El consumo de alimentos cárnicos no ha parado de aumentar. El Informe de Consumo Alimentario en España 2020 del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación apunta a un consumo anual por persona cercano a los 50 kilos de carne, lo que supone un 10,2% más si lo comparamos con el año anterior.
Estos datos se alejan de lo dictado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que sitúan la cifra en 21 kilogramos al año, y no más de diez en cuanto a la carne roja. Unas recomendaciones que guardan relación no solo con el desarrollo sostenible, sino también con los riesgos para la salud que supone la ingesta frecuente de este tipo de alimentos.
Dieta climática para 2030
La producción y consumo de productos de origen animal “suponen el 45 % de la huella climática en España”, según el informe La producción y consumo de carne a debate de la organización Amigos de la Tierra, en el que reivindican que la reducción de su consumo en la alimentación “reduce hasta un 60% las emisiones netas por persona al año”.
Por poner un ejemplo, la industria de la carne de aves y cerdos expulsan dióxido de carbono (CO₂) a la atmósfera a través del consumo de piensos degradando el ecosistema natural, tal como añaden en el informe de la organización.
En este sentido, desde Amigos de la Tierra subrayan la necesidad de promover "una dieta climática para 2030" que ayude a paliar los impactos de la industria cárnica en el medio ambiente, transformando así el modelo en "saludable y sostenible".
El responsable de Soberanía Alimentaria de la asociación, Andrés Muñoz, recomienda una producción que provenga de una ganadería extensiva y “ecológica” y una alimentación con mayor cantidad de legumbres y cereales, junto con productos de temporada como verduras, hortalizas y frutas locales.
Salud y cuidado del medioambiente
Por otro lado, según el documento de la ONG, la industria cárnica no solo es un peligro para la salud, sino que ha fomentado “significativamente” la deforestación en la Amazonia, como la carne procesada de vacuno “bajo sospecha en España” por contribuir a la tala de árboles en la selva más rica y diversa del planeta.
La organización denuncia las “laxas normas de control” y “el riesgo” de los tratados comerciales de la Unión Europea y Mercosur, ya que, de esta forma, se “pierde fácilmente la pista” a las importaciones que se realizan desde Brasil.
Además, alertan que el cambio de dieta hacia otras con más presencia de proteínas vegetales supone una “reducción de la mortalidad mundial en más de 12 millones de personas al año”.
En consonancia con estos datos, según Naciones Unidas, los costes sanitarios “relacionados con la dieta en 2030”, tendrán un impacto económico de 1,3 billones de dólares al año.