Desde hace algunos años se sabe que el trabajo por turnos, muy común en España, y sobre todo la necesidad de trabajar por las noches, no solo aumenta el riesgo de alterar el ritmo circadiano sino que también aumenta tanto el riesgo cardiovascular en general como el riesgo de sufrir diabetes en especial. La causa de este aumento del riesgo de diabetes radicaría precisamente en la alteración del ritmo circadiano, aunque no se tenía claro si esta alteración podría prevenirse cambiando los horarios de las comidas.
Ahora, un nuevo estudio publicado en la revista Science ha intentado saber qué sería mejor: centrar la alimentación durante el día o durante la noche, con el objetivo de reducir el riesgo de diabetes al trabajar en horario nocturno.
Actualmente el trabajo nocturno, o bien por turnos, es muy común en los países industrializados como España; y esto a su vez aumenta el riesgo de sufrir prediabetes y diabetes tipo 2, sin verse ninguna otra relación clara con otros comportamientos de estilo de vida, antecedentes familiares u otros factores.
La alteración del conocido como ritmo circadiano o reloj interno sería la causa de este aumento de riesgo, dado que al trabajar en horario nocturno es común el cambio de comportamientos durante el día y comer por las noches. Por su parte, se sabe que no comer por las noches podría prevenir esta alteración de la tolerancia a la glucosa. Sin embargo, la evidencia en humanos es limitada y no existían ensayos clínicos capaces de prevenir esta alteración del ritmo circadiano hasta ahora.
Durante el nuevo estudio, los investigadores reclutaron a 19 participantes jovenes (12 hombres y 7 mujeres) sin obesidad ni diabetes diagnosticada. Todos se sometieron a un protocolo de laboratorio estrictamente controlado durante 14 días.
Inicialmente, se evaluaron los ritmos circadianos propios mediante un protocolo de rutina constante bajo condiciones ambientales y comportamientos constantes. Posteriormente, para simular el trabajo nocturno, los participantes se sometieron a un protocolo de desincronía forzada con luz tenue durante "cuadro días" de 28 horas, es decir, un rango superior al ritmo circadiano de 24 horas habitual. Cuando se llegaba al "cuarto día", los participantes ya sufrían 12 horas de desincronización en comparación al primer día.
El grupo control de comidas nocturnas (NMC), de 10 participantes, se realizó un protocolo de desincronización de 28 horas con un ciclo de ayuno/alimentación: las comidas se producian en horarios, y los participantes comían tanto de día como de noche (un comportamiento típico de los trabajadores a turnos).
En el grupo de intervención de comidas diurnas (DMI), de 9 participantes, se realizó un protocolo de desincronización de 28 horas modificado, con todos los comportamientos habituales de sueño/vigilia, descanso/actividad, luz/oscuridad, exceptuando el ciclo de ayuno/alimentación. Este último se producía en un horario de 24 horas. En otras palabras, en el grupo de intervención los participantes consumían comidas solo durante el día y no de noche.
Según los resultados del estudio, existiría evidencia de que la alteración del ritmo circadiano interno humano produciría alteraciones en la tolerancia a la glucosa durante un trabajo a turnos o trabajo nocturno. Sin embargo, realizar comidas solo durante el día (como en el grupo de intervención del estudio) podría mitigar estos efectos y mantener la alineación del ritmo cirvadiano interno, pudiendo prevenir así tanto la intolerancia a la glucosa como el mal funcionamiento de las células beta pancreáticas (lo cual a largo plazo desembocaría en una diabetes tipo 2).
El estudio detectó que los cambios de fase de ritmos de la glucosa coincidirían directamente con el cambio de 12 horas del ciclo sueño/vigilia provocado por la simulación del trabajo a turnos. Sin embargo, el grupo que solo consumía alimentos durante el día sí lograba mantener estos ritmos de glucosa casi idénticos a un horario laboral habitual, a pesar de simular el horario nocturno durante el estudio.
Los investigadores recuerdan que el sistema circadiano necesita adaptarse y sincronizarse de forma continuada basándose en señales ambientales, comportamientos y señales fisiológicas para organizar así las oscilaciones celulares y combinar las funciones de todo el organismo en general. Consumir alimentos es una potente señal interna, y alterar los horarios de la misma puede llegar a tener consecuencias desastrosas.
Por ello, sugieren, estos resultados deberían plantear la posibilidad de elaborar estrategias circadianas para prevenir la intolerancia a la glucosa en aquellas personas que trabajan a turnos y llevan a cabo horarios nocturnos. Incluso los horarios a turnos rotativos producen estos desajustes en la mayoría de los individuos, por lo que acotar los horarios de las comidas solo al horario diurno sería crucial. Aún así, explican, será necesario continuar investigando al respecto.