Cuando en septiembre de 2017 una expedición ártica fotografiaba la impresionante estampa de unos 180 osos polares (Ursus maritimus) convergiendo para alimentarse de los restos una única ballena, los investigadores tuvieron los peores presagios. Un año después, sus temores se confirman: lo que presenciaron en la isla de Wrangel era el intento desesperado por sobrevivir a los veranos cada vez más cálidos en el Polo Norte y la lucha por un sustento cada vez más escaso.
El principal alimento de los osos polares son las focas, pero son incapaces de cazarlas sin un elemento adicional: el hielo, que les permite penetrar en el mar y atraparlas cuando se asoman a la corteza para respirar. En épocas de deshielo, según un trabajo de la Universidad de Washington publicada en Frontiers in Ecology and the Environment, estos enormes carnívoros han sobrevivido durante las épocas cálidas gracias a las carroñas de las ballenas varadas en tierra. Pero para cuando el Ártico se derrita por completo en verano, lo que se calcula que ocurrirá en 2040, no habrá suficientes para todos.
"Si la tasa de pérdida de hielo marítimo y el calentamiento global prosiguen sin freno, lo que le va a ocurrir al hábitat del oso polar excederá todo lo documentado en el último millón de años. La velocidad extrema a la que está ocurriendo este cambio hace que sea prácticamente imposible predecir el futuro"- alerta la bióloga marina Kristin Laidre, profesora de la Escuela de Ciencias Acuáticas y Pesqueras de la Universidad de Washington e investigadora del Centro de Ciencias Polares.
Los osos polares, voraces oportunistas, encuentran una fuente indispensable de grasa y proteínas en los cuerpos de las ballenas de Groenlandia (Balaena mysticetus) y ballenas grises (Eschrichtius robustus) muertas en el mar y arrojadas a tierra. Dadas las condiciones de preservación en el Ártico, un grupo de hasta 60 osos puede alimentarse de uno mismos restos durante varios años, regresando en función de las estaciones. El avistamiento en la isla de Wrangler, una comunidad que duplicaba el máximo observado hasta la fecha para un único cadáver, muestra la carestía a la que se están enfrentando por el auge de las temperaturas.
Para valorar hasta qué punto las ballenas varadas son una fuente de alimento alternativo a las focas para los osos, los investigadores calcularon la cantidad de carne y grasa de ballena necesitaría una población hipotética de 1.000 individuos a lo largo de un año. Después, se centraron en la abundancia de ballenas de ambas especies, particularmente en las costas de Chukotka (Rusia) y Alaska (EEUU). Establecieron que un 10% de los cetáceos fallece anualmente en el mar, y solo una pequeña parte de los cuerpos termina encallado en un lugar accesible para los osos.
Este análisis les ha permitido concluir que los 1.000 ejemplares de su hipótesis necesitarían consumir a lo largo de los meses veraniegos sin hielo aproximadamente ocho ballenas. Pero en primavera, cuando los osos polares engordan para recuperar las carencias del invierno, requerirían hasta veinte. Afortunadamente, el mar de Chukotka proporcionaría esta cantidad según los datos recogidos a largo plazo, pero los investigadores alertan de que el ecosistema entero está cambiando por efecto inmediato de hombre.
Así, no todas de las 19 poblaciones de osos polares censadas en el Ártico tendría el garantizado el mismo acceso a las ballenas de Chukotka. Y el tránsito de buques, las plataformas offshore y la colonización que se están produciendo aprovechando el calentamiento alteran igualmente esta dinámica. "El comportamiento carroñero con grandes cadáveres de ballenas es sin duda importante para los osos en determinadas áreas y puede amortiguar la pérdida de hielo"- concluye Laidre. "Sin embargo, no podrán compensar a las focas a medida que el Ártico se derrite por completo. Los cambios son demasiado grandes y las ballenas, demasiado pocas".
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