Las frutas están formadas en su mayoría por agua, fibra y azúcares. Es decir, lo que más destaca en su composición son los hidratos de carbono. Las proteínas y las grasas son, salvo en algunas excepciones como el coco y el aguacate, prácticamente inexistentes en ellas. De todas formas, las frutas también se caracterizan por su contenido en vitaminas y en minerales.
La fibra es, probablemente, una de las partes más importantes de la fruta. Los carbohidratos que la forman son azúcares simples como la glucosa, la fructosa y la sacarosa. La fibra hace posible que los azúcares sean absorbidos por el cuerpo de manera lenta y sostenida. Esta es la razón por la que se dice que la fruta tiene un índice glucémico bajo y es importante porque si el azúcar pasa a la sangre rápidamente aumenta el riesgo de sobrepeso y de sufrir diabetes.
Los carbohidratos con un índice glucémico bajo son lo que puede calificarse como "hidratos de carbono buenos". Estos pueden encontrarse, además, en los cereales de grano completo o integrales. De todas formas, esta no es la única función que cumple la fibra en la composición de la fruta.
El tipo de fibra predominante en este alimento es la soluble. Este compuesto tiene efecto saciante, es decir, que evita que pasemos hambre y, en consecuencia, realicemos una mayor ingesta de calorías. Pero, además, la fibra soluble es capaz de atrapar grasas y azúcares en el sistema digestivo y sirve de alimento para las bacterias beneficiosas del sistema digestivo.
Por lo tanto, la fruta debe ser uno de los alimentos más presentes en nuestra dieta. Sin embargo, cuando nos pasamos de consumo de fibra pueden producirse ciertos problemas. Uno de los principales problemas que provoca el exceso de fibra en la dieta es la dificultad para absorber ciertos minerales en el intestino.
Todas las frutas contienen fibra, aunque en proporciones diferentes. A continuación, las frutas una proporción menor de fibra.