Sin Ley de Memoria Histórica que valga, los neoyorquinos han decidido retirar de su famoso Central Park un monumento incómodo. En realidad, deberíamos estar hablando casi de un héroe de la medicina, considerado el padre de la ginecología, inventor y pionero en técnicas quirúrgicas. Hasta ahora, una estatua erigida en 1934 en el parque más conocido del mundo parecía hacer justicia a sus méritos.
Sin embargo, James Marion Sims tiene una mancha en su expediente demasiado grande: operó sin anestesia al menos a una decena de esclavas negras. Por eso, activistas por los derechos humanos clamaban desde hace tiempo por la desaparición de la efigie.
Este ilustre personaje nació en 1813 en Carolina del Sur, así que la mayor parte de su vida transcurrió en unos Estados Unidos donde había amos y esclavos. Tras formarse como médico en Filadelfia, comenzó a ejercer su profesión en Montgomery, la capital de Alabama, y desde el principio se interesó por introducir nuevas ideas, procedimientos e instrumentos en la práctica clínica.
Su prestigio como cirujano llegó a ser tan grande que pasó de tratar a esclavos en su país a tener como pacientes a miembros de la nobleza y de la realeza europeas, como Eugenia de Montijo, emperatriz consorte de los franceses tras su matrimonio con Napoleón III. Como inventor, creó decenas de instrumentos, entre ellos, un espéculo vaginal para examinar la vagina y el cuello uterino.
En aquella época, a consecuencia de traumatismos sufridos en el parto, algunas mujeres sufrían fístulas entre la vejiga y la vagina, lo que les provocaba pérdidas de orina. Desde que los partos se realizan en instalaciones hospitalarias, bajo la supervisión de profesionales con los conocimientos adecuados y a veces con cesárea, en los países desarrollados este problema ha desaparecido, pero el primer paso lo dio Sims, que pensó en cerrar los agujeros de las fístulas mediante cirugía.
Llevadas por sus amos
Como nadie lo había hecho hasta entonces, tenía que experimentar y para hacerlo no se le ocurrió otra cosa que solicitar la ayuda de propietarios de esclavos para que le llevasen a mujeres afroamericanas con este problema. En sus escritos nombra a tres de ellas: Anarcha, Betsy y Lucy. No parece que le pidiera consentimiento a nadie más que a sus amos.
El caso de Anarcha fue el más decisivo para la historia y está bien documentado. Con sólo 17 años sufrió un terrible parto que duró tres días y después quedó en manos de Sims, que le practicó un montón de operaciones durante años hasta que por fin dio con la solución usando una sutura de plata para cerrar las fístulas.
El debate de la anestesia
No cabe duda de que tanto ella como sus compañeras sufrieron dolores horripilantes en estas cirugías mientras las mantenía atadas a la cama. El doctor les daba opio, pero sólo al finalizar las intervenciones. El debate sobre si pudo usar anestesia ha llegado hasta nuestros días. Precisamente, el éter comenzó a utilizarse como anestésico casi a la vez que ocurrían estos hechos, entre 1845 y 1849, pero aún no era algo aceptado en la práctica quirúrgica y es probable que él ni siquiera conociera esta utilidad, según las conclusiones de una reciente revisión académica.
En cualquier caso, el éxito que tuvo con Anarcha hizo que algunas mujeres blancas se pusieran en sus manos, con fatales consecuencias, puesto que ninguna de ellas sobrevivió –sólo una, según algunas fuentes– a la primera operación.
Poco después Sims se muda a Nueva York, funda el pionero Hospital de Mujeres y sigue perfeccionando su técnica, pero aunque pasan los años sigue sin usar anestesia, puesto que las cirugías que practicaba no eran "lo suficientemente dolorosas como para justificar el problema y el riesgo de asistir a su administración", afirmó en una conferencia. Sin embargo, algunos creen que sí la empleaba con mujeres blancas.
En Europa
Cuando estalla la Guerra Civil de Estados Unidos, en 1861, decide huir a Europa. Su fama le precede y viaja a Londres, París, Edimburgo, Dublín y Bruselas. Es entonces cuando le llaman para tratar a Eugenia de Montijo y el éxito le abre definitivamente todas las puertas. Además, también se hace popular porque practica la cirugía de Battey, que consiste en eliminar los ovarios, lo que se pensaba que ayudaba a combatir la epilepsia y la histeria. Esto último era idea de padres y esposos, claro.
A su regreso a Estados Unidos se dedicó a realizar obras benéficas para tratar de levantar un país devastado por la contienda. Finalmente, murió en Nueva York en 1883 y durante décadas gozó de una reputación intachable.
Decisión unánime
Sin embargo, a pesar de sus aportaciones a la salud de las mujeres, en los últimos tiempos su dudosa ética se ha convertido en el aspecto más discutido de su legado. Tras años de debate, el alcalde demócrata Bill de Blasio nombró una comisión para analizar símbolos neoyorquinos que causan controversias y, en este caso, los siete miembros que la forman votaron a favor de retirar la estatua de Sims del centro de la ciudad. Su nuevo lugar es el cementerio de Gree-Wood en Brooklyn, donde está enterrado el ahora ya no tan venerable padre de la ginecología.