La llegada anoche de la embarcación faenera Minchos IV al puerto de El Cudillo en Asturias nos dejaba una curiosidad biológica más que notable: una pareja de pescadores había capturado de manera fortuita un calamar gigante que alcanzaba los 10 metros de largo y superaba los 150 kilos de peso.
Se trata de un magnífico ejemplar de calamar gigante hembra (Architeuthis dux) relativamente comunes en las profundidades de estas aguas atlánticas y, como suele suceder en estas ocasiones, siempre hay alguien que se hace la pregunta que encabeza este artículo... 150 kilos de calamar ¿a cuánta gente se podría alimentar con un bicho así?
La respuesta más rápida y sencilla es cero, a nadie. Este tipo de cefalópodos no son aptos para el consumo humano y hasta ahora el único depredador que sabemos que es capaz de alimentarse de ellos es el cachalote.
Para conocer las peculiaridades de estos gigantes de las profundidades y, sobre todo, las causas por las cuales no podemos conseguir una buena ración rebozada en ningún restaurante, nos ponemos en contacto con Juan Ignacio Pérez, Catedrático de fisiología animal en la Universidad del País Vasco.
Existen dos buenas razones por las cuales no son comestibles para nosotros, explica a EL ESPAÑOL el profesor Pérez. La primera es su alto contenido en amoniaco. Los calamares gigantes poseen una cavidad denominada celoma que distribuye por todo su cuerpo un líquido rico en amoniaco. Con él consiguen mayor flotabilidad y pueden descender a grandes profundidades. La gran desventaja de este sistema de flotabilidad para los humanos es que el amoniaco desprende un fuerte mal olor e impregna con un pésimo sabor toda la carne del cefalópodo.
No obstante, algunos aventurados han intentado cocinar el calamar gigante en diversas ocasiones con resultados igualmente decepcionantes. Es aquí donde llega la segunda razón por la que no serían de nuestro agrado: la carne de este tipo de calamares del género Architeuthis dista mucho de la de sus primos más pequeños y resulta demasiado "gomosa" y prácticamente "inmasticable".
"De vez en cuando pasaba la lengua brevemente por aquella piel lisa y limpia. Tenía que hacer de tripas corazón, pero sólo realizaba aquella operación con animales que tuvieran un aspecto fresco y sano. Se trataba de descubrir si el tejido contenía amoniaco. Como los animales no olían a ese producto, y el no disponía de un laboratorio, sólo le quedaba su sentido del gusto para comprobarlo. Los calamares que tienen mucho amoniaco en sus tejidos pueden flotar ingrávidos, y eso era válido incluso para los más grandes, los calamares gigantes".
El párrafo anterior pertenece a un pasaje de la novela El Rojo escrita por el reconocido biólogo alemán Bernhard Kegel y relata las peripecias por las que tuvo que pasar su protagonista en sus intentos de probar la carne de calamares gigantes varados en las costas del Atlántico. Como podéis comprobar en el texto, la experiencia gastronómico-biológica de ir lamiendo, probando y comiendo pequeños trozos de tentáculos fue un completo desastre y una amarga experiencia para el improvisado catador.
Pero no desesperemos... existen otras clases de calamares gigantes con los que podríamos hacer la prueba del título y, aunque no llegan a las dimensiones de los Architeuthis, su tamaño no es nada desdeñable.
Nos referimos a los calamares de Humboldt (Dosidicus gigas) que en muchos casos alcanzan los dos metros de largo con más de 40 kilos de peso. Son los calamares más abundantes en las aguas del Pacífico Oriental y su pesca ha significado una interesante salida a la crisis de los pescadores de la zona ,gracias a la potente demanda del mercado asiático.
Con estos grandes calamares sí que podríamos hacernos una idea aproximada de la cantidad de personas a las que podríamos alimentar con él. Tomando además unos 250 gramos como la ración más frecuente en los bares, restaurantes y chiringuitos patrios, y después de hacer una buena limpieza del calamar, resulta que con uno solo de estos cefalópodos podríamos sacar adelante fácilmente unas 140 raciones de calamar de Humboldt... no está nada mal, para un solo ejemplar.