La comida basura se encuentra por todas partes: las pizzas, las hamburguesas o los perritos calientes nos gustan a todos, pero no nos hacen bien, precisamente. Aunque en España podemos presumir de dieta mediterránea saludable y de gastronomía variada, de vez en cuando recurrimos a algunos de estos platos tan internacionales, con los que celebramos, socializamos o, simplemente, nos relajamos.
Sin embargo, deberíamos tener cuidado de no excedernos con estas recetas. La razón por la que nos gustan tanto no es otra que la gran proporción de azúcar, sal y grasas insanas que contienen. Por supuesto, provocan aumento de peso, pero lo realmente importante es que no contienen nutrientes interesantes para la salud y, si los comemos habitualmente, podemos desarrollar enfermedades cardiovasculares o metabólicas.
De todas formas, la comida basura cuenta con alimentos asociados a ella que tienen una fama injustificada. El sésamo, por ejemplo, se relaciona con el pan de las hamburguesas y pocas personas saben que es una de las mayores fuentes de calcio que existen y que contienen una gran proporción de proteínas. Lo mismo pasa con la mostaza, otra semilla saludable que, sin embargo, se asocia con la salsa que echamos sobre un perrito caliente.
Mostazas de 'súper'
En contra de lo que piensa mucha gente, no todas las salsas de mostaza son malas para la salud. Su receta original no incluye azúcares como, por ejemplo, ocurre en el caso del kétchup. Por esta razón, lo que convierte a una salsa de mostaza del supermercado en un alimento insano es el grado de procesamiento al que haya sido sometida durante su proceso de producción. Es decir, debemos evitar una vez más comprar un ultraprocesado.
Según el dietista-nutricionista Carlos Ríos, un buen procesado "suele estar envasado y lleva una etiqueta nutricional donde se leen de uno a cinco ingredientes, entre los cuales no se encuentran cantidades significativas (menor o igual al 5-10% del total) de azúcar, harina refinada o aceite vegetal refinado". Las mejores salsas de mostaza del supermercado, por lo tanto, son aquellas que sólo llevan agua, semillas de mostaza, vinagre y pocos aditivos como acidulantes o conservantes.
Este tipo de salsas no reducen los beneficios que aporta la semilla de mostaza. Ahora bien, al utilizarse como un condimento la cantidad que tomamos no suele ser demasiado elevada. Las salsas de mostaza más saludables suelen tener en torno a 85 kilocalorías por cada 100 gramos de peso. Esto se debe a que la mayoría de su contenido está formado por agua. Aunque el nutriente más presente en la mostaza son los hidratos de carbono, también tiene un buen contenido de proteínas vegetales y de grasas.
Mucho nutriente, ración escasa
En concreto, la salsa de mostaza cuenta con un 4,7% de proteínas, según recoge la Fundación Española de Nutrición (FEN). De todas formas, al tratarse de proteínas de origen vegetal, no contienen todos los aminoácidos esenciales que deben incorporarse a través de la dieta. Las legumbres, los frutos secos y los cereales son mejores fuentes de proteínas porque contienen una mayor cantidad y pueden combinarse sus proteínas entre ellos.
Tras los hidratos de carbono y las proteínas vegetales, la salsa de mostaza tiene un 4,4% de grasa, según la FEN. Estas grasas, sin embargo, son saludables porque la mayoría de los ácidos grasos que las componen son del tipo monoinsaturado. Este tipo de grasa tiene un efecto beneficioso sobre la salud cardiovascular porque reduce los niveles generales de colesterol en nuestra sangre. Son frecuentes en otros alimentos como algunos frutos secos y el aceite de oliva.
Por último, la mostaza destaca también por su contenido de vitamina C porque contiene más que la naranja. Por cada 100 gramos, las naranjas contienen 50 miligramos de esta famosa vitamina y la salsa de mostaza, 52,5 miligramos. Ahora bien, mientras que una ración de naranja es de 225 gramos, según la FEN, la de salsa de mostaza apenas son 10 gramos. Es decir, que obtenemos más vitamina C de la naranja porque se toma normalmente en cantidades más grandes.