La miel ha sido -es- un remedio utilizado por nuestras madres y abuelas desde el comienzo de los tiempos para combatir catarros o infecciones respiratorias y prevenir las más variopintas enfermedades. Se trata de un alimento natural, que elaboran las abejas concienzudamente en sus paneles, y que popularmente goza de muy buena fama debido a las distintas propiedades terapéuticas que se le han atribuido. Sin embargo, existen dudas más que razonables sobre los poderes milagrosos de este alimento.
La literatura científica publicada sobre los efectos terapéuticos de la miel es extensa, y lo cierto es que hay trabajos para todos los gustos. O lo que es lo mismo: existen muchas dudas sobre si es eficaz o no. El último trabajo en ver la luz, una revisión sistemática realizada sobre 14 estudios y 1.714 sujetos, ha sido publicado por investigadores de la Universidad de Oxford en la revista médica BMJ Evidence-Based Medicine y ha levantado cierta polvareda.
Las conclusiones apuntan que la miel es mejor que los antibióticos para el tratamiento de los resfriados o el catarro (incluyendo dolor de garganta, tos y congestión nasal). "La falta de alternativas efectivas, así como el deseo de preservar la relación médico-paciente, contribuyen a la sobreprescripción de antibióticos", apuntan los autores. "La [eficacia de] la miel fue superior a los tratamientos habituales para la mejora de los síntomas de las infecciones del tracto respiratorio superior. Proporciona una alternativa barata y ampliamente disponible a los antibióticos", concluyen.
Visto así, podría parecer maravilloso. Un alimento natural, relativamente barato, que nos libra de los ‘malvados’ medicamentos elaborados por la industria farmacéutica. Pero no es oro todo lo que reluce. También existen algunas investigaciones que han cuestionado los supuestos beneficios de la miel. En 2009, la Autoridad Europea en Seguridad Alimentaria (EFSA), el organismo que salvaguarda todos aquellos aspectos relacionados con la seguridad de las sustancias y compuestos que ingerimos, hizo público un informe en el que señala que la miel no es ni antioxidante, ni tiene propiedades antitusivas, ni aporta beneficios importantes al sistema inmune.
La cosa no está clara
De la misma forma, otra revisión de estudios realizada por la revista The Cochrane database of systematic reviews, publicada en 2018, apunta que los efectos terapéuticos de la miel en cuanto al tratamiento de la tos están lejos de estar claros ya que no existen pruebas sólidas que lo confirmen. Según esta revisión, sí es probable que la miel alivie la tos infantil en mayor medida que no dar ningún tratamiento, que la difenhidramina y que el placebo, aunque puede haber poca o ninguna diferencia comparada con otros fármacos como el dextrometorfano. En román paladino, "no hay pruebas contundentes a favor o en contra de usar la miel", se lee en las conclusiones del trabajo.
La última revisión, publicada en la revista médica BMJ, también ha sido cuestionada por algunos investigadores. Gideon Meyerowitz-Katz, epidemiólogo de la Universidad de Wollongong (Australia) alzaba la voz a través de un hilo de Twitter para cuestionar tanto la selección de estudios en los que se basa la investigación como la inconsistencia y los errores de estos trabajos. "Algunos de estos estudios son realmente malos", denuncia el investigador. "Creo que la única conclusión real que se puede extraer de aquí es que tenemos muy poca idea de si la miel reduce los síntomas de URTI / tos, y que la investigación es bastante problemática", sentencia.
De lo que sí existen evidencias es que la miel, pese a ser tan natural como el cianuro, es un alimento que contiene una cantidad excesiva de azúcar, una sustancia que la OMS recomienda reducir en nuestra dieta por sus efectos perjudiciales para el organismo. En 100 gramos de este alimento podemos llegar a encontrar unos 80 gramos de azúcares. Es decir: la miel es en un 80% glucosa y fructosa. "La fama de saludable de la miel se la damos por su obtención natural, pero la realidad es que está compuesta por los mismos azúcares que el resto que podemos consumir", explicaba a EL ESPAÑOL la farmacéutica y divulgadora especializada en seguridad alimentaria Gemma del Caño.
Así, en una sola cucharada de miel podemos encontrar hasta 24 gramos de azúcar (unos seis terrones). Según las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), estos azúcares no deben suponer más del 10% de la ingesta calórica total. O lo que es lo mismo: en una dieta de 2.000 calorías diarias, no deberíamos tomar más de 50 gramos de azúcar entre todos los alimentos (25 gramos -un 5%- si queremos obtener beneficios). De esta forma, con una sola cucharada ya estaríamos en el límite. ¿Compensa entonces utilizar un remedio casero cuya evidencia científica no es sólida pero del que sí sabemos que tiene un exceso de azúcar?