El intestino y nuestro cerebro están estrechamente relacionados, explica la psiquiatra e investigadora Amanda Rodríguez-Urrutia, miembro del servicio de Salud Mental del Hospital Vall d'Hebron de Barcelona. "Se ha comprobado que se relacionan de forma bidireccional y a a raíz de ahí se han empezado a hacer estudios de cómo están conectados estos 'dos cerebros'. Tienen lugar a través de tres grandes sistemas en el cuerpo: inmune, hormonal, y endocrino", explica.
Entrevistada por Europa Press, Rodríguez-Urrutia forma parte del macroproyecto 'Discoverie' del Hospital Vall d'Hebron, donde estudian los mecanismos cerebro-intestinales de patologías como la depresión o el síndrome del intestino irritable. Acaba de publicar Siente lo que comes. Emociones, alimentación y la nueva conexión mente-intestino (Diana), donde trata todos estos aspectos.
"Cuando se dice que una microbiota alterada puede favorecer un estado depresivo, significa que puede tratarse de un factor más que contribuya a desarrollar la enfermedad, pero no es el único". Se trata de estudios de asociación, de forma que una microbiota sana favorecerá un mejor estado emocional y si está alterada se sumará "un grano de arena" a trastornos como la depresión o la ansiedad.
Por otro lado, subraya que los trastornos mentales son multicausales y no todas las depresiones son iguales. Algunas están más centradas y originadas en el cerebro, mientras que otras más relacionadas con la microbiota o con el sistema inmunológico. Por lo que cree que se llevan años metiendo en el mismo saco a los pacientes psiquiátricos y por eso pueden fallar los tratamientos cuando las causas sean distintas.
Las bacterias se alimentan de determinadas sustancias en el sistema intestinal y producen unas sustancias, llamadas 'metaboloma', explica, que son lo que realmente impacta en la barrera intestinal, al generar una cascada de información determinada que llega al cerebro. Un ejemplo sería el ácido graso de cadena corta. "Por otro lado, también hay sustancias de la microbiota que generan daño en la barrera intestinal y hace que entren sustancias nocivas que no nos interesan".
"Dado que las personas con depresión tienen la microbiota alterada, lo idóneo será que estas personas comieran mejor o recibieran suplementos", explica. Aquí entran los psicobióticos, "sustancias presentes en ciertos alimentos, que pueden ayudarte a sentir menos ansiedad, tristeza o irritación". Se trata de "un tipo de probióticos", en este caso concreto un microorganismo que, ingerido en cantidades adecuadas, confiere "beneficios para la salud mental".
¿Dónde se encuentran, en qué alimentos? La psiquiatra subraya que son muy variados, como en el caso de los bivalvos, y concretamente de las ostras. Habla también del cangrejo, del atún, del salmón. También de alimentos de origen vegetal, concretamente de hoja verde, como las acelgas, las espinacas o los berros. También de algunas frutas como la calabaza, la papaya, y el limón. Alimentos, finalmente, "con un poder antidepresivo mayor".
Son alimentos de la dieta mediterránea, "la dieta por definición con más capacidad antidepresiva porque en primer lugar tiene poder antiinflamatorio y después porque es protectora de la barrera intestinal, de forma que lo que comes impacta de manera positiva en esta". Según recuerda, implica la ingesta de legumbres, de carne, verduras, fruta, productos lácteos, entre otros. "Hay que potenciarla. Hasta ahora se decía que es buena para no tener diabetes, obesidad o un infarto, pero la dieta mediterránea confiere también un beneficio para la salud mental, vas a tener mejor salud mental".
Por tanto, insiste en que, a nivel población, lo mejor que podemos hacer en este sentido es comer sano, basarnos en la dieta mediterránea, donde ya hay psicobióticos, prebióticos y probióticos que pueden ayudarnos, como el yogur, "el mejor probiótico que hay", ya que se necesita consejo profesional a la hora de tomar estas sustancias.