La última recomendación de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan) eleva la edad (a 10 años) hasta la que no se aconseja consumir especies de pescado con elevado contenido en mercurio.
Desde la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), la doctora Emilia Cancer recuerda que, dentro de un patrón de dieta mediterránea, se recomienda comer más pescado que carne, procurando variar las especies.
Sin embargo, al igual que la Aesan, señala que hay pescados cuyo consumo se debe “limitar o evitar” en embarazadas, lactantes y niños por su elevado contenido en mercurio, como el pez espada, el emperador, el tiburón, el atún rojo y el lucio.
Esto se debe a que el mercurio posee una “elevada toxicidad” porque se “disuelve fácilmente” en la grasa, atraviesa la barrera hematoencefálica y la placenta, por lo que puede provocar alteraciones en el desarrollo neuronal del feto y en niños de corta edad, afectando a la función cognitiva, la memoria, la función visual-motora y el lenguaje.
Además, a largo plazo, un elevado contenido de mercurio en el organismo “podría producir neurotoxicidad de forma retardada”, afectando sobretodo a la función cognitiva, señala Cancer.
Una solución sería conseguir peces con menos mercurio, pero no es tarea fácil porque su acumulación es, básicamente, un proceso natural, que no depende tanto de las emisiones hechas por la actividad humana, según asegura el científico titular del Instituto de Investigaciones Marinas del CSIC, Antonio Cobelo.
En general, según apunta, no hay emisiones elevadas de mercurio a los océanos procedentes de actividades humanas como la combustión de carbón y son “muy inferiores a las que puede haber de cobre, hierro o plomo”.
Por lo tanto, la presencia del mercurio se debe fundamentalmente a las bacterias y fitoplancton presentes en los mares que transforman este metal en su forma orgánica (metilmercurio) y es posteriormente consumido por los peces más pequeños.
Hay que tener en cuenta, según Cobelo, que la tasa de acumulación de este metal es superior a la de eliminación en los organismos vivos, por lo que los niveles de acumulación aumentan conforme se avanza hacia la cúspide de la cadena trófica, en la que se encontraría el tiburón o el atún rojo y, por supuesto, los humanos que los ingieren.
El cambio climático lo empeora
El incremento de temperatura de los océanos está llevando a un aumento del metilmercurio neurotóxico, un tipo de mercurio dañino, en pescados populares como el bacalao, el atún rojo del Atlántico y el pez espada, según una investigación dirigida por la Universidad de Harvard.
El estudio, publicado en la revista científica Nature, se desarrolló gracias a un modelo integral, el primero de su tipo, que simula cómo los factores ambientales, incluido el aumento de la temperatura del mar y la sobrepesca, afectan a los niveles de metilmercurio en los peces.
Dirigida por la Escuela de Ingeniería y Ciencias Aplicadas John A. Paulson de Harvard (SEAS) y la Escuela de Salud Pública de Harvard T. H. Chan (HSPH), la indagación descubrió que tras lograr un cierto éxito en la regulación de los niveles de metilmercurio en los peces, las altas temperaturas están haciendo que vuelvan a aumentar.
"Esta investigación es un avance importante en la comprensión de cómo y por qué los depredadores oceánicos, como el atún y el pez espada, están acumulando mercurio", aseguró la profesora de Química Ambiental Gordon McKay en SEAS y HSPH, y autora principal del artículo, Elsie Sunderland.
Por su parte, la ex investigadora asociada de SEAS y HSPH y coautora del documento, Amina Schartup, señaló que "poder predecir el futuro de los niveles de mercurio en los peces es el santo grial de la investigación sobre este elemento químico".
El metilmercurio, un tipo de mercurio orgánico, se bioacumula en las redes alimentarias, lo que significa que los organismos en la parte superior de la cadena alimentaria tienen niveles más altos de este material que los de la parte inferior.
Para el estudio se recolectaron y analizaron 30 años de datos del ecosistema del Golfo de Maine, incluido un análisis exhaustivo del contenido del estómago de dos depredadores marinos, el bacalao del Atlántico y el pez espinoso desde la década de 1970 hasta la década de 2000.
"El cambio climático va a exacerbar la exposición humana al metilmercurio a través de los mariscos, por lo que para proteger los ecosistemas y la salud humana, necesitamos regular tanto las emisiones de mercurio como los gases de efecto invernadero", aseguró Sunderland.