Los mejores yogures del supermercado que podemos consumir son aquellos que tienen dos ingredientes: leche y fermentos lácticos. Sin embargo, la mayoría de las estanterías de las secciones de lácteos se encuentran superpobladas por yogures que han sido ultraprocesados. Contienen multitud de conservantes, colorantes, pero, sobre todo, azúcares añadidos o edulcorantes. Esta profanación del yogur blanco natural de toda la vida recibió el nombre de yogur de sabores y se llevó a cabo con el fin de disimular el sabor ácido característico de este producto y convertirlo en un producto más comercial.
El yogur blanco sin azúcar es un alimento probiótico. Es decir, contiene bacterias vivas que, además, se alojan en nuestro intestino, formando lo que se conoce como la flora intestinal. Estas bacterias son positivas para nuestra salud: combaten las infecciones, ayudan a asimilar ciertos nutrientes y ahora, incluso, pueden tener una relación importante en la prevención de la aparición de cánceres intestinales. Concretamente, aquellos que aparecen en los últimos tramos de este órgano: el colon y el recto.
Los yogures de sabores también han sido parte de los menús de quienes padecían gastroenteritis. Sin embargo, hay que destacar que este tipo de yogures no son saludables. Presentan una gran cantidad de azúcares libres que motivan la obesidad, las caries y ciertos problemas metabólicos. Es decir, los beneficios de los fermentos lácticos contenidos en estos yogures se ven minimizados por los efectos negativos de estos azúcares.
Más yogur, menos adenomas
En este sentido, The British Medical Journal (BMJ) ha publicado un estudio que ha concluido que comer dos raciones de yogur a la semana puede evitar la aparición de adenomas en el intestino. Los adenomas son unas estructuras que crecen de manera anormal en el intestino y pueden devenir en un cáncer. La investigación, a su vez, se había publicado en la revista online Gut.
Para realizar este estudio, los investigadores realizaron un seguimiento de la dieta y de la salud intestinal de más de 88.000 personas entre los años 1986 y 2012. Los participantes eran miembros de la profesión sanitaria y fueron 32.606 hombres y 55.743 mujeres. Cada cuatro años, los participantes se sometían a una endoscopia intestinal y aportaron información detallada sobre su dieta. Entre los datos, los participantes notificaron a los científicos con cuánta frecuencia consumían yogur. Los investigadores han destacado que el gran número de sujetos estudiados supone un gran valor para el estudio.
En el período que comprendió el estudio, los científicos observaron que en los hombres se desarrollaron 5.811 adenomas y en las mujeres, 8.116. La literatura científica previa a este trabajo mostraba que comer mucho yogur podía reducir el riesgo de cáncer intestinal porque modifica el tipo y el volumen de la flora intestinal. Los resultados de esta investigación observacional parecen confirmar esta creencia, pero sólo en el caso de los hombres. En las mujeres no se observaron evidencias suficientes de la conexión con la reducción del riesgo de sufrir un cáncer colorrectal.
Sin embargo, en el caso de los hombres, los investigadores notificaron que quienes consumían dos o más raciones de yogur a la semana tenían un 19% menos de riesgo de desarrollar un adenoma convencional. La reducción del riesgo era todavía mayor con los adenomas que tenían más probabilidades de desarrollarse como cancerígenos y con aquellos que se situaban en el colon, frente a los que tenían lugar en el recto. Los adenomas de un centímetro o más, considerados como grandes, también aparecían en menor medida en los participantes que consumieron yogur de manera regular. Sin embargo, en el caso de los adenomas serrados, que son los más peligrosos para la salud, los científicos no encontraron una relación obvia por la cual el yogur redujera su incidencia.
Las buenas bacterias
Al tratarse de un estudio observacional, los investigadores no han determinado las causas por las cuales algunos adenomas no aparecen en los consumidores habituales de yogur. De todas formas, han pedido que se realicen más investigaciones en esta línea y han propuesto una posible causa para estos sucesos. El Lactobacillus bulgaricus y el Streptococus thermophilus, dos bacterias encargadas de la elaboración del yogur y que se incorporan a la flora intestinal cuando se consume este lácteo, producirían una serie de cambios químicos en el intestino que ayudarían a prevenir el cáncer.
En concreto, el yogur reduce la acidez del intestino, convirtiéndolo en un espacio más amable para la flora intestinal, y, además, evita la permeabilidad de este órgano con sus propiedades antiinflamatorias. Los adenomas, precisamente, tienden a abrir agujeros que aumentan la porosidad de este órgano.
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