Los orangutanes son unos de nuestros primos evolutivos. Dentro de la familia de grandes primates estamos los humanos, los chimpancés, los bonobos, los gorilas y los orangutanes. Con estos últimos compartimos el 97% del ADN.
Por eso no es de extrañar que la crianza de sus retoños sea muy parecida a la nuestra. El embarazo dura unos ocho meses y medio, una cifra similar a la humana. Normalmente nace una única cría por parto, que suele pesar 1,5 kilogramos, y son tan pequeñas que caben en la palma de la mano.
Como ocurre con los humanos, los recién nacidos no son capaces de levantar sus cabezas al nacer, tienen poco vello, escasa masa muscular, caras arrugadas y ningún diente.
Durante los primeros años de vida necesitarán a su madre para comer, desplazarse y aprenderlo todo del mundo que les rodea. De esta forma, su desarrollo infantil se alargará hasta los diez años.
Adolescencia primate
La primera etapa dura aproximadamente hasta que cumplen tres años. En los primeros meses de vida se agarran fuertemente al pecho de sus madres. A los tres meses combinan la lactancia con las frutas, que las madres les mastican previamente para que no se atraganten.
Con cuatro años, los jóvenes orangutanes empiezan a buscar su propia comida, a moverse sin su madre y a construir sus lugares para dormir. A los siete años empieza su adolescencia, se desplazan y se suele producir la independencia de sus progenitoras.
En ese momento, cuando el retoño ya es lo suficientemente maduro como para dejar el hogar, la madre vuelve a quedarse embarazada. Este largo intervalo de tiempo provoca que solo tenga tres o cuatro hijos en toda su vida fértil, que dura hasta los 30 años.