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    ¿Hay alguna saludable?

    En los últimos años han aparecido en las estanterías de los supermercados de España una inmensa variedad de tipos de sal: marina, con flúor, rosa del Himalaya, de mesa, 0% sodio, negra… una auténtica pasada de opciones. Ante este amplio abanico, no son pocos los consumidores que dudan por cuál decantarse: ¿hay alguna que sea más interesante para la salud que otra? o ¿se trata de diferencias de sabor y, por tanto, solo de tipo gastronómico? 

    Antes de entrar en materia, una curiosidad sobre este alimento: la sal en la antigüedad se utilizó como moneda. Y es que este alimento tenía un gran valor ya que permitía conservar los alimentos, una función muy apreciada antes del invento de la nevera. Hasta tal punto se valoraba, que a los funcionarios públicos se les pagaba con paquetes de sal, de ahí el origen de la palabra "salario". 

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    El problema: el sodio

    En primer lugar, la mayor parte de la población mundial consume sal en exceso. Esto se debe, entre otros motivos, a que los alimentos procesados, cada vez más corrientes y asequibles, contienen mucha sal, además de otros componentes poco interesantes como grasas saturadas, ácidos grasos trans y azúcar. A esto se suma que también ha caído el consumo de frutas y verduras, que contienen potasio y que contribuye a hacer bajar la tensión arterial.

    Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), hay que reducir el consumo de sal de forma generalizada, ya que la mayoría la consume en exceso, entre 9-12 gramos al día. La OMS recomienda no superar los 5 gramos de sal al día, lo que supone un aporte de 2 gramos de sodio, y es aquí donde aparece el problema.

    El sodio es un nutriente esencial pero el cuerpo necesita muy poca cantidad para funcionar correctamente. Un consumo excesivo de sodio puede tener consecuencias nefastas para la salud: favorece la hipertensión arterial y aumenta el riesgo de cardiopatía y accidente cerebrovascular. 

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    Los alimentos 'prohibidos'

    Y, ¿qué alimentos nos aportan sodio? La sal es la principal fuente de sodio de nuestra dieta. También se encuentra de forma natural en la leche, la carne y los crustáceos. Pero sobre todo suele estar presente en grandes cantidades en los alimentos elaborados, como el pan, los productos cárnicos procesados y los tentempiés, así como en ciertas salsas. También aporta sodio el glutamato de sodio, más conocido como glutamato monosódico, un aditivo que se utiliza en la industria alimentaria como potenciador de sabor. 

    Así, según apuntan desde la Clínica Mayo, a pesar de lo que mucha gente cree, la mayoría del sodio dietético (más del 70%) proviene del consumo de alimentos envasados y preparados (pizzas, snacks, embutidos, etc) y no de la sal que se le añade a la comida.

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    La sal marina también es refinada

    Dicho todo esto, ¿hay alguna variedad de todas las disponibles en el súper que sea más interesante para la salud? Vamos a empezar por separar la paja del trigo, más allá de los nombres que hablan del color (la sal negra) o de lugares de origen (sal del Himalaya), la legislación española reconoce diferentes tipos de sal en función de su forma de extracción y sus características:

    Se diferencia entre sal gema (procedente de minas de sal), sal marina, sal de manantial y sal refinada (que puede ser de los tres tipos anteriores). También las sales refinadas a las que se les añade yodo, flúor, o ambos.

    En cuanto a la sal marina, hay dos tipos que se puede decir que son más naturales o que no se someten al proceso de refinado: las denominadas sal marina virgen y flor de sal, que se recolectan de forma artesana y no se les añade ningún ingrediente.

    Pero, ¡ojo!: el hecho de comprar sal marina no significa que sea más natural, no. Como hemos señalado, hay sal marina refinada. La mejor forma de salir de dudas es mirar la información del dorso del envase. 

     

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    Refinada y sin refinar: diferencias nutricionales

    Sobre la parte nutricional, ¿es más interesante una sal más natural que una que haya sido refinada? Pues bien, según la legislación, la refinada, también llamada de mesa, debe tener una concentración mínima de cloruro sódico del 97%, mientras que este compuesto en la flor de sal y la sal marina virgen debe ser del 94%. Hasta completar el 100% puede estar constituido por otras sales (de calcio, magnesio, potasio, etc.).

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    Sal marina virgen y flor de sal

    Según valora Miguel Ángel Lurueña, doctor en Ciencia y Tecnología de los Alimentos, en su blog Gominolas de petróleo, la diferencia de minerales entre una y otra no es significativa, y que se pueden encontrar sin problema en otros alimentos, además de que cualquier tipo de sal debe consumirse en pequeñas cantidades. Según la OMS, sea cual sea el origen de la sal, el sodio que contiene es el verdadero causante de problemas de salud.

    Por lo tanto, sí, una sal marina virgen y flor de sal contiene más minerales que la refinada y, aunque nutricionalmente no es muy relevante, sí puede influir sobre el color, el sabor y el olor de la sal.