Es un fenómeno en auge. En los últimos años los huertos urbanos están proliferando por todo el mundo y en España ya se cuentan por miles. Según los expertos, a lo largo de la historia la aparición de la horticultura en las ciudades está relacionada con las crisis económicas, pero probablemente en esta ocasión tenga mucho más recorrido por tratarse de una actividad ligada al ecologismo, la preocupación por la salud y los movimientos sociales.
De hecho, los huertos urbanos parecen una gran idea desde muchos puntos de vista: reducen la huella ecológica de nuestra alimentación porque ofrecen productos de proximidad y, por lo tanto, evitan emisiones y contaminación; cambian el paisaje urbano, aportando zonas verdes; promueven el asociacionismo; tiene beneficios terapéuticos, educativos y sociales; y en algunas zonas pueden servir incluso para evitar escorrentías y riesgos de inundación.
Sin embargo, hay un punto débil revelado por numerosos estudios: los alimentos que se cultivan en los huertos urbanos están tan rodeados de contaminación que podrían ser mucho menos sanos de lo que parece.
Un estudio del Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla (IRNAS, centro del CSIC) dio la voz de alarma hace tan solo unos meses tras analizar los productos del Parque de Miraflores de la capital andaluza. Los investigadores hallaron que tanto en los suelos como en lechugas y habas había una concentración de plomo por encima del Nivel Genérico de Referencia (NGR) indicado por la Junta de Andalucía y por las normativas europeas.
No obstante, consideraban que no había motivo para la preocupación, ya que es necesario un consumo continuado y muy prolongado en el tiempo para que la toxicidad por metales pesados llegue a afectar a las personas.
Un huerto sevillano muy contaminado
Además, ofrecían una explicación para los altos niveles registrados de contaminación
registrados en estos huertos sevillanos: el terreno que ocupan fue un depósito de escombros que podrían contener pintura blanca en cuya composición antiguamente se usaban productos con plomo que en la actualidad están prohibidos. Probablemente por eso en otros huertos urbanos analizados en el mismo estudio el problema era menor.
En cualquier caso, los estudios internacionales no son muy alentadores. El hecho de que haya tráfico intenso junto a los cultivos hace que el contenido en metales supere los estándares europeos, según una investigación realizada en 2012 en los barrios del centro de Berlín (Alemania). Para los expertos esto ponía en duda que los productos obtenidos pudieran ser más saludables que los del supermercado. Lo mismo encontraron otros científicos en Bolonia (Italia) en 2015 al comparar huertos urbanos y rurales.
Los huertos de Madrid
Cuando investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid se pusieron a recoger muestras en jardines de la ciudad comprobaron que las concentraciones de metales variaban mucho según la ubicación y el historial de uso del suelo. El plomo y el cromo eran los elementos más peligrosos, según publicaron en 2015 en la revista Chemosphere. En general, concluían que no existía un gran peligro, pero dadas las diferencias entre unos lugares y otros, advertían de que en el peor de los casos la agricultura urbana podría presentar un "riesgo inaceptable". Ante esta situación, el experto Andrés Rodríguez optaba por la idea de realizar estudios previos
antes de lanzarse a poner huertos en cualquier lugar de la ciudad.
En un estudio más reciente, publicado a comienzos de este año, los mismos investigadores vuelven a advertir de que los cultivos más cercanos al tráfico acumulan más elementos nocivos, pero proponen darle la vuelta a la idea: esas plantas podrían convertirse en bioindicadores, es decir, pueden servir para medir la contaminación.
Tendencia favorable
No obstante, una tendencia juega a favor de los huertos urbanos y, probablemente, hará que en los próximos años disminuya el posible peligro que puedan entrañar: las ciudades se están tomando en serio el problema de la contaminación. Cada vez son más restrictivas con el tráfico y cada vez se venden menos coches diésel.
Probablemente, todo esto se notará en los suelos, que progresivamente presentarán mejores condiciones para la agricultura. De hecho, un reciente estudio realizado en Nueva Orleans (Estados Unidos) así lo indica. Aunque esta investigación no está directamente relacionada con los huertos urbanos, muestra cómo en los últimos años se ha reducido tanto el nivel de plomo en el suelo como en la sangre de los niños que viven en la ciudad.