría con otras enfermedades, como es el caso de las enfermedades inflamatorias intestinales: colitis ulcerosa, enfermedad de Crohn y síndrome del intestino irritable.
Entre las potenciales causas de esta permeabilidad intestinal se han sugerido factores genéticos, por un lado y de estilo de vida por otro: una mala alimentación, el estrés crónico, el consumo excesivo de antibióticos y otros fármacos lesivos a nivel intestinal, consumo de alcohol, infecciones virales o bacterianas a nivel gastrointestinal, e incluso la falta de un correcto descanso a largo plazo.
Como forma de diagnóstico, actualmente existen diversas pruebas que implican la ingestión de moléculas diagnósticas marcadas de gran tamaño: si la molécula se detecta en la orina tras el paso de unas horas (hasta 24h en algunas pruebas diagnósticas), significa que ha sido capaz de atravesar la pared intestinal, algo que en condiciones fisiológicas no debería suceder dado que la pared sería selectiva y evitaría moléculas de gran tamaño.
Prevención y tratamiento
Dado que la alimentación está directamente relacionada con el desarrollo del síndrome de permeabilidad intestinal, según la evidencia actual, la principal forma de prevención de esta patología sería evitar aquellos alimentos y sustancias potencialmente dañinas para la mucosa intestinal: ultraprocesados, alcohol y otras drogas, y abuso de fármacos (nunca es aconsejable su toma sin un consejo médico previo). Algunos expertos también abogan por evitar el consumo de antinutrientes, aunque otros estudios sugerirían que estas sustancias no son tan dañinas como se pensaba.
En contraposición, habría alimentos que pueden ayudar a regular la permeabilidad intestinal, como los alimentos ricos en fibra y antioxidantes (frutas y perduras, por ejemplo), o los alimentos ricos en glutamina (presente en frutos secos, carne magra y lácteos) serían algunos ejemplos.
Finalmente, algunos autores sugieren la toma de probióticos como yogur, chucrut o kéfir. Así mismo, algunos suplementos como glutamina, enzimas digestivas, zinc, selenio o betaína habrían demostrado beneficios. En este último caso, lo más optimo sería potenciar una dieta sana y equilibrada rica en alimentos densos nutricionalmente; los suplementos solo serían aconsejables si no es posible obtener estos nutrientes mediante la alimentación.