Las pseudociencias siguen presentes en la sociedad española pese a las constantes denuncias de pacientes y colectivos 'antimagufos'. El caso más reciente ocurrió en Girona hace apenas unas semanas. Una mujer falleció por un cáncer de mama tras seguir las recomendaciones de un curandero. Y lo más grave: ciertas prácticas no demostradas científicamente se han practicado en hospitales públicos durante la última década. Es el caso del reiki, una pseudoterapia habitual que ha adquirido cierta fama en los últimos años.
Esta creencia de origen nipón fue inventada en 1920 por el japonés Mikao Usui. El sensei afirmó haber alcanzado la iluminación y la capacidad de transmitir energía con sus manos tras una ascensión al monte Kurama, en Kioto. En sus casi cien años de existencia, no hay evidencias científicas que demuestren su eficacia en tratamientos como el cáncer, más allá del alivio pasajero que produce una sesión de meditación.
Los practicantes de estas pseudoterapias se aprovechan de la debilidad de los pacientes en circunstancias complicadas. No hace falta ser especialmente susceptible a dichas creencias para abandonarse a ellas. Un estudio estadounidense de 2001 del American Journal of Psychiatry demostró que alrededor de un 20% de personas diagnosticadas con ansiedad o depresión utilizan alternativas pseudocientíficas a su tratamiento. Una parte de ellos sustituía completamente las prescripciones médicas por estas creencias.
De Kioto a Navarra
Amaia -un nombre falso- es una de las españolas que practican o han practicado reiki. Siempre ha sido muy nerviosa, y a través de un conocido contactó con una practicante. "Te pones en una situación de mucha relajación. No creo que sea una alternativa ni mucho menos, pero es verdad que llegas a un punto de relajación muy alto". Este bienestar inmediato es uno de los mayores peligros para los pacientes que, como Amaia, se encuentran en una situación de tensión constante. Es fácil optar por abandonar tratamientos mucho más desagradables como la quimioterapia ante esa falsa sensación de mejora.
"Que el reiki tenga algo positivo, incluso en lo referido a la relajación, no tiene fundamento alguno más allá del momento. Esa magia en un contexto sanitario es intolerable: aquí no se hace magia, no se hacen ritos ancestrales para curar a la gente. Aquí se ofrece ciencia", reivindica Vicente Baos, médico de atención primaria en el Centro de Salud de Collado Villalba-Pueblo y autor del blog de divulgación El Supositorio.
Amaia describe el procedimiento estándar para enganchar a futuros adeptos al reiki tal y como se lo contó su practicante: "Hacían cursillos en Pamplona que les enseñaban a transmitir energía, a relajarse... [La practicante] sí que era un poco más mística, por así decirlo. Creía en la brujería. El curso lo hacían desnudos: duraba un fin de semana en el que iban a algún sitio", relata.
Las asociaciones de reiki se reúnen durante períodos cortos de tiempo para realizar "cursillos". Hay varios niveles de maestría. La superación de los cursos depende de lo abierto que estés "a recibir o dar energía". Dicho de otra manera, de si te lo crees o no.
Creencias sin validez científica en aulas y hospitales
Este es un año agridulce en la lucha contra la pseudociencia y las terapias alternativas en España. En abril de 2018 el departamento de la facultad de Farmacia de la Universidad de Salamanca decidió prescindir de la asignatura optativa de 'Medicamentos homeopáticos', convirtiéndose en la última universidad pública del país en ofertar este tipo de estudios. Una buena noticia que coincidió con la regulación de hasta 1500 productos homeopáticos en farmacias. Esta medida se adoptó a través de una orden ministerial de la exministra de Sanidad Dolors Montserrat, recientemente nombrada portavoz del PP en el Congreso de los Diputados. Ella misma se vio forzada a reconocer que estos medicamentos, situados en un limbo legal desde 1994, no presentaban "evidencias terapéuticas".
Es lo mismo que apunta esta revisión publicada en la revista The Cochrane Database of Systematic Reviews en 2015. La conclusión principal sobre los efectos del reiki sobre la ansiedad y la depresión es meridianamente clara: no existen evidencias científicas que demuestren que el reiki sirve para tratar estos trastornos.
Esta terapia alternativa tuvo una alarmante permeabilidad en el sistema sanitario público a comienzos de esta década. En prestigiosos hospitales públicos del país como La Paz, Doce de Octubre o Ramón y Cajal se permitió que fundaciones privadas ofreciesen esta pseudoterapia a los pacientes. "Se presentaban como asociaciones de voluntarios. Casi siempre había alguien en la dirección, sobre todo en enfermería, que no conocía el tema que decía 'ah, pues muy bien, pues venid'", explica Baos.
Incluso en los tablones de anuncios de estos hospitales se permitía la publicidad sobre cursos de reiki. No fue hasta mediados de 2017 cuando el Gobierno de la Comunidad de Madrid prohibió cualquier atisbo de promoción o prácticas de medicina alternativa en sus instalaciones sanitarias.
Una de estas asociaciones es la Fundación Sauce. En la portada de su web se asegura que su principal objetivo es la "felicidad plena de la humanidad". A continuación adjuntan un enlace de PayPal para recibir donativos. También incluyen información sobre su ONG, cuya sede social se encuentra en Managua, Nicaragua. Su promotor, John Curtin, es presidente de la Federación Española de Reiki.
En esta web se publican numerosos artículos científicos para tratar de probar la eficacia del reiki en enfermedades como el cáncer. Algunos estudios provienen de la propia Fundación Sauce, otros de centros claramente posicionados a favor de la medicina alternativa (como este departamento de la Universidad de Maryland, Estados Unidos). Se trata de investigaciones cuya invalidez es fácilmente demostrable debido al sesgo interesado bajo el que operan.
Es lo que prueban con su estudio Janine Joyce y Peter Herbison, del Departamento de Medicina Preventiva y Social de la Universidad de Otago, la más antigua de Nueva Zelanda. Joyce y Herbison seleccionaron diversos papers a favor del reiki que se realizaron desde los inicios del milenio para demostrar su falsedad.
Estos estudios trataban de probar los beneficios del reiki con muestras aleatorias de pacientes diagnosticados con depresión o ansiedad. Los investigadores neozelandeses determinaron su parcialidad a través de la distribución de la muestra, la manipulación del resultado final, la escasa complejidad de los datos, informes cualitativos selectivos, etcétera.
Pero para acabar con el mito del reiki no hace falta realizar grandes estudios cuantitativos. A Emily Rosa (Loveland, Colorado, Estados Unidos) no le tembló el pulso cuando en cuarto de primaria le mandaron hacer un proyecto de ciencia. Situó una lámina de cartón sobre una mesa de forma vertical. A un lado se situaba la niña; al otro, un terapeuta de reiki. La altura del cartón, con dos agujeros, impedía que tuviesen contacto visual. El experimento consistía en que el maestro reiki introdujese sus manos por los agujeros, con las palmas hacia arriba, y tratase de percibir algún tipo de energía. La niña situaba una de sus manos sobre la palma izquierda o derecha del sujeto, sin llegar a tocarle. El maestro tenía que decir entonces sobre cuál de sus propias manos estaban las de Rosa. Solo acertó un 44% de las veces. Rosa se convirtió en la autora más joven en firmar un artículo de investigación en la prestigiosa revista de la Asociación Médica Americana.
Tras el fallecimiento del 'iluminado' Mikao Usui, su sucesor abrió la primera clínica de reiki en Japón. La creencia llegó a Occidente años más tarde de la mano de Hawayo Takata, una estadounidense afincada en Hawai. En este archipiélago fundó la primera escuela de reiki fuera de Japón. A partir de entonces se extendió por el resto del continente americano y Europa.
La lacra del reiki en los hospitales públicos españoles continúa, a pesar de las nuevas regulaciones: en 2017 se detectó a un posible profesional en el Virgen de la Arrixaca, Murcia, que ofrecía estos servicios.