El consumo regular de alimentos ultraprocesados se asocia con un mayor riesgo de desarrollar depresión clínica en el futuro, según la evidencia extraída de un estudio con más de 14.000 voluntarios del proyecto 'Seguimiento Universidad de Navarra' (SUN).
El proyecto ha sido dirigido por Miguel A. Martínez-González, investigador principal del CIBER en su área temática de Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (Ciberobn). El trabajo ha sido publicado por la revista European Journal of Nutrition, ha informado la Universidad de Navarra en un comunicado.
Tras analizar durante una media de más de 10 años a un total de 14.907 voluntarios que no habían sufrido nunca depresión al inicio del estudio, se detectaron 774 nuevos casos de depresión clínicamente diagnosticada durante un seguimiento máximo de 16 años.
A igualdad y con independencia de otros factores, los consumidores de alimentos ultraprocesados presentaban un incremento relativo del riesgo de desarrollar depresión del 33% en comparación con quienes tenían un consumo nulo o mínimo. Este efecto adverso era todavía mayor en personas con niveles bajos de actividad física.
Según Clara Gómez Donoso, investigadora del departamento de Medicina Preventiva de la Universidad de Navarra y primera autora del trabajo, "estudios previos del proyecto SUN ya habían encontrado que los ultraprocesados aumentaban el riesgo de hipertensión y obesidad". "Estas condiciones cardiometabólicas comparten mecanismos fisiopatológicos y factores de riesgo con la depresión", ha detallado.
Asimismo, ha destacado que este hallazgo sobre la depresión "contribuye a la evidencia científica creciente sobre los graves efectos perjudiciales que tienen los productos ultraprocesados y confirman los de la cohorte francesa NutriNet-Santé, que valoró síntomas depresivos, pero no nuevos casos de depresión clínica, y encontró resultados similares".
Según la clasificación Nova, que cataloga los alimentos según su grado de procesamiento, los alimentos ultraprocesados son formulaciones industriales elaboradas a partir de ingredientes refinados (azúcar, almidones, aceites vegetales, sal) o sintetizados (grasas trans, proteína hidrolizada, aditivos), y no contienen ningún alimento entero reconocible. Algunos ejemplos son: refrescos azucarados, embutidos, postres lácteos azucarados, galletas, bollería industrial o cereales para el desayuno.
"Se caracterizan por su baja calidad nutricional, conveniencia (están listos para consumir en cualquier momento, sin necesidad de preparación), disponibilidad (el entorno favorece su consumo) e hiperpalatabilidad (son extremadamente sabrosos)", ha explicado Clara Gómez.
Además, "desplazan el consumo de alimentos beneficiosos y se alejan de los patrones alimentarios verdaderamente saludables", ha añadido. La dieta mediterránea, por ejemplo, se ha asociado con un menor riesgo de depresión en la cohorte SUN y con una fuerte reducción de riesgo cardiovascular y de cáncer de mama en el estudio Predimed (Prevención con Dieta Mediterránea).
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