El salmón es el rey de los pescados grasos: supone el 13% del consumo de pescadería en España, situándose como una fuente principal de ácidos grasos cardiosaludables. Pero no es el único recurso a nuestro alcance: la trucha, un pez de agua dulce ligeramente menos rico en omega-3 pero con interesantes propiedades nutricionales que incorporar a nuestra alimentación, puede ayudarnos a mejorar nuestra salud e incluso a adelgazar cuando el resto de enfoques dietéticos ha fallado.
Así lo afirma un estudio publicado en la revista Nutrients y en que investigadores colombianos y españoles han puesto a prueba un nuevo enfoque contra la obesidad y el sobrepeso basado en cuatro ingredientes: fruta, aguacate, grano entero y trucha. La dieta FAWGT, por su siglas en inglés, es rica en fibra alimentaria, ácidos grasos monoinsaturados y vitaminas C y E, lo que contribuye a una metabolización más lenta de los azúcares de la comida. Esto, a su vez, protege contra enfermedades como la diabetes de tipo 2 y frena la acumulación de grasas.
"En los países de la Europa Mediterránea, un modelo dietético saludable basado en el consumo de aceite de oliva, nueces, vegetales y pescado seguido desde hace milenios ha demostrado en las intervenciones capacidad para reducir los niveles de lipoproteínas ricas en triglicéridos", escriben los autores, que extienden los beneficios a una reducción de todos los tipos de colesterol. La dieta nórdica, protagonizada por el salmón, también es saludable, pero estos ingredientes no están al alcance de todas las poblaciones del planeta, argumentan. Por tanto, resulta indispensable buscar alternativas que amplíen también el abanico de posibilidades.
Con esta hipótesis en mente, se seleccionaron 44 participantes entre los 45 y los 60 años y con diagnóstico de obesidad en las regiones cafeteras de Colombia. El reto pasaba por diseñar una dieta saludable para ellos a partir de productos locales. Las frutas -granadilla, chontaduro, uchuvas o carambolo- fueron la primera opción como fuente abundante de vitaminas y antioxidantes, completando con los vegetales, cereales -las arepas- y la trucha que completan la alimentación tradicional en la zona. El desglose nutricional fue de un 14–20% de proteínas, un 20–35% de grasas y un 50–65% de carbohidratos.
Para cada paciente, además, se obtuvieron analíticas después de proporcionarles un desayuno diseñado según los parámetros FAWGT. Incluían los siguientes ingredientes: arepas de harina de maíz sin refinar, queso, avena, granadilla, mango, linaza, nueces, almendras, cacahuetes y yogur. Para comparar, desayunar al estilo de estas regiones hubiera incluído huevo, queso, mantequilla, leche entera, arepa tradicional de harina de maíz refinado, buñuelos de harina de trigo refinada y queso, azúcar y, por supuesto, café.
Durante las siguientes ocho semanas, los participantes tuvieron que hacer comidas en base a la dieta FAWGT, que además de los ingredientes ya señalados podría incorporar una serie de alimentos de consumo común: arroz, lentejas, tomates, zanahorias, lechuga, cebolla, judías (frijoles), naranja, manzana, pera mandarina, piña y papaya. De este modo se evitaba una limitación demasiado estricta a la variedad de comidas que hubiera hecho descarrilar el ensayo por cansancio, permitiendo al mismo tiempo recurrir a productos de proximidad.
Concluído el periodo de estudio, los investigadores pudieron comprobar que los participantes habían mejorado su salud metabólica, particularmente en la lipemia postprandial -el momento tras la comida en el que se acumulan grasas nocivas para las arterias como los triglicéridos- y en la resistencia a la insulina, es decir, la capacidad para metabolizar los azúcares en sangre. Esto se produjo, subrayan los autores, por el incremento en la ingesta de ácidos grasos cardiosaludables -omega 3 y MUFAs-, de fibra y de antioxidantes.
Con todo, los participantes no adelgazaron mucho. Sin embargo, hay dos factores a tener en cuenta: que el periodo de seguimiento de la dieta fue escaso y que no se les pidió que adoptasen otros hábitos saludables como la práctica frecuente de ejercicio, fundamental para una pérdida de peso sostenida. Sin embargo, las evidencias de una menor acumulación de lípidos apuntan a que una dieta de este tipo mejoraría la salud metabólica, cardiovascular y contribuiría a alcanzar un peso adecuado dentro de un enfoque general de adelgazamiento.