La dieta mediterránea es conocida en el mundo entero por ser una de las más saludables y España es uno de los países originarios de esta manera de alimentarse. Sin embargo, pensar que todo lo que comemos los españoles es dieta mediterránea es un error muy frecuente. A lo largo de los años nuestros hábitos alimenticios se han ido transformando y, algunos de ellos, han cambiado para mal.
Nuestro país no se ha librado de la invasión de los ultraprocesados. Estos son los alimentos que se producen de manera industrial y que contienen varios ingredientes para mejorar el sabor y la textura, pero que terminan eliminando los beneficios que el alimento en origen tenía para la salud. La comida basura —como las pizzas, las hamburguesas o los perritos calientes— y la precocinada del súper son un ejemplo de estos productos.
Si por algo se caracteriza la dieta mediterránea es por ser una dieta en la que predominan los alimentos vegetales y las grasas de calidad: es decir, comer a menudo legumbres, verduras, fruta, cocinar con aceite de oliva y tomar algunas proteínas saludables como el pescado, los huevos y los frutos secos. En la dieta mediterránea también hay cereales, pero estos se toman integrales y, en España, somos más de los refinados.
A continuación, cinco alimentos que tomas a menudo que no son propios de la dieta mediterránea.
La carne roja
En los últimos años, la carne roja ha sido señalada en muchas ocasiones por las instituciones de salud pública y los expertos en nutrición. El exceso de consumo de estos productos se relaciona con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, pero también con el desarrollo de algunos tipos de cáncer, según el informe que publicó la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2015 respaldado por varios estudios.
Aunque ahora lo consideramos como un alimento común en nuestros hogares, la carne roja no es un alimento de consumo frecuente en la dieta mediterránea. Sin embargo, en España y en los países occidentales se consume en exceso ahora mismo. Esto se debe en gran parte a la cultura de la comida rápida que suele tener a la carne roja como protagonista en pizzas, kebabs, hamburguesas y demás.
Las patatas fritas
Si hablamos de comida basura, no podemos olvidarnos de la reina por excelencia de este grupo de alimentos: la patata frita. La patata es un cultivo que procede en origen de América y que tiene una gran cantidad de hidratos de carbono que se convierten rápidamente en azúcares después de consumirlos. De todas formas, no debemos demonizarla: si la tomamos en pequeñas cantidades, asada o cocida, no supone un problema.
Ahora bien, la patata es un vegetal muy poroso y cuando lo sometemos a una fritura absorbe una gran cantidad de aceites que aumentan de manera exagerada su cantidad de calorías. Tienen muy poca fibra y, por tanto, su capacidad de saciarnos es muy limitada. Al final, cuando nos sentimos llenos nos hemos atiborrado de patatas e incorporado un alto número de kilocalorías: por eso, son consideradas como uno de los alimentos que más se relacionan con la obesidad.
El pan blanco
¿Cómo puede ser que el pan que tenemos todos sobre la mesa no sea un alimento de la dieta mediterránea? Pues porque siempre elegimos el que está elaborado con harinas refinadas y, además, nos tomamos unas rebanadas muy grandes o, incluso, terminamos con la barra en una comida. El pan puede formar parte de la dieta mediterránea si cumple algunas excepciones.
Básicamente, estas son que esté elaborado con harinas integrales en las que se conserve el germen y el salvado —dos capas del grano de trigo que contienen minerales y, sobre todo, fibra— y que la cantidad que tomemos no evite que dejemos de consumir alimentos más importantes para nuestra dieta como las frutas y las verduras. A pesar de lo que nos han dicho toda la vida, el pan no es un alimento imprescindible para la salud.
La cerveza
Aunque en España producimos vinos de una calidad excelente y que tienen fama en todo el mundo, también sabemos apreciar el sabor de la cerveza. La tomamos desde la hora del aperitivo hasta la noche, la utilizamos para relajarnos al final de la jornada o para disfrutar del fin de semana. Sin embargo, la cerveza es una bebida alcohólica y, como tal, siempre aportará más inconvenientes para la salud que beneficios.
Sobre las propiedades de la cerveza existen muchos mitos como su buena capacidad para hidratarnos o, incluso, para recuperarnos después de hacer deporte. Esto es falso debido a que el alcohol tiene efecto diurético y, por lo tanto, nos predispone en mayor medida a la deshidratación que al mantenimiento de los líquidos en el organismo. Además, tal y como alerta la OMS, el consumo nocivo de alcohol mata todos los años a 3 millones de personas en todo el mundo.
El embutido
Muchos de los platos tradicionales de España cuentan con embutidos como los guisos de legumbres o los cocidos. Sin embargo, estos productos no se consideran parte de la dieta mediterránea. Además, la ración de embutidos en el pasado en este tipo de platos era más bien escasa y el estilo de vida de nuestros antepasados era más activo que el nuestro.
Es decir, que actualmente suponen una alta cantidad de grasas saturadas para el gasto energético que llevamos a cabo. En el informe de la OMS de 2015 que se cita más arriba se hace mención también de los peligros que tienen las carnes procesadas —es decir, aquellas que, como el embutido, han sido curadas, saladas, desecadas o ahumadas— para la salud. Su consumo excesivo se relaciona con algunos tipos de cáncer, como los colorrectales.