Durante años se han vendido cientos de miles de CDs de música clásica con bebés sonrientes en la portada debido al llamado 'efecto Mozart', según el cual escuchar la música del célebre compositor austriaco es beneficioso para desarrollar la inteligencia. ¿De dónde viene esta idea y qué tiene de real? Como en muchos otros mitos, su origen está en un estudio científico cuya interpretación se nos ha ido de las manos.
La revista Nature publicó en 1993 un estudio de la Universidad de California en Irvine sobre razonamiento espacial. En un experimento, un grupo de estudiantes que habían escuchado la Sonata para dos pianos en re mayor, K. 448 de Mozart hicieron mejor una prueba que requería doblar y cortar papeles frente a otros que simplemente habían escuchado instrucciones para relajarse o nada en absoluto.
Era una pieza concreta escuchada por un grupo de alumnos universitarios a los que se les pedía realizar una tarea específica. Y, encima, el efecto sólo duraba 15 minutos según los investigadores. Demasiado pobre para sacar grandes conclusiones por mucho que lo publicase una de las grandes revistas científicas. Además, los resultados no decían nada sobre un incremento de la inteligencia.
Sin embargo, empezaron a aparecer artículos en prensa que no se cortaban un pelo al sacar sus propias conclusiones: Mozart te hace más listo, venían a decir. La bola fue creciendo y de algún modo derivó hacia la juventud, la infancia y los bebés, alcanzando incluso a los fetos: "Escuchar música de Mozart mientras está en el útero, hace que el bebé nazca más inteligente que sus compañeros de generación”. Y todo a pesar de que no existiese ningún estudio sobre estas edades.
Pero casi siempre llega alguien para dar el empujón definitivo a una teoría para que adquiera la categoría de verdad indiscutible socialmente y esta vez fue Don Campbell, autor del libro El efecto Mozart, publicado en 1997, con el nada pretencioso subtítulo: ‘Aprovechar el poder de la música para sanar el cuerpo, fortalecer la mente y liberar el espíritu creativo’. Toma ya.
Se ve que la cosa funcionó, pero siempre es más rentable centrarse en los niños y sobre todo venderle cosas a sus padres para que se convenzan de que son los más listos. Así que, pocos años después, publicó El efecto Mozart para niños. Despertar con música la mente, la salud y la creatividad de los más pequeños.
En realidad, todo tenía una antecedente notable. Ya a mitad del siglo XX el otorrinolaringólogo y psicólogo Alfred Tomatis comenzó a teorizar acerca de la capacidad de la música para curar y, en particular, sobre que Mozart podía tener efectos positivos frente a disfunciones cerebrales. La comunidad científica rechaza hoy en día los métodos de este controvertido personaje, pero sin duda también tuvo su grado de influencia a la hora de extender estas ideas.
Y para rematar nada mejor que los políticos metiendo baza. Un gobernador de Georgia decidió regalar un CD de música clásica a cada madre primeriza de su estado. Y en Florida, que no iban a ser menos, pensaron en superar la ocurrencia con una medida mucho más efectiva: ponerla en las guarderías.
¿Qué dice la ciencia en realidad?
En 2007 un informe del gobierno alemán revisó sistemáticamente la literatura científica sobre la relación entre escuchar música e inteligencia. La conclusión era contundente: escuchar a Mozart "o cualquier otra música" no hace más listo a nadie de acuerdo con las investigaciones que han realizado hasta ahora. Lo única puntualización era que sería necesario realizar más estudios a largo plazo para saber si tiene alguna influencia en el coeficiente intelectual.
Las conclusiones, que citaban el "controvertido" estudio de 1993 como origen del interés por esta área científica, también fueron publicadas por Nature y denunciaban que el llamado 'efecto Mozart' no es más que "una herramienta de marketing para la industria de la música".
En 2010, un artículo de la revista Intelligence insistía en ello. Psicólogos de la Universidad de Viena revisaron casi 40 estudios en los que habían estado implicadas unas 3.000 personas. Los resultados sobre el razonamiento espacial de la sonata K. 448 no se podían replicar y mucho menos se podía afirmar que ésta mejorase el rendimiento intelectual.
En declaraciones a la prensa, el investigador responsable del estudio, Jakob Pietsching, lo dejaba claro salvaguardando el buen nombre de su ilustre compatriota: "Recomiendo a todo el mundo que escuche música de Mozart; pero la expectativa de que con ello van a mejorar sus capacidades cognitivas no se va a cumplir".
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