Las patatas fritas siempre han sido las mejores amigas de una hamburguesa. Bueno y de un filete de carne, y de un muslo de pollo al horno, y de una cerveza. De hecho, también se comen solas y por puro aburrimiento. En definitiva, este crujiente aperitivo y guarnición está presente allá donde vayamos. Las patatas fritas de bolsa gustan a todo el mundo y son baratas. Sin embargo, se encuentran en el punto de mira de todos los nutricionistas.
La Universidad de Harvard realizó un estudio para conocer qué alimentos eran los que más engordaban y cuáles eran los que ayudaban en mayor medida a adelgazar. Para realizar esta lista, los investigadores siguieron la variación de peso de más de 120.000 personas durante 20 años y la relacionaron con el tipo de alimentación que habían llevado. Las patatas fritas salieron muy mal paradas: los científicos observaron que producían una ganancia de peso mayor que la bollería y las galletas.
Estos datos están recogidos en el libro Salud a ciencia cierta de Miguel Ángel Martínez González, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra. El experto explica que las personas que tenían un consumo más elevado de patatas fritas también lo tenían de otros alimentos relacionados con el aumento de peso. Por esta razón, se observó una clara relación entre el consumo de estos fritos con la obesidad.
Patatas fritas de sabores
En cualquier supermercado se puede encontrar un pasillo dedicado a las patatas fritas. Patatas fritas en churrerías de toda la vida, patatas que se denominan gourmet, y también, patatas con sabores a otros alimentos. Las hay campesinas, con sabor a pollo asado e, incluso, a huevo frito. Sin embargo, las más famosas, y que tienen más solera en las grandes superficies de España, son las patatas con sabor a jamón serrano.
Contra todo pronóstico, estas patatas no tienen ni la más mínima fibra de carne de cerdo. Si se observa el etiquetado de una de estas bolsas se puede observar que lo que contienen es "aroma de jamón", y ahí no queda la cosa. En el mismo cartel se desarrolla qué es exactamente el aroma a jamón. Sal, lactosa, glutamato monosódico, inosinato y guanilato disódicos, proteína de soja hidrolizada, preparaciones y sustancias aromatizantes, queso en polvo y aroma de humo. Al no añadir jamón, estas patatas pueden ser perfectamente vendidas a vegetarianos. Los veganos, sin embargo, no podrían tomarlas por la presencia de lactosa.
"El sabor a jamón se obtiene de lo que se ha llamado saborizantes. Los que se utilizan en la alimentación están regulados y no son perjudiciales. Sin embargo, cualquier experto en nutrición los desaconseja. Siempre es mejor consumir alternativas naturales", explica Francisco Tinahones, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO). "Algunos saborizantes no aportan absolutamente nada a las patatas. Sin embargo, hay otros que elevan el número de calorías del producto porque incorporan algún alimento del cual quieren imitar su sabor".
Este es el caso de las patatas que se llaman campesinas. Además de azúcares añadidos, glutamato monosódico y aromas de humo, estas patatas contienen cebolla, pimentón, tomate, ajo y perejil, o bien molidos, o bien en polvo. Tinahones hace hincapié también en el hecho de que las patatas con sabores suelen contar un extra de sal que puede ser perjudicial para la salud cardiovascular.
Es imposible comer sólo dos patatas
"Las patatas fritas tienen un escaso efecto saciante porque tienen una cantidad pequeña de fibra. Además, cuando se toma como un snack, el consumidor no se centra en lo que come. La combinación de estas dos circunstancias provoca una ingesta compulsiva", razona el presidente de SEEDO. "La patata de por sí es un alimento con una cantidad de calorías razonable. Sin embargo, cuando se fríe, absorbe una gran cantidad de aceite. Es este producto el que aumenta exponencialmente el valor energético del producto. Para que las patatas fritas tengan la consistencia que las caracteriza, deben tener pasar por una fritura intensa".
Las patatas con sabor a jamón serrano cuentan con 532 calorías por cada 100 gramos. Hay que tener en cuenta que el tamaño de las bolsas grandes es de 170 gramos. Por tanto, si devorásemos una de estas bolsas entera obtendríamos 904,4 calorías. Es decir, el 41% de las calorías diarias recomendadas. Las patatas fritas de bolsa son, por lo tanto, un alimento que fácilmente llevará al consumidor a un sobreconsumo de calorías y, en consecuencia, a engordar.
Tinahones asegura que la comida entre horas no tiene ningún sentido desde el punto de vista nutricional y médico. "En el momento actual estamos reformulando la ingesta al día. Hacer más de tres comidas al día no es saludable. Existen excepciones según el tipo de paciente. A los diabéticos, por ejemplo, se les recomienda hacer más comidas. Sin embargo, irrumpir los períodos de ayuno entre comidas es peor para la salud de las personas sanas". En caso de que el consumidor sienta hambre en esos momentos el especialista asegura que se puede consumir fruta.
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