En la COP25 coexisten dos mundos paralelos. Uno es el espacio serio, el institucional, llamado Zona Azul, el color de la ONU. En este espacio de Ifema, hombres y mujeres bien vestidos, representantes de casi 200 países, y también de grupos de presión, entran y salen de meeting room o se juntan en corrillos a tomar cafés en en vasos 100% biodegradables. En este microcosmos, los negociadores de los países toman decisiones, o al menos eso deberían, para frenar el calentamiento del planeta. Entre ellos se mezclan los periodistas, que no son pocos, y los activistas climáticos. Todos ellos con su cadenita azul cielo colgada al cuello, el distintivo que da el visto bueno para entrar al área de "decisión".
En un pabellón aparte, bautizado como Zona Verde, se permite la entrada de los ciudadanos rasos, sin títulos de presentación, bajo registro previo. En este segundo mundo, no hay puestos con los colores y detalles típicos de cada país, aunque sí hay stands de muchas marcas (atentos, nada ocurre por casualidad). Pero, aunque se trata de una zona más relajada, está llena de acción. Por ejemplo, desde un encuentro con jóvenes indígenas para hablar sobre el cambio climático, a probar una experiencia de realidad aumentada sobre las ciudades del futuro. La oferta da para no estar parado ni un minuto. Esta son algunas de las actividades más entretenidas que esconde el laberinto de la Cumbre del Clima.
Experimentar catástrofes climáticas
Una de las casetas de la Zona Verde abre una ventana a una hipotética ciudad afectada por la crisis climática a través de la realidad virtual. El visitante, tras ataviarse con unas aparatosas gafas y unos auriculares, entra en un espacio caótico. Es una ciudad inundada a causa del deshielo de los polos y de la llegada de un potente temporal. Las olas enormes penetran en la urbe y llenan de agua las calles del lugar volviéndolo intransitable. "Se parece a Venecia", apunta una voz que forma parte de la demostración. "Pero le faltan las góndolas, en su lugar hay lanchas de rescate", añade. También se aprecian en el cielo helicópteros de emergencias.
Tras este escenario pasamos al opuesto. Una comunidad del planeta afectada por graves sequías y donde se alcanzan los 48 grados centígrados durante el día. A causa de esta situación desesperada, el abastecimiento del agua ha sido limitado. "Tienes que esperar nueve horas y veinte minutos para recibir tu suministro", advierte una cocina inteligente. "Parece que voy a tener que pasar sed", se lamenta la inquilina del piso. Gracias al vídeo de 360 grados, el usuario puede girarse y conocer a la persona que hay detrás de esa voz, la que guía la experiencia. Es una terrícola, se llama Violenta y tiene 93 años. Después, interpela al público: "Vosotros aún estáis a tiempo de hacer algo".
Cómo huele el aire de la capital de la India
¿Cómo de diferente huele el aire que respiran en Londres y Nueva Delhi? La pregunta se contesta recorriendo un par de metros en la exposición Burbujas de Contaminación (Pollution Pods) del artista británico Michael Pinsky. Esta obra propone un recorrido a través una serie de burbujas, una especie de iglús que se conectan entre sí, en los que a través de humidificadores, ventiladores, radiadores y perfumes se recrea la sensación térmica y el aroma del aire que respiran habitantes de diferentes partes del globo. En concreto: Trondheim (Noruega), Londres (Reino Unidos, Nueva Delhi (India), Pekín (China) y São Paulo (Brasil). En cada espacio, una pantalla informa sobre la concentración de partículas contaminantes que contiene el aire de cada ciudad, dióxido de nitrógeno y monóxido de carbono, en base a datos de 2018. También alerta cuando los niveles de contaminación pueden afectar a la salud si se realizan actividades al aire libre, como correr o salir a tomar algo en una terraza.
Al llegar a la zona que recrea el ambiente en Londres, se percibe un intenso olor al diésel que utilizan los coches. El ambiente además está cargado por una ligera niebla que impide la visibilidad. Estas condiciones se vuelven mucho más severas al llegar a Nueva Delhi. En este espacio sube mucho la temperatura, la humedad se vuelve asfixiante, apenas se ve al compañero y los marcadores de la pantalla se disparan hasta niveles peligrosos para las personas. "Esto es lo que está respirando la gente en el mundo", lamenta uno de los ayudantes del artista que firma la obra. Aunque poco transitada, merece mucho la pena la experiencia. Se encuentra en el Patio Circular del recinto ferial y se accede a través de la Zona Verde.
Los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ponen de relieve que la mala calidad del aire causa cada año siete millones de muertes prematuras en el mundo, el agravamiento de numerosas dolencias y un gasto sanitario multimillonario.
El muro de las quejas
Sin paños calientes. Así son los mensajes que estudiantes, profesores, jóvenes activistas, mayores y ciudadanos en general lanzan a través de una obra colectiva a los integrantes de la Cumbre del Clima. En un pared de la Zona Verde, las cartas y las pintadas exigen a los países cambios drásticos y planes más ambiciosos de recortes de emisiones de gases de efecto invernadero. "¿Tenéis hijas?, ¿las queréis?", reza una frase anónima pintada en este muro. "No nos defraudéis", apunta otra. Pero no todas las peticiones se exponen sin firma.
Una de las que da la cara es Marta. En una carta escrita a mano, la pequeña ha incluido el dibujo de un planeta que está triste, que tiene una enfermedad que le provoca manchas negras. En el texto, la niña dice: "Este año he estado haciendo todo lo que puedo: voy a comprar con bolsas de tela, consumo menos plástico y reciclar casi todo. Pero por mucho que haga no es suficiente, vosotros tenéis el poder de cambiar el mundo y aún así no actuáis". A su petición se suman muchas otras, pero aún hay hueco en la pared para apretar los tornillos a los países y empresas que no cumplen.
Una caseta siempre vacía
Salto a la Zona Azul, la de los business. Aquí, en dos pabellones, el 8 y el 6, cada país instala su tenderete. Unos muy preciosos, como el de Indonesia. Con sus sombrillas de colores y su estructura de bambú. Otros que presumen de mucho color verde, como el de China. Algunos más grandes que otros, como el de la India, con un gran despliegue de pantallas de alta definición. Pero justo detrás de este último, llama la atención un kiosko. En este caso no por las pantallas, aunque también las tiene, sino por la baja afluencia de público.
Se trata del stand de Gulf Cooperation Council, una unión de estados árabes del Golfo Pérsico (Bahrein, Kuwait, Omán, Qatar, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos), algunos de los principales países productores de petróleo. Escondido al fondo del pabellón 8, se encuentra este espacio que recibe escasos visitantes, por no decir ninguno. Cada país o alianza suele organizar charlas, recibir a personalidades y plantear temas de debate en torno al cambio climática. Actividades que se anuncian a través de pantallas digitales (el impreso en este evento internacional se lleva poco). Pero en este elegante y amplio espacio, en el que predominan el color blanco de las paredes, y un gran plasma a la entrada, no se ve a nadie. Será por motivos evidentes, pero no deja de ser curioso de visitar.