Es una realidad, la sociedad ya experimenta los efectos del estrés ambiental que provoca el cambio climático de una forma cada vez más frecuente y grave. A la vez, se avanza poco en la reducción de las emisiones de carbono. ¿Qué se puede hacer en este escenario? La ciencia lo tiene claro, adaptarse o morir.
Sin embargo, una red internacional de 126 expertas y expertos ha publicado un estudio en Nature Communications donde alertan que las medidas de adaptación que se toman alrededor del mundo no conducen a los objetivos que necesitamos para asegurar nuestro futuro. Por tanto, no se reduce el riesgo que conlleva la crisis climática.
Las conclusiones son claras, las acciones de adaptación, tal y como se documenta en la literatura científica, en su mayoría son fragmentadas, locales y no transformadoras. Además, se llevan a cabo principalmente por individuos y en los hogares, en lugar de ser esfuerzos integrales, coordinados y coherentes por parte de comunidades e instituciones.
No obstante, los expertos del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF), que participan en este trabajo, demuestran que existen ejemplos de acciones de adaptación que sí funcionan. Los expertos insisten en que deberían implementarse por las administraciones competentes a mayor escala, para impulsar firmemente la adaptación y la reducción de la vulnerabilidad.
El estudio analiza más de 48.000 artículos publicados alrededor del mundo donde se presentan 1.686 resultados de medidas de adaptación al cambio climático. Con ellos, el equipo ha analizado qué acciones realmente hemos tomado para adaptarnos, y si éstas tienen éxito o no.
El trabajo encuentra muy pocas pruebas de que los actuales esfuerzos de adaptación disminuyan realmente el riesgo.
Su autora principal, Lea Berrang Ford, del Centro Internacional Priestley para el Clima de la Universidad de Leeds, explica: "Nuestros resultados constituyen un toque de atención, hemos encontrado muy pocos indicios de que la humanidad esté preparada de forma general, rápida y a suficiente escala para, en nuestra opinión, evitar los impactos climáticos graves".
"La publicación del artículo es muy oportuna, justo al inicio de la Cumbre del Clima de Glasgow (COP26). El Acuerdo de París compromete a las partes que participan en la COP a seguir como la sociedad y los gobiernos avanzan hacia la adaptación, pero hasta este estudio se sabía poco sobre el alcance real de las medidas adaptación", comenta Josep Peñuelas, profesor de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el CREAF.
¿Qué riesgos climáticos nos mueven?
La investigación determina que muchas acciones de adaptación surgen motivadas por peligros concretos en cada zona del mundo: sequía, precipitaciones extremas, inundaciones, o la variabilidad de las precipitaciones, han sido los ejemplos más frecuentes.
Las actuaciones se centran mayoritariamente en implementar nuevas formas de agricultura y de sistemas alimentarios (sobre todo en África y Asia), en la obligación de preparar la infraestructura para las inundaciones, tanto en el interior como en la costa, en aplicar nuevos códigos de construcción o en desarrollar mapas de peligros y sistemas de alerta temprana (sobre todo en Europa).
En las ciudades de todo el mundo, las inundaciones y el aumento del nivel del mar son impulsoras de medidas de adaptación. Por último, el calor extremo es un factor muy común al que se toman medidas de adaptación en la mayoría de las regiones del mundo.
El estudio concluye que las respuestas se producen en múltiples niveles de organización social, desde los agricultores a los hogares urbanos, desde las empresas de agua, electricidad, transporte, hasta las instituciones internacionales. Sin embargo, la gran mayoría de las respuestas documentadas en la literatura académica se llevan a cabo a escala local, y casi siempre en los hogares y por individuos en particular (82% de todos los artículos).
Las respuestas por hogares o individuales se centran en medidas sobre la alimentación, la salud y la pobreza, sobre todo en África y Asia. Por ejemplo, los estudios realizados en Ghana y Uganda muestran medidas para hacer frente a la sequía que incluyen desde cambios en los cultivos, hasta la migración de las personas. Otras acciones locales se centran en la educación, la agricultura urbana, depósitos de agua, o la adaptación del turismo.
Diana Pascual y Anabel Sánchez, científicas del CREAF reflexionan sobre estos resultados: "Las medidas de adaptación normalmente tienen un ámbito de implementación local y, de hecho, así son más efectivas. Sin embargo, es verdad que se tendrían que proponer estrategias regionales y nacionales que promovieran que se lleven a cabo acciones de adaptación a muchos más lugares, y generalizar su uso para que se puedan ver efectos a escalas más grandes".