Un conservante usado para prolongar la vida útil de productos como los cereales de desayuno y las barritas 'snack' elaborados con los mismos ingredientes podría estar provocando daños al sistema inmune. Este compuesto se encuentra en al menos otros 1.250 alimentos procesados, según el estudio que ha analizado su presencia en las tiendas de alimentación de EEUU y que coordina el Environmental Working Group (EWG).
En el estudio, revisado por pares y publicado en el International Journal of Environmental Research and Public Health, los investigadores del EWG usaron datos oficiales para la prevención de la toxicidad (ToxCast) para determinar el riesgo de los compuestos químicos añandidos de forma más habitual a la comida, así como de las sustancias perfluoroalquiladas o PFAS que migran de los envases a los alimentos, y de ahí al organismo.
Según el análisis, la Terbutilhidroquinona o TBHQ, un conservante que se añade bajo el código E-319 y cuyo uso está permitio tanto por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (AESA) como la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) en una cantidad no superior al 0,02 % de aceite o de grasa contenidos en el alimentos, causa daños en el sistema inmune.
Como ocurre con varios aditivos, los límites para el consumo humano se establecen después de que los estudios con altas dosis en animales hayan provocado graves problemas de salud, como daño en el ADN o cáncer. El problema del consumo cotidiano de ultraprocesados es que pueden dar lugar a concentraciones nocivas de compuestos en el organismo por acumulación. En este caso, la interferencia con las defensas se comprobó tanto en modelos animales como in vitro.
"La pandemia nos ha hecho fijarnos, como público y como científicos, en los factores ambientales que pueden provocar un impacto sobre el sistema inmune", explica la Dra. Olga Naidenko, vicepresidenta de estudios científicos para el EWG e investigadora principal. "Antes de la Covid-19, los compuestos que podían dañar las defensas frente a las infecciones y el cáncer no recibían suficiente atención por parte de las agencias de salud pública. Pero esto debe cambiar".
En el caso de la TBHQ, señala EWG, se lleva usando durante décadas y su única función es la de aumentar el tiempo que el producto puede estar a la venta. Sin embargo, las pruebas en base a los tests de ToxCast indican que este producto afecta a las proteínas de las células inmunes en dosis similares a las que causan daños en los estudios tradicionales. Esto se correlaciona con estudios previos que vinculan al TBHQ con una menor eficacia de la vacuna de la gripe, y con la relación entre los ultraprocesados y el aumento de alergias alimentarias.
En cuanto a los PFAS, que llegan al organismo a partir de los envoltorios, bolsas y cajas usados en gran medida por la industria de la alimentación, su acumulación se ha relacionado con una supresión de la función inmunológica, una reducción de la efectividad de las vacunas e incluso con casos más graves de Covid-19. Sin embargo, debido a que los resultados de este estudio no fueron concluyentes, los autores instan a seguir investigando sobre estas micropartículas.
En sus conclusiones, los autores instan a los organismos reguladores a revisar las autorizaciones sobre aditivos a la luz de las nuevas evidencias científicas. En Estados Unidos, denuncian, los propios productores se benefician de la manga ancha de la FDA y terminan decidiendo ellos mismos qué compuestos y en qué medida son seguros para el consumo humano. En el informe del año pasado, sin embargo, EWG describió el potencial riesgo de cáncer, daño al sistema nervioso y los problemas hormonales que algunos pueden suponer.
Más allá de solicitar al regulador que aumente los controles toxicológicos y refuerce las restricciones, los autores animan a los consumidores a adquirir procesados 'sanos', es decir, que añadan la menos cantidad posible de aditivos y que entre ellos no se encuentre la TBHQ o E-319. Esto puede ser más engañoso de lo que parece, porque aparecerá en la etiqueta si forma parte de los ingredientes, pero también puede formar parte del envoltorio, especialmente si se trata de plástico, y migrar desde ahí a la comida.