Ante la lógica aplastante, poco queda por decir. En un mundo sin alimentos procesados, sin comida rápida, sin hamburguesas, pizzas y bollería industrial, todos sus habitantes vivirían sanos, ajenos a la diabetes, a la obesidad y a cualquier otro factor de riesgo cardiovascular. Si encima hablamos de un mundo donde no existe el tabaco ni el alcohol, ¿qué más se puede pedir?
Estos son algunos de los argumentos que utilizan los partidarios de una de las dietas más de moda en los últimos años, la dieta paleo o paleodieta. Sostienen que ni nuestra genética ni nuestra anatomía han cambiado tanto para que lo haya hecho de tal forma nuestra manera de alimentarnos y que, por esta razón, deberíamos comer como lo hacían nuestro predecesores.
Sólo parece olvidárseles un pequeño detalle, que es que la esperanza de vida en el paleolítico era de alrededor de 30 años, un dato al que contribuía, eso sí, la elevadísima mortalidad infantil.
En cualquier caso, la realidad es que la dieta paleo es una de las muchas que está de moda, aunque -según sugieren en esta revisión de la Universidad de Harvard- su máximo apogeo se vivió en 2014.
La base de esta dieta consiste en que en la Edad de Piedra nuestros ancestros no sabían cultivar, por lo que se limitaban a pescar, cazar y recolectar plantas salvajes. Su dieta se basaba en carnes magras, plantas y un nivel muy elevado de actividad física, fruto precisamente de la práctica de la caza.
Pero la dieta paleo no se formuló entonces, sino recientemente por lo que sus partidarios añaden que, de entre las frutas y los vegetales disponibles, se han de elegir los de menor índice glucémico.
Las contradicciones de la dieta
Existen bastantes aspectos debatibles sobre la dieta paleo, que hace que no exista una única versión de ésta, sino varias. Entre los puntos que influyen en ella está, por ejemplo, el debate sobre qué alimentos existían realmente en aquella época, la variabilidad de la dieta según la región y cómo de diferentes son algunos alimentos de entonces con la versión actual de los mismos, algo que ocurre con muchas frutas y vegetales.
También hay discusiones sobre qué se incluye y qué no en la dieta paleo. Por ejemplo, se sabe que las patatas eran un alimento disponible - y utilizado- en la Edad de Piedra, pero pues to que ahora se sabe que tienen un elevado índice glucémico, muchos desaconsejan su inclusión en la paleodieta. También existe controversia con respecto al procesado de alimentos, ya que hay quien prohíbe la inclusión de los alimentos congelados -al fin y al cabo, están procesados- y quienes no, porque se mantienen la mayoría de los nutrientes.
En general, esta dieta se considera alta en proteínas, regular en grasas -sobre todo no saturadas- baja en carbohidratos, alta en fibra y baja en sodio y azúcares refinados. Las grasas monoinsaturadas y polinsaturadas (incluyen las omega 3, EPA y DHA) vienen del pescado, el aguacate, el aceite de oliva, las nueces y las semillas.
Ha habido algunas investigaciones para evaluar la dieta paleo, para saber si ésta producía más beneficios a corto plazo que las guías nutricionales habituales. En concreto, se ha estudiado si sirve para conseguir una mayor pérdida de peso, una menor circunferencia de la cintura, una bajada de la presión sanguínea, un incremento de la sensibilidad a la insulina y una mejora del colesterol.
Sin embargo, la mayoría de los estudios han sido de corta duración (seis meses o menos) y con un número pequeño de participantes en el grupo de intervención, menos de 40, como sucedía en esta revisión publicada en The American Journal of clinical nutrition. En alguno de los trabajos se ha visto que, en efecto, los que la seguían perdían más peso, pero que esa pérdida no se mantenía después de seis meses.
Entre los problemas potenciales de esta dieta, indican desde Harvard, está la dificultad de planificar la alimentación, porque la dieta se apoya sobre todo en alimentos frescos. "Estos puede ser un desafío para la gente que está ocupada o para aquellos menos experimentados a la hora de cocinar". Además, se trata de una dieta cara, ya que los alimentos frescos son más costosos que sus versiones procesadas.
Pero a los expertos también les preocupa que se excluyan grupos enteros de alimentos y que puede incrementar la deficiencia de calcio, vitamina D y vitamina B, que se agrandaría si la dieta se sigue durante más de un año.
Así, el dictamen de la prestigiosa universidad es claro: con la evidencia científica existente en la actualidad, no se puede recomendar seguir la dieta paleo, por muy buena que fuera para nuestros antepasados.