Los cefalópodos son animales extremadamente inteligentes. Esto se debe a que poseen un cerebro de gran tamaño que les permite resolver enigmas complicados, aunque si en su mente está resonando el nombre del pulpo Paul quizás no deberían tomarlo como ejemplo, pues su capacidad de predicción tuvo más de estadística y de casualidad que de inteligencia o superpoderes.
Lo que sí que sirve como ejemplo de la brillantez de estos animales es su capacidad para comunicarse entre sí a través de un curioso lenguaje de signos.
De nuevo puede que en su mente se haya formado una peculiar imagen en la que dos pulpos se comunican a través de una serie de rápidos movimientos de sus tentáculos, pero lamentablemente vuelve a ser un error, pues realmente este lenguaje consiste en diversos cambios en el color de su piel que se asocian a mensajes concretos.
50 años de enigma
Lo ha demostrado un estudio llevado a cabo por científicos de la Universidad Nacional Tsing Hua de Taiwan publicado recientemente en Journal of Neuroscience. El trabajo se basa en los experimentos del fisiólogo B. B. Boycott, que ya en los años 60 demostró que el cerebro de las sepias era el centro de control encargado de cambiar el color de su piel.
Para llegar a esta conclusión, previamente había aplicado una corriente eléctrica suave sobre diferentes regiones cerebrales, comprobando el efecto que esto tenía sobre el animal. Y eso mismo fue lo que hizo este equipo de investigadores taiwaneses, que aplicaron electrodos en diferentes partes del lóbulo óptico del calamar ovalado.
Los resultados en un principio parecían predecibles, pues se esperaba comprobar que diferentes zonas del lóbulo se corresponderían a los cambios de color situados en cada una de las partes del cuerpo del animal. Sin embargo, comprobaron que no era exactamente así; pues, en algunos casos, al estimular regiones diferentes el resultado era el mismo, como si una misma zona corporal estuviese representada en distintos puntos del lóbulo óptico.
Sorprendidos por los resultados, decidieron centrar su atención en los músculos encargados de liberar el pigmento y, voilá, ahí estaba la respuesta, ya que observaron que, efectivamente, al inducir la corriente en los distintos puntos del lóbulo óptico se conseguía que una misma parte del cuerpo liberara pigmentos diferentes.
El próximo paso: entender el idioma
Aunque los distintos tipos de pigmentación empleados no parecían ser muy variados, con sólo 14 patrones diferentes, estos investigadores observaron que los combinan de formas diferentes, formando un intrincado lenguaje cuyo desciframiento será su siguiente paso.
Para ello, se están dedicando a grabar los diferentes cambios de su piel, prestando atención a los comportamientos asociados a cada patrón.
¿Quién sabe? Quizás logren entenderlos tan bien que algún día el siguiente pulpo vaticinador de campeonatos futbolísticos pueda decirnos directamente que nos dejemos de predicciones, que él sólo quiere la comida de la urna y quién gane o quién pierda le importa un pimiento.