Sanlúcar de Barrameda, Cádiz. Una casa de moda vende vestidos de fiesta bastante apañados y a buen de precio. Hay un problema: el local está a más de 600 kilómetros de la interesada, que reside en Madrid. "Mujer, no te preocupes. Si lo compras en la web y lo pides con entrega urgente, te llega mañana". Las adquisiciones a golpe de clic como esta, no dejan de crecer.
En 2018, se estima que hubo 1.800 millones de consumidores online en todo el mundo, lo que generó ventas valoradas en 2,8 billones de dólares. Para 2021, se espera alcanzar los 4,8 billones y que los pedidos se dupliquen en la próxima década. Se trata de un modelo muy cómodo para el cliente, algo "mágico"por la inmediatez, pero con un enorme impacto ambiental que pasa desapercibido.
Negocios pequeños como la citada tienda de trajes para bodas, Mariquita Trasquilá, utilizan este sistema para llevar sus trajes al resto de España o a países de la Unión Europea. Pero al otro extremo del mercado electrónico, hay grandes plataformas de venta como AliExpress, Ebay o Amazon que distribuyen sus productos y los de otras empresas por todo el mundo. A través de estas tiendas virtuales, un consumidor en España pueda comprar un producto a la venta solo en Estados Unidos, por ejemplo, una camiseta de RuPaul, una famosa drag queen, y recibirlo en unos días en casa.
Para acelerar los envíos diarios, Amazon ha creado su propia flota de aviones y construye su propio aeropuerto en Cincinnati (Ohio). De momento este sistema de distribución solo está disponible para los clientes Prime de la empresa en Estados Unidos, que recibirán su pedido en un día. Se calcula que solo en este país se enviará 100 millones de paquetes al día en 2026.
Pero todo esto le sale bastante caro al planeta. Además de las emisiones de CO2 que deja la producción y el transporte, hay otro elemento contaminante más visual: los embalajes. Si hay suerte, la compra se entrega envuelta en una caja de cartón. Pero puede ser peor y que vaya cubierta de una segunda capa de plástico. Sobre las montañas de residuos que genera el e-commerce hay un dato muy ilustrativo: estos envases representan ya el 30% de los desechos sólidos de Estados Unidos, según la Agencia de Protección Ambiental del país.
El desastre del packaging
Pero la sociedad de consumo ha conseguido dar un toque de sofisticación y glamour al unboxing, que consiste simple y llanamente en abrir un paquete. De esto saben mucho algunos youtubers e instagramers. Las marcas, aprovechando los miles o millones de seguidores de estos chavales, les regalan productos envueltos en cajas muy monas. El objetivo es que las abran en directo y que enseñen los regalitos a sus seguidores.
Un win-win: las firmas ganan visibilidad y los llamados influenciadores reconocimiento y agasajo. Además, ambas partes normalizan, por un lado, la cultura del usar y tirar, y por otro, el consumismo descontrolado. Lo más radicalmente opuesto a un comportamiento sostenible, por mucho que las marcas hagan packaging (empaquetado) con material reciclable. Amazon, líder del comercio electrónico, emitió 44,5 millones de toneladas de dióxido de carbono en 2018, según sus propios datos. O sea, tanto como las emisiones de todo un año de Suecia o Bulgaria.
La devolución no es gratis
Para disminuir los daños ambientales y para la salud, las compañías están empezando a reemplazar los camiones diesel de reparto por vehículos de cero emisiones. Es el caso de Amazon. La empresa va a integrar 100.000 vehículos eléctricos antes de 2030 para evitar la emisión de cuatro millones de toneladas de CO2 al año. Ikea también comenzará a hacer entregas de cero emisiones en cinco ciudades del mundo este año.
El objetivo es que las compañías de distribución, especialmente a lo largo de lo que se llama "último kilómetro de entrega" (el viaje desde el almacén hasta la puerta de alguien, o al revés en el caso de devoluciones) se pasen a los vehículos eléctricos para reducir las emisiones de su servicio. Un reciente estudio aseguró que la contaminación atmosférica ya causa más muertes que el tabaco.
Hay otro factor que agrava la factura ambiental: el consumidor quiere recibir el pedido el mismo día de la compra. Según Julian Allen, investigador del departamento de transporte de la Universidad de Westminster, esto fomenta que los productos se mueven en cantidades cada vez más pequeñas. "Tenemos vehículos que hacen entregas individuales emitiendo por todas partes", explica.
A esto se suma que la gente compra cosas, sobre todo ropa, con la intención de devolver gran parte del pedido, lo que supone más transporte. Cada paquete devuelto deja un rastro de emisiones extra hasta que llega de vuelta al vendedor, lo que empeora la calidad del aire en las ciudades. "Y no se les penaliza económicamente por hacer eso", añade el experto en transporte.
Compra sostenible
Aunque las bicicletas ayudarían en rebajar la contaminación, la tendencia es alejarse de la bici a medida que crecen la empresas de reparto, como ilustran los casos de Uber Eats o Deliveroo, y acercarse a la moto. Pero los consumidores no son conscientes del impacto ambiental que tiene sus compras a través de internet. Según una investigación de las universidades Complutense y Autónoma de Madrid, solo un 22 % de los compradores considera que este canal provoca " más residuos y contaminación".
No hay que perder de vista que el impacto ambiental varía en función del tipo de empresa. Según un reciente estudio, no genera las misma emisiones comprar online en un negocio familiar de barrio que a una gran plataforma. Si la compra semanal de alimentos se hace en una tienda local que hace entregas a domicilio, el impacto puede ser menor que si el cliente conduce hasta el local. Por el contrario, si le sirve los mismos productos un gran distribuidor, la contribución al cambio climático será mayor.
Según los ecologistas, la forma más sostenible de comprar parte, en primer lugar, de hacer un ejercicio de reflexión: ¿realmente necesito esto? Una vez que se ha decidido sacar el monedero hay que elegir el producto que haya sido fabricado lo más localmente posible, para recortan las emisiones de transporte, y que su producción sea lo más ecológica posible (que respete el medio ambiente y a los trabajadores).
En lugar del reparto a domicilio individualizado, lo ideal es que el consumidor vaya a un punto de recogida y que se desplace hasta allí en transporte público con su bolsa reutilizable. De esta forma, los mensajeros pueden llevar muchos más pedidos a la vez y a un mismo lugar.