La cesta de la compra semanal no se entendería de la misma manera sin la docena de huevos que, habitualmente, echamos en el carrito. Se trata de un alimento pequeño, pero rebosante de nutrientes; una comida deliciosa sin necesidad de adornos. En España, los huevos son toda una institución y se comen de todas las maneras habidas y por haber, sólo con pan, formando una tortilla de patata o en una ensalada.
En cualquier caso, los nutricionistas siempre recomiendan que cocinemos completamente los huevos, hasta que queden completamente cuajados. De esta manera, se destruyen los posibles microorganismos dañinos que se encuentren en el alimento. El más conocido de todos los que se relacionan con los huevos es la salmonella, una bacteria que puede originar una toxiinfección con síntomas gastrointestinales.
Asegurarse de que una tortilla está bien cuajada es bastante sencillo porque todo el contenido del huevo —la clara y la yema batidas, en este caso— es visible. Sin embargo, hacer un huevo duro perfecto puede resultar un misterio para algunos consumidores. La teoría dice que se deben sumergir en agua hirviendo durante unos 12 minutos, aunque muchas veces se dejan más tiempo para asegurarnos que el cuajado sea total.
La yema gris
Si ya has cocido un buen número de huevos a lo largo de tu vida es posible que hayas observado que, al abrirlos, algunos tienen la superficie de la yema de un color grisáceo. Esto no pasa siempre y muchos de ellos tienen la tonalidad amarillenta que se espera de esta parte del huevo. Ambas yemas pueden comerse sin problema, pero una de las dos nos aporta un dato sobre cómo ha sido el cocinado.
Los huevos duros con la superficie de la yema grisácea advierten de que se han dejado cocer durante demasiado tiempo. Tal y como explica el doctor en Ciencia y Tecnología de los Alimentos, Miguel Ángel Lurueña, el calor durante demasiado tiempo termina por desencadenar una reacción química que da como resultado este color. Concretamente, pasa cuando hemos dejado los huevos por más de 15 minutos.
Según explica Lurueña, se trata de una interacción entre la yema y la clara del huevo: "Si cocemos los huevos durante demasiado tiempo (más de 15 minutos), la clara libera sulfuro de hidrógeno. Al reaccionar con el hierro de la yema se forma sulfuro ferroso, que le da color gris verdoso y olor desagradable". Además, el experto añade que este fenómeno se da de una manera más acusada en los huevos menos frescos.
Un huevo al día
Estas variedades cromáticas dentro de las yemas cocidas es un dato curioso, pero que no cambia los grandes beneficios del consumo de huevos. Mientras que hasta hace poco se pensaba que comer demasiados huevos podía ser malo para nuestros niveles de colesterol en sangre, los últimos estudios apuntan a que es saludable. De hecho, se pueden comer huevos todos los días de la semana.
El huevo es conocido como el rey de las proteínas, por la cantidad que alberga, pero, sobre todo, por la calidad que tienen estas. Tienen "una alta proporción de aminoácidos esenciales, esos que nuestro cuerpo no fabrica y necesita obtener de los alimentos, así como en ácido oleico monoinsaturado, característico del aceite de oliva y beneficioso para la salud cardiovascular y hepática", según este artículo de EL ESPAÑOL.
Si lo que queremos es perder peso, los huevos también son un gran aliado a la hora de planificar nuestra dieta siempre que los consumamos cocidos o pasados por agua. La Fundación Española del Corazón (FEC), recomienda, de hecho, que quienes quieran adelgazar tomen un huevo en el desayuno. Esto ayuda a perder peso, pero también a estar nutrido y a mantener una buena salud cardiovascular.