El Dr. Moreau era un lunático que creaba seres híbridos entre los humanos y otras especies. Por suerte, no ha existido más que en la ficción creada por el autor británico H. G. Wells. Pero en esta idea, como en otras de sus obras, el escritor y biólogo demostró que sus mundos imaginarios no iban tan desencaminados de la vida real: si hoy no existen monstruos como los que fabricaba el Dr. Moreau, no es porque al personaje de Wells le hayan faltado imitadores.
Ilya Ivanovich Ivanov fue el fundador de la inseminación artificial veterinaria. A comienzos del siglo XX, esta técnica aún era una rareza tanto en humanos como en animales. Lo primero contaba con el rechazo eclesiástico, y ni siquiera los científicos estaban seguros de que la inseminación artificial no perdiera algún factor biológico esencial del coito natural. Cuando al médico alemán Hermann Rohleder un matrimonio le solicitaba una inseminación artificial, su método era esperar al otro lado de la puerta a que la pareja terminara la cópula para entonces entrar e inseminar rápidamente a la mujer.
Según el historiador de la ciencia Kirill Rossiianov, del Instituto de Historia de la Ciencia y la Tecnología de la Academia Rusa de Ciencias en Moscú, en la primera década del siglo pasado Ivanov puso a punto una técnica en animales con la que inseminó a cerca de 7.000 yeguas y más de 1.000 ovejas, convirtiéndose en el mayor experto mundial en la materia, consultado por criadores de caballos de todo el mundo. Ivanov contaba con el apoyo del régimen zarista y con el patronazgo de Ivan Pavlov, el primer científico ruso ganador de un premio Nobel.
Nuevas formas de vida
Pero Ivanov tenía otra inquietud: inseminar a unas especies con esperma de otras diferentes con la intención de "construir nuevas formas de vida, formas que no existían en la naturaleza", en palabras de Rossiianov. En la reserva natural de Askania-Nova, que albergaba multitud de especies de animales exóticos, Ivanov estableció una estación zootécnica donde obtuvo numerosos híbridos de distintas especies.
Sin embargo, el científico no se conformaba con crear híbridos de cebra y caballo. En el Congreso Internacional de Zoología celebrado en Graz (Austria) en 1910, Ivanov mencionó la posibilidad de inseminar a una hembra de simio con esperma humano. Según Rossiianov, de este modo se evitarían "las objeciones éticas que surgían inevitablemente en el caso de apareamiento natural".
Lejos de inspirar repugnancia, la propuesta de Ivanov fue aplaudida por otros científicos, algunos de los cuales ya manejaban ideas similares: Rohleder tenía planes de hacer lo mismo en la estación de primates que la Academia Prusiana de Ciencias abrió en 1912 en la isla de Tenerife. En 1924, después de una estancia en el Instituto Pasteur de París durante la cual ofreció varias charlas, Ivanov recibió una carta en la que los dos directores de la institución francesa juzgaban "posible y deseable" llevar a cabo los experimentos de hibridación humano-simio que proponía. Para facilitarle la realización de su proyecto, los directores del Pasteur ponían a su disposición la estación de chimpancés que el instituto poseía en Kindia, en la Guinea Francesa.
Con esta invitación, Ivanov acudió al gobierno ruso. El ahora régimen soviético recibió su propuesta con entusiasmo. Según Rossiianov, un representante del Comisariado de Agricultura juzgó que el proyecto de Ivanov sería "un golpe definitivo a las enseñanzas religiosas" y un valioso elemento de propaganda para "liberar a la clase trabajadora del poder de la Iglesia".
Inseminar a mujeres sin su permiso
Así pues, en febrero de 1926 Ivanov partía hacia África. Hasta su regreso a Rusia en julio de 1927, el científico y su hijo, que viajó con él como colaborador, inseminaron a tres hembras de chimpancé con esperma humano de donantes que las notas de los investigadores no identificaban. Naturalmente, no lograron que los animales quedaran preñados. Ivanov atribuía el fracaso a la dificultad de trabajar con chimpancés, por lo que durante toda su estancia en Guinea pugnó por conseguir una autorización para hacer el experimento inverso: inseminar a mujeres africanas en un hospital con semen de chimpancés, sin conocimiento de las pacientes para evitar trabas. Nunca obtuvo el permiso necesario.
A su vuelta a la URSS, Ivanov se llevó con él un grupo de simios a una nueva estación primatológica promovida por él mismo en Sukhum, en la costa del Mar Negro. Allí, según Rossiianov, "se concentró fuertemente en la inseminación de mujeres". Pero cuando la Academia Rusa de Ciencias supo que Ivanov había planeado inseminar a mujeres africanas sin informarlas, reaccionó con espanto e indignación. Por su parte, el investigador pretendía defenderse alegando que "las mujeres nunca habrían querido participar voluntariamente en los experimentos", y que en EEUU su proyecto había sido apludido por los periódicos progresistas y condenado por "los fascistas liderados por el Ku-Klux-Klan".
Por razones ideológicas, el proyecto de Ivanov recibió el apoyo de la Academia Comunista, que creó una comisión destinada a hacer realidad la inseminación de mujeres con esperma de simios. En este caso se decidió contar con voluntarias, que no cobrarían y permanecerían aisladas en Sukhum durante un año. Al menos una, G., escribió a Ivanov ofreciéndose a participar. Sin embargo, los planes se truncaron. En junio de 1929 murió Tarzán, un orangután que por entonces era el único simio de Sukhum en edad de procrear.
Comparable a las misiones lunares
Aunque el instituto lo suplió al año siguiente con cinco chimpancés, el clima político fue volviéndonse en contra de los científicos prerrevolucionarios como Ivanov. En diciembre de 1930 la policía secreta le arrestaba y le exiliaba a Kazajistán bajo el cargo de crear una organización contrarrevolucionaria. En febrero de 1932 se le exoneraba de la acusación, pero el 20 de marzo Ivanov moría de un derrame cerebral en la capital kazaja antes de poder regresar a su trabajo.
Según Rossiianov, el fin de la revolución cultural y el ascenso de la visión estalinista, culturalmente más conservadora, no sólo puso fin al proyecto de Ivanov, sino que incluso lo borró de la existencia durante décadas. Sin embargo, la idea de la hibridación humano-simio no murió con Ivanov. En 1971 el científico Geoffrey Bourne, entonces director de uno de los principales centros de primatología de EEUU, escribió: "es sorprendente que este tipo de hibridación [humano-simio] no se haya hecho ya". El mismo año, el profesor de biología de la Universidad de Yale Charles Remington comparó la importancia científica de este experimento con "la exploración de la Luna" o "los primeros trasplantes de corazón".
En 1981, el diario Chicago Tribune publicó que en 1967 científicos chinos lograron una gestación de tres meses en una hembra de chimpancé fecundada con esperma humano. La información venía confirmada por un representante de la Academia de Ciencias, Li Guong, que decía entonces: “En este momento planeamos organizar nuevas pruebas”. No ha vuelto a trascender nada de tales presuntos experimentos, pero el legado del Dr. Moreau sigue vivo.