Los misticetos son una familia animal asombrosa, que abarca desde las ballenas francas y los rorcuales a las ballenas jorobadas y la ballena azul, el animal de mayor tamaño que jamás ha existido sobre la faz de la Tierra. Hace 50 años, se descubrió que eran capaces de comunicarse entre ellas a pesar de las distancias y la turbidez de las profundidades oceánicas mediante vocalizaciones complejas. Sin embargo, el modo en el que producen estas 'canciones' seguía siendo un misterio.
Ahora, un estudio que publica la revista Nature resuelve el enigma. Esta familia de ballenas ha desarrollado estructuras únicas en su laringe, que les permiten realizar vocalizaciones de baja frecuencia pero limitan al mismo tiempo su rango de comunicaciones. El hallazgo es más importante aún por la dificultad para estudiar a estos animales: solo puede hacerse con cadáveres de ballenas varadas, y sus tejidos se descomponen rápidamente.
"Estas ballenas evolucionaron a partir de mamíferos terrestres con una laringe que tenía dos funciones: proteger las vías aéreas y producir sonido", explica el profesor Tecumseh Fitch del Departamento de Biología Cognitiva y del Comportamiento en la Universidad de Viena (Austria). "Sin embargo, su transición a la vida acuática impuso nuevas y exigentes necesidades para la laringe, para evitar que murieran ahogados bajo el agua".
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Así, la laringe de la ballena tuvo que desarrollar estructuras únicas para vocalizar. Los cartílagos llamados aritenoides situados a ambos lados del órgano son muy distintos a los de los humanos. "Se han transformado en largos cilindros fusionados por su base, formando una estructura rígida en forma de gran 'U' que prácticamente rodea la laringe", explica el profesor Coen Elemans, del Departamento de Biología de la Universidad de Dinamarca del Sur. "Esto les permite mantener una vía rígida abierta cuando mueven mucho aire durante su respiración explosiva al emerger".
Esta estructura en forma de 'U' reposa contra "un gran cojín de materia grasa en el interior de la laringe", explica Elemans. "Cuando la ballena empuja el aire de sus pulmones a través de este cojín, comienza a vibrar y genera sonidos submarinos de muy baja frecuencia". Gracias a las organizaciones que se ocupan de las ballenas varadas en Escocia y Dinamarca, los investigadores pudieron obtener los órganos de una sei, una minke y una jorobada.
A partir de estos restos, los investigadores elaboraron modelos informáticos en 3D de la laringe de la ballena y sus músculos. Eso les permitió simular qué sonidos a baja frecuencia se podían modular físicamente. También les brindó otros resultados que no se podían medir en laboratorio, como la amplitud de frecuencia. Al término, los científicos habían logrado predecir con mucha precisión los sonidos de estos animales.
Sin embargo, también revelaron las limitaciones fisiológicas de este tipo de comunicación. Los investigadores obtuvieron la primera evidencia de que no son capaces de escapar del ruido antropogénico, que enmascara sus sonidos y acorta su alcance. "Lamentablemente, el rango de frecuencia y la profundidad máxima de comunicación que hemos previsto -unos 100 metros- se solapa por completo con el ruido provocado por el hombre por el tráfico mercante", valora Elemans.
"Comparándonos con los setenta, cuando Roger y Katy Payne grabaron por primera vez las canciones de las ballenas, nuestros océanos se han llenado aún más de sonidos provenientes de los grandes buques, las perforaciones del lecho marino y los dispositivos sísmicos. Necesitamos una reglamentación más estricta, porque las ballenas dependen del sonido para comunicarse. Y ahora sabemos que ni siquiera con su asombrosa fisiología pueden escapar del ruido de los humanos", concluye.