Aunque en España el mejillón es visto como un manjar, y su comercialización en formato fresco o en lata es muy popular, la realidad es que sus características biológicas sorprenden mucho más allá de su consumo a nivel culinario.
Una de estas características que lleva impresionando a los científicos desde hace años es la capacidad que tienen los mejillones para pegarse a las rocas y resistir cualquier azote de las olas. Pero ahora, tras más de una década de estudio, por fin se vislumbra luz al final del camino: ya se sabe cómo los mejillones azules o Mytilus edulis son capaces de aguantar pegados.
En el caso particular de los mencionados mejillones azules se sabe que son capaces de pasar días pegados a las rocas y resistir cualquier oleaje. Y se sabe que esto lo consiguen gracias a un pegamento submarino muy eficaz, producido por ellos mismos.
Lograr esta adhesión en un medio acuoso es muy complejo. Por ello los investigadores han dedicado más de una década al estudio de este pegamento: descifrar el secreto de los mejillones podría ayudar a fabricar biopegamentos efectivos en ambientes húmedos, para realizar tratamientos quirúrgicos o dentales, entre otras finalidades.
Ahora, un reciente estudio publicado en la revista Science, a cargo de Tobias Priemel y sus colegas del Laboratorio de Harrington, ha logrado descubrir cómo este molusco realiza su magia: una mezcla de fluídos biológicos y metales pesados marinos.
Según comenta el mismo Priemel, el problema en este caso ha sido saber de dónde surge el pegamento, y es que todo está oculto a la vista dentro del pie del mejillón. Han sido necesarias técnicas espectroscópicas y microscópicas muy avanzadas para desarrollar su enfoque experimental, combinando varias técnicas de bioquímica, química y ciencia de los materiales.
Según comentan los autores, dentro del mencionado pie del mejillón, a nivel subcelular, existirían canales del tamaño de una micra, es decir, un tamaño menor que el diámetro de un cabello humano. En estos canales se canalizan las sustancias que se unirán para hacer el pegamento: por un lado, proteínas líquidas condensadas en pequeñas vesículas que se secretarán en los canales; por otro lado, iones metálicos de hierro y vanadio que los mejillones extraen del mar. Estos mismos iones metálicos también quedan almacenados en las vesículas o sacos intracelulares, y se van liberando lentamente y de forma programada. Finalmente, la mezcla de proteínas líquidas e iones metálicos se endurecerá y formará un pegamento sólido.
La participación del vanadio es especialmente llamativa, pues se sabe que hay muy pocos organismos capaces de acumular vanadio sin resultar intoxicados. De hecho, los investigadores creen que este metal juega un papel esencial en el endurecimiento del biopegamento, y aún hoy en día continuan trabajando en la investigación del mismo.
Según los investigadores, gracias a este método, los mejillones serían capaces de fabricar su bioadhesivo bajo el agua en apenas 2-3 minutos mezclando proteínas e iones metálicos. Como bien comentan, se trata de reunir los ingredientes adecuados, en el momento adecuado y en las condiciones adecuadas. En un futuro se espera que estos hallazgos puedan aplicarse a la fabricación de biomateriales que sirvan para mejorar la salud del ser humano.