El descubrimiento de un nuevo exoplaneta siempre es noticia pero, en esta ocasión, las alarmas han saltado de más. Rueda de prensa, información distribuida bajo el embargo más estricto -aunque los rumores comenzaron hace más de una semana- y un concepto que lo cambia todo: la posibilidad de vida extraterrestre.
Antes de hacer la maleta con destino a la nueva estrella -que, por cierto, está a 4,2 años luz-, un poco de calma. Del exoplaneta Proxima b, descubierto por un equipo internacional de científicos -entre ellos, dos españoles- no se sabe casi nada, pero el hallazgo es "muy importante", como describe a EL ESPAÑOL David Barrado, investigador del Centro de Astrobiología (CAB) del Instituto Nacional de Técnica Aerospacial (INTA) del CSIC.
Las razones: se parece a la Tierra y orbita alrededor de una estrella muy particular, la más cercana al Sistema Solar, llamada Próxima Centauri. Ésta forma parte de una galaxia triple, que cuenta con tres estrellas análogas al Sol:ella misma y las llamadas Alpha Centauri A y B. "Son como una pareja y el amante", bromea Barrado. Ése, el amante, el más pequeño y menos luminoso de los tres y el más alejado de los dos principales, pero más cercano a nosotros, es hoy portada de la revista científica más importante, Nature. Porque como nuestro Sol, aunque muy distinto, tiene su propia Tierra, a la que ha costado mucho encontrar.
"Conseguir tener éxito en la búsqueda del planeta terrestre más cercano más allá del Sistema Solar ha sido una experiencia única en la vida. Esperamos que estos hallazgos inspiren a futuras generaciones para seguir mirando más allá de las estrellas. La búsqueda de vida en Proxima b es lo siguiente", declara Guillem Anglada, uno de los dos españoles que han participado en el experimento.
Historia de un hallazgo
Para encontrar al nuevo exoplaneta, los autores de la investigación utilizaron el espectrómetro HARPS del Observatorio Europeo Austral (ESO) de La Silla, en Chile. Durante el primer semestre de 2016, los científicos se fijaron cuidadosamente en Proxima Centauri, en concreto analizando las variaciones de líneas espectrales, comenta Barrado.
"Su posición suele ser estable y vieron que variaba de manera periódica durante periodos de 11 días", explica el investigador. Ése es precisamente el tiempo que tarda el nuevo exoplaneta en orbitar a Proxima Centauri, una de las principales diferencias con su hermana en el Sistema Solar, ya que nuestro planeta se toma 365 días para recorrer el Sol.
Otras diferencias residen en la cercanía del planeta a su estrella, razón que explica precisamente esta diferencia en el tiempo que tarda en orbitarlo.
La estrella es del tipo enana roja -las más frecuentes en la galaxia- y, por tanto, diferente al Sol. Tampoco se parece a nuestro astro rey en la masa -es menos masiva- y en la energía que emite, mucho menor que la del Sol. "Si se comparan los tamaños, se parecería más a Júpiter que al Sol, pero Proxima Centauri provoca energía y por eso ilumina al planeta que se acaba de descubrir", añade el investigador del CAB.
La zona de habitabilidad
Pero si la similitud que se intuye -aún se desconocen muchas cosas del nuevo exoplaneta- con respecto a la Tierra es importante, lo es aún más la posibilidad de que albergue vida, un hecho que, a día de hoy se desconoce. Lo que se sabe, sin embargo, es que está situada en la llamada zona de habitabilidad del planeta, como la Tierra lo está en el del Sol. "Es un concepto teórico que se caracteriza porque a ese rango de distancias un hipotético planeta va a recibir una cantidd de luz o radiación o energía que permitiría que el agua estuviera líquida", señala Barrado.
Uno de los autores del estudio, el investigador del Max Planck Institute for Astronomy Martin Kürster, comenta a este diario: "Sabemos que el planeta tiene la temperatura adecuada para que el agua pueda existir en forma líquida, siempre y cuando el planeta disponga de una atmósfera suficientemente parecida a la terrestre".
"Como ahora sabemos que la más cercana de las estrellas del tipo enana roja ya tiene un planeta parecido a la Tierra, es muy probable que existan muchos planetas con el potencial de producir vida", añade el investigador alemán.
Pero ¿es lo mismo tener agua líquida que albergar vida biológica? La respuesta a esta pregunta es negativa, pero lo primero parece ser imprescindible para lo segundo. "Todavía no lo sabemos con certeza", reconoce Kürster respecto a la presencia de agua líquida en el nuevo planeta.
Según su colega Barrado, y "con mucho optimismo" habrán de pasar "al menos diez años" para responder a esta pregunta.
No obstante, hay ciertas cosas que se pueden intuir con respecto a la presencia de vida en Proxima b. Podría suceder, por ejemplo, que al estar tan cerca de la estrella que orbita, apareciera el "efecto marea", el mismo fenómeno que se da entre la Tierra y la Luna, que hace que nuestro satélite siempre nos muestre la misma cara. "Es posible que en el nuevo planeta pase lo mismo, lo que implicaría que, de haber agua líquida, sólo estaría en una zona cerca del Ecuador, y en el resto estaría congelada", especula el astrónomo.
Otra posibilidad en contra de la presencia de vida biológica estaría en la propia naturaleza del Sol de Proxima b. "Las estrellas rojas de tipo espectral N son muy activas, presentan llamaradas como las del Sol con muchas más frecuencia; esto no sólo dificulta la detección de planetas, sino que, al ser tan enérgicas, podría esterilizarlos", explica. Es decir, que podría darse la situación de que Proxima b tuviera las características necesarias para albergar vida biológica pero su propio sol evitara que esto sucediera.
El futuro: más investigación
En cualquier caso, es pronto para afirmar nada de esto. Kürster y el resto de autores no han abandonado, ni mucho menos, a Proxima b. "Ahora estamos buscando tránsitos planetarios, pequeñas atenuaciones de la luz de la estrella que ocurren cuando el planeta en su órbita pasa frente a la estrella bloqueando una parte de su luz", anuncia. De momento, no saben si estos tránsitos se dan en el nuevo planeta. "Si ocurren, nos darán la oportunidad de estudiar la consistencia de la atmósfera del planeta a través de métodos espectroscópicos", añade el científico.
Barrado, por su parte, añade que averiguar si hay actividad biológica en el planeta es mucho más difícil y complicado que saber si alberga agua líquida, además de costar "muchísimo dinero". Eso sí, cree que no es imposible y que se podría lograr usando nuevas tecnologías, técnicas y plataformas "que ya están sobre el tablero de juego pero aún no aprobadas".
Un trabajo, como indicaba Anglada, suficiente para esta generación y las próximas, siempre que no se tire la toalla.