Se trata de la comunidad de microorganismos que habita en nuestro tracto gastrointestinal y que está relacionada con multitud de funciones metabólicas, tales como la absorción de nutrientes, los niveles de energía o la respuesta inmune. Algunos de estos microbios son beneficiosos para la salud mientras que otros resultan perjudiciales; dado que la alimentación es capaz de modificar la composición de esta flora intestinal, se ha llegado a acuñar el concepto de "jardinería de la microbiota".
En este sentido, existe un metabolito denominado
N-óxido de trimetilamina (
TMAO por sus siglas en inglés) que se produce cuando
las bacterias gastrointestinales digieren los nutrientes de origen animal, como la carne roja. En personas que llevan una dieta rica en carne, como ocurre con
la controvertida 'paleodieta', los niveles de TMAO son altos y eso se ha relacionado con un mayor riesgo de sufrir un
ataque al corazón o de desarrollar la
enfermedad coronaria.
Por el contrario, tanto la dieta vegetariana como la vegana están vinculadas a una reducción de los niveles de TMAO en el organismo. Para contrastarlo con datos observacionales, se seleccionaron 760 mujeres inscritas en el Estudio de Salud de la Enfermería, una cohorte de 121.701 enfermeras entre los 30 y los 55 años que proporcionaron sus datos demográficos y sus hábitos dietéticos, de actividad física y de tabaquismo junto con muestras de sangre con diez años de diferencia al Hospital Clínico de Cleveland (EEUU).
Los investigadores midieron la concentración de TMAO en el plasma de cada una de las muestras por paciente con una década de por medio. Se seleccionaron a continuación 380 mujeres que habían sufrido la enfermedad coronaria y otras 380 con parámetros demográficos paralelos que estaban libres de problemas cardíacos y que servirían de grupo de control.
El riesgo cardiovascular se estableció en función de los cambios en los niveles de TMAO en el organismo. Así, las mujeres que sufrieron la cardiopatía tendían a tener más TMAO, un Índice de Masa Corporal (IMC) superior, antecedentes de problemas cardiovasculares en su familia y, lo principal para el estudio, no seguían las recomendaciones dietéticas de aumentar el consumo de verduras, hortalizas, fruta, frutos secos, grano entero y semillas, y reducir la carne y otros productos de origen animal.
Cada aumento en TMAO se asoció con un aumento del 23% en el riesgo de sufrir una cardiopatía coronaria. Esta asociación se mantuvo después de controlar los factores demográficos, de dieta y estilo de vida. De hecho, las mujeres que incrementaron en mayor medida sus niveles del metabolito en el organismo a lo largo de los diez años estudiados presentaban un riesgo cardiovascular un 67% mayor.
"La dieta es uno de los factores de riesgo modificables más importantes para controlar los niveles de TMAO en el cuerpo", señala Lu Qi, director del Centro de Investigación de Obesidad de la Universidad de Tulane y autor principal del estudio. "Ningún estudio de cohorte prospectivo previo había abordado si los cambios a largo plazo en TMAO están asociados con patologías coronarias, y si la ingesta dietética puede modificar estas asociaciones".
"Los hallazgos del estudio proporcionan evidencia adicional del papel de TMAO como un biomarcador predictivo para la enfermedad cardíaca", destaca por su parte Paul A. Heidenreich, profesor de Medicina en la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford, en un comentario editorial adjunto. "Los resultados deberían alentarnos a continuar abogando por una adopción más generalizada de los patrones de alimentación saludable".