Cuando mantenemos una conversación, a menudo imitamos inconscientemente algunas de las expresiones faciales y gestos de nuestro interlocutor. Aunque el comportamiento es evitable, siempre que pongamos un poco de atención, hay otro fenómeno que no podemos controlar: nuestras pupilas comienzan a dilatarse y encogerse siguiendo el mismo patrón que las de la otra persona.
Se trata de una reacción totalmente involuntaria. Como aseguraba Mariska Kret, investigadora de la Universidad de Ámsterdam, "podemos forzar una sonrisa, pero no cambiar de tamaño las pupilas". Esta experta en psicología es la coautora de varios estudios sobre la sincronización de esta estructura del globo ocular que se produce tanto en humanos como en chimpancés y que revela mucha información sobre su dueño.
Ahora, otro equipo de científicos ha observado una nueva particularidad del fenómeno asociada a las interacciones entre personas: mientras escuchamos un discurso, la constricción y dilatación de nuestras pupilas se sincronizan con las del hablante si estamos realmente atentos. Estos momentos de máxima concentración coinciden con las partes más interesantes de la historia que nos están contando.
Los hallazgos, recogidos en el último número de Journal of Experimental Psychology, son fruto del trabajo de dos investigadoras de la estadounidense Universidad de Dartmouth que han analizado los cambios que se producen en la parte central del ojo durante un diálogo. Solemos pensar que las pupilas se ensanchan solo en respuesta a los cambios de luz, pero también modifican su tamaño mientras el cerebro procesa información.
Generalmente, en los estudios sobre atención y comunicación se suele preguntar a los participantes sobre lo que recuerdan después de que otra persona les haya contado un hecho. Este método obliga a los voluntarios a ejercitar la memoria y a identificar por ellos mismos sus pensamientos y sentimientos, por lo que el resultado puede sufrir sesgos y reflejar posibles olvidos o recuerdos erróneos. Es por eso que las autoras del reciente trabajo han optado por monitorizar la concentración en tiempo real, midiendo una respuesta fisiológica que no se puede controlar conscientemente.
Un indicador sincero de interés
"Los ojos son el espejo del alma" es un dicho popular "acreditado por muchos trabajos científicos que relacionan la dilatación de las pupilas y el movimiento de los ojos con estados mentales como la atención y la intención", explica Thalia Wheatley, una de las firmantes de la investigación y responsable del Laboratorio de Inteligencia Social de la Universidad de Darmouth.
Para el ensayo, Wheatley y su colega contaron con la colaboración de estudiantes de su misma universidad, todos mayores de edad sin problemas visuales ni auditivos que pudieran interferir en su respuesta ocular. Una parte de los voluntarios fueron grabados mientras contaban una historia autobiográfica, al tiempo que se medía la dilatación de sus pupilas con un detector de infrarrojos. Este instrumento emite luz que se refleja en los ojos y es captada posteriormente con sensores ópticos.
Las expertas seleccionaron entre las grabaciones cuatro vídeos cuyos protagonistas eran muy expresivos y otros cuatro que no lo eran tanto. Después, otro grupo de personas, ajenas al proceso anterior, escuchó únicamente los audios para evaluar cómo de cautivadoras eran las historias. Los datos obtenidos de sus respuestas sirvieron para crear una serie temporal que representaba la variación del interés suscitado por cada narrativa en el tiempo.
En la última parte del ensayo, los voluntarios pudieron ver las imágenes que acompañaban al sonido, mientras los detectores medían el cambio en el tamaño de sus pupilas. Como la dilatación refleja un estado de atención consciente, las investigadoras analizaron los patrones de variación de quienes contaban la historia y de los espectadores en busca de momentos de sincronización.
Así, la actividad de las pupilas reveló que los oyentes se concentraban en el discurso cuando las narraciones se ponían más interesantes, pues en esos puntos coincidían los patrones de agrandamiento y contracción de ambos interlocutores.
Los resultados también demostraron la influencia de dos rasgos de la personalidad en esta concordancia. Por un lado, aquellas personas más empáticas demostraban una mayor implicación en la escucha y sus pupilas imitaban antes a las del narrador. Por otro, los relatores más expresivos provocaban más a menudo la sincronización de las pupilas con su audiencia.
No es la primera vez que Wheatley y su compañera estudian este curioso fenómeno. El nuevo trabajo se basa en las conclusiones de otro anterior con el que demostraron que los cambios en el tamaño de la parte central del ojo reflejan el estado de consciencia y el grado de atención que prestamos a una información. El próximo paso para las investigadoras consistirá en utilizar la misma técnica de infrarrojos para medir simultáneamente la respuesta ocular de ambos interlocutores.
Pero, además reflejar interés, la reacción involuntaria influye en la formación de vínculos de confianza entre dos personas, según uno de los trabajos de Kret. "Los resultados confirman el papel relevante de los ojos humanos en la expresión de aquello que amamos y odiamos", explica el texto. Específicamente, "la sincronía de las pupilas es útil en las relaciones sociales en las que se transmite confianza y se detecta falsedad; es beneficiosa para las interacciones dentro de un grupo, la supervivencia y la prosperidad", concluye el estudio.