Con el mundo al borde de la guerra nuclear, la diplomacia consigue juntar a los líderes de EEUU y Corea del Norte para un último y desesperado intento de diálogo. Mientras ambos hombres se estrujan la mano y se retan con la mirada, una sustancia, la oxitocina, está siendo bombeada discretamente en la sala. El ambiente se relaja, la conversación vira a la NBA que les apasiona a ambos y en breve están compartiendo entre carcajadas y palmetazos anécdotas sobre su amigo en común, Dennis Rodman.
Esta pequeña digresión de política ficción sirve para introducir las posibilidades del hallazgo publicado en Science tal y cómo lo describe el equipo del doctor Robert Malenka de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford. Su objetivo era desentrañar el mecanismo evolutivo de recompensa que responde a una pregunta aparentemente obvia: "¿Por qué resulta tan agradable estar en compañía de nuestros amigos?". En situaciones patológicas como el autismo o la esquizofrenia ese disfrute está ausente, lo que contribuye a las dificultades de socialización.
El mecanismo de recompensa es, por definición, primitivo. Si el individuo hace algo indispensable en circunstancias normales para la preservación de la especie (comer, dormir, procrear), liberará un neurotransmisor placentero, la dopamina, en la región correspondiente del cerebro. Otra sustancia involucrada en este proceso es la mencionada oxitocina, que recibe el hermoso nombre de "hormona del amor" y añade un nivel social: la segregamos en contacto con nuestros hijos, por ejemplo, y un alto nivel en sangre se ha relacionado con tendencias monógamas.
Dopamina y oxitocina son el cóctel que explica por qué la compañía nos resulta placentera más allá de los vínculos familiares y sus imperativos biológicos. Los investigadores de Stanford lograron observar la actividad durante las interacciones sociales de ratones entre el núcleo paraventricular del hipotálamo, que produce la oxitocina, y las neuronas del área tegmental ventral estimuladas por la interacción social. Si este trayecto se interrumpía, los roedores seguían generando dopamina al comer, pero no al relacionarse con sus semejantes.
El equipo del doctor Malenka espera que su descubrimiento abra la puerta a tratamientos de los trastornos neurológicos que implican dificultades de socialización. Pero el especialista ofrece también esta reflexión, que ha inspirado la ficción que abre este artículo: "Con tanto odio y cólera en el mundo, ¿qué puede haber más importante que entender los mecanismos del cerebro que nos hacen querer ser amigables con el resto de la gente?".
"No existe la panacea"
A Manuel Martín-Loeches, profesor de Psicobiología de la Universidad Complutense de Madrid, la idea de rociar con oxitocina a los líderes más tercos del planeta para lograr la paz mundial no le parece, de entrada, descabellada. "La oxitocina genera dopamina, y ese bienestar se asociará a la compañía. Si Trump se siente bien y a gusto con Jong-un, sin duda será más amistoso, más amable, más condescendiente -asegura a EL ESPAÑOL. "Creo que sería un buen remedio a muchos males, aunque no se haya comprobado experimentalmente a esos niveles".
Antes de que levantemos el teléfono para llamar a la ONU, Martín-Loeches advierte: en la vida real intervienen factores más complejos y todavía hay margen de investigación por delante. En 2014 el psicobiólogo abordaba la popularización de los sprays de oxitocina en un artículo en El Cultural, alertando de fenómenos de "hipersensibilización" en sujetos expuestos que acababan logrando el objetivo contrario, provocar nuevos problemas de interacción social. Las situaciones observadas en los experimentos, además, no eran extrapolables a la vida cotidiana.
Así, los sprays de oxitocina ha comenzado a usarse para complementar las terapias con niños autistas, volviéndolos más receptivos al trato interpersonal. Pero de forma 'paralegal' se pueden comprar online fármacos que prometen usos recreativos de la hormona, desde reducir nuestras inhibiciones, lograr que confiemos más en los extraños y aumentar nuestra autoestima a "entrar en estado de baile [sic]" o "restablecer y amplificar la plenitud sentimental y sexual [sic]".
"La propaganda suele ser muy exagerada pero no necesariamente engañosa" - valora Martín-Loeches. "En términos generales y en promedio, la oxitocina sí parece una ayuda para esas situaciones". No obstante el psicobiólogo advierte sobre buscar en esta hormona la "panacea" contra la timidez, la depresión o los problemas de pareja. Además, los valores iniciales en sangre, distintos para cada individuo, determinarán distintos resultados. "Es cuestión de tantear, de controlar el nivel base en un momento dado para decir si proceder o no".
¿Y qué opina de las variantes que se comercializan para gatos, prometiendo que mejoraremos nuestra relación con los temperamentales felinos domésticos? El efecto efectivamente, sería positivo... "al menos sobre el propietario". Este fenómeno se ha observado en niños y en las mascotas no sería diferente: "Si captan un atmósfera de tranquilidad y satisfacción, se estresarán menos, y puede tener el efecto deseado".
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