Las jóvenes informáticas que innovan desde Cáceres y Murcia: "Sin precariedad España sería puntera"
Las investigadoras Mercedes Paoletti y Aurora González han sido galardonadas por aplicar Inteligencia Artificial a la gestión medioambiental.
21 noviembre, 2022 02:24Los caminos de Mercedes Eugenia Paoletti Ávila, investigadora de la Universidad de Extremadura, y Aurora González Vidal, investigadora postdoctoral Margarita Salas de la Universidad de Murcia y el Informatics and Telematics Institute (ITI-CERTH) en Salónica (Grecia), han discurrido en paralelo hasta encontrarse en los Premios de Informática 2022, otorgados por la Sociedad Científica Informática de España (SCIE) y la Fundación BBVA. Ellas se encuentran entre los seis Jóvenes Investigadores galardonados este año por sus proyectos, en los que aplican la Inteligencia Artificial a la gestión medioambiental y la eficiencia energética.
Se acaban de conocer, pero la complicidad entre ambas ha sido inmediata. "Estos premios no solo reconocen nuestro trabajo, demuestran que en Extremadura y Murcia se están haciendo cosas", se enorgullece Mercedes. Aurora asiente: "Hoy en día no necesitas ir a Silicon Valley. En España tenemos las herramientas, la gente y las conexiones. Lo que necesitamos son inversiones y recursos, mejorar las relaciones entre centros y departamentos". Y los investigadores reclaman estabilidad. "Somos punteros en algunas áreas, pero lo seríamos más sin la precariedad".
Sus trabajos también se entrelazan. Mercedes, "más teórica", genera algoritmos de teledetección que permiten extraer información de imágenes hiperespectrales, tomadas por satélite, dron o a pie de campo. Esto permite una agricultura y una minería inteligente que gestione mejor recursos como el agua, y prevenga riesgos como los incendios o las inundaciones de forma automatizada. Aurora lleva este proyecto al 'Internet de las Cosas', una investigación prioritaria en el contexto de la crisis climática. Se trata de "encontrar mecanismos para anticiparnos al desastre", explica, en focos como la contaminación del Mar Menor.
Tienen algo más en común: despuntar en carreras en las que las mujeres todavía son minoritarias. "Yo estudié matemáticas y éramos casi 50%-50%", explica Aurora, que decubrió la programación al hacer las prácticas de una consultoría estadística de la universidad. En informática, sin embargo, la disparidad es mucho mayor. Según su experiencia, "si una chica no decide estudiar informática es porque no se lo ha planteado, y nadie se lo ha sugerido". Por ello, revindica el "papel representativo" de las "pocas profesoras" que hoy ejercen. "Si una joven ve que los profesores son todos hombres y mayores, quizás piense que ése no es su sitio", reflexiona.
Mercedes llegó a la carrera tras valorar las salidas profesionales, y por "un cliché", cuenta entre risas: "Me gustaba trastear con los cables de la tele de mi abuelo". Según relata, eran tres chicas al empezar y solo dos al terminar. "Ahora todos mis alumnos son chicos. Nos hemos llevado siempre bien, con nuestras cosas de informáticos, 'especialitos'... ¡Mira, otro cliché! [Ríen]". La enseñanza, sin embargo, es ámbito de "normalización", cuenta. "Yo trato de transmitir mi pasión, lo bonito que es hacer un algoritmo. El profesor que te marca es que le pone ganas. Cuando estás delante de una clase no hay diferencia entre chicos y chicas. ¡Son todos enemigos! ¡Pero eso no lo pongas!", exclama, mientras siguen las risas.
Tecnología e interacción social
Facilitar el acceso a la tecnología y optimizar su interacción con la sociedad es otro de los puntos en los que sus investigaciones confluyen. "En Extremadura tenemos lugares a las que Internet llega mal, a lo que se suma una población envejecida. No podemos apostarlo todo por automatizarlo", sostiene Mercedes. "Si no podemos garantizar que mi abuelo en el pueblo acceda a una aplicación bancaria, la tecnología no sirve". Aurora concuerda: "Las máquinas podrán reemplazar a cinco personas en una caja, pero debe quedar una para guiar en el proceso. Es una labor esencial: necesitamos intermediarios entre la tecnología y el ser humano".
Los problemas éticos que plantean la cesión de datos personales y la privacidad también son retos a resolver. "Utilizamos tanta tecnología y de forma tan orgánica que no somos conscientes de lo que damos y recibimos", reflexiona Aurora. "Los datos que proporcionamos son muy valiosos, y lo justo sería proporcionar al usuario capacidad de decisión sobre cuánto quiere compartir". Para Mercedes, debe existir "un balance bien descrito" entre el usuario "que acepta todo sin leerse los términos y condiciones, que son hojas interminables", y el que "no quiere dar ningún dato" pero aún así reclama funcionalidades individualizadas.
Un sistema a mejorar
Las investigadoras señalan la paradoja de la cantidad de datos personales que se están manejando en redes con fines comerciales, frente a las reticencias sociales que persisten en España para proporcionarlos con fines sanitarios o de sostenibilidad. La gestión de medidas de ahorro energético como la temperatura en los lugares de trabajo, o de salud pública como ha ocurrido en la pandemia, podrían realizarse de forma optimizada y en base a datos personalizados si hubiera voluntad para ello. "Marcar 27ºC de mínima es una medida política, pero no de inteligencia", zanjan.
La propia tecnología debe aspirar a un modelo más eficiente para contribuir a solucionar los problemas a los que se enfrenta el planeta. "Trabajamos para reducir el enorme consumo del machine learning, grandes centros de datos a pleno rendimiento todos los días", explica Mercedes. "Pasamos de apostar por el software más potente al más eficiente y sostenible". Pero también se puede lograr un inmenso ahorro a nivel pequeño, apunta Aurora: "Un sensor que recoge datos continuamente, los manda y archiva, supone un gran gasto energético. Pero podemos comprimir esa información sin perder datos y sin tener que mandarlo todo a la nube".
El principal obstáculo para la investigación, en cualquier caso, es la "agotadora" situación de precariedad que implica el modelo. "Tienes el doctorado, pues te exigen el postdoc. Quieres una beca mejor, pues tienes que irte otros dos años. Y luego, los cambios de baremo en mitad de la carrera...", enumera Aurora. "La recompensa es enorme, pero la carrera investigadora está llena de trabas", confirma Mercedes. "Si quieres ayudas, necesitas el mejor currículum, con más publicaciones, más citas... Sacrificas tanto durante tanto tiempo, y aún así no tienes nada asegurado".