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Las últimas dos semanas han sido bastante convulsas desde el punto de vista meteorológico. La última DANA que ha pasado por España ha tenido en vilo a los ciudadanos de las provincias de Málaga y Valencia. Sobre todo a estos últimos, donde ya llovía sobre mojado tras las inundaciones del pasado 29 de octubre que dejaron más de 200 muertos. En esta ocasión, fue Málaga la ciudad que vio algunas de sus calles convertidas en ríos, pero, afortunadamente, no hubo que lamentar nada más que algunas pérdidas materiales. Un resultado lejos de la catástrofe que cerró el mes pasado, pero ¿por qué se ha salvado Málaga ante el mismo fenómeno que anegó Valencia?

Hay varios agentes que hay que tener en cuenta para entender las diferencias entre un caso y otro. El principal motivo es que el pasado miércoles en Málaga llovió bastante menos que el día que se inundó el sur de Valencia, informa Rubén del Campo, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET). 

La ciudad andaluza registró 240 litros por metro cuadrado en doce horas, mientras que las localidades levantinas registraron, dos semanas antes, 770 litros en menos de ese tiempo. "Es una barbaridad. No existe suelo con capacidad de absorber toda esa agua", señala José Damián Ruiz, catedrático de Geografía Física en la Universidad de Málaga (UMA).

Es el mismo evento meteorológico, pero el contexto es diferente, el 29 de octubre el mar Mediterráneo estaba bastante más cálido, por lo que la humedad disponible era mayor. Esto, sumado a los vientos que soplaban, "hizo que las lluvias fueran torrenciales", según del Campo. En Málaga, además, las tormentas duraron mucho menos, añade. 

Al hablar de esta cuestión, no se puede obviar la geografía. Ruiz explica que hay que fijarse en tres factores: cómo llueve, dónde lo hace y qué caudal se genera. En la segunda pregunta hay tener en cuenta no solo la localización de la ciudad, sino también las características del suelo. 

La situación puede variar mucho si la población está sobre materiales porosos que facilitan el drenaje del agua. Por ejemplo, si una tormenta así cae en un bosque, no causaría problemas porque el sotobosque (un segundo filtro de vegetación por debajo) puede absorber el caudal que caiga, afirma el geógrafo. Sin embargo, una zona inundable que esté urbanizada será mucho más complicada. "Se han asfaltado incluso arroyos", lamenta el catedrático.

A pesar de estos agentes, también hay que ser consciente de la capacidad del sistema hidrográfico para poder drenar según qué cantidad de agua, avisa Ruiz. El pasado miércoles Málaga vio caer una cuarta parte de lluvia de la que anegó Valencia. "Si llega a llover, simplemente la mitad se hubiese producido un conflicto muy serio".

El geógrafo de la UMA resalta que Málaga no es menos inundable que la provincia de Valencia. La ciudad está construida en una llanura fluvial que conecta el monte con el litoral mediterráneo. En muchas ocasiones esa unión es de tan solo unas decenas de metros, agrega Ruiz. Además, tiene próximos el río Guadalmedina y varios arroyos que pueden ser "verdaderos barrancos". Desarrollar y expandir la ciudad en un enclave así la hace "un asentamiento muy vulnerable", advierte.

La influencia del cambio climático

Del Campo, portavoz de AEMET, reconoce que sufrir dos DANAS con tan poco tiempo entre una y otra no es nada habitual. No espera que se convierta en algo usual en el futuro, pero sí tiene claro que este tipo de fenómenos meteorológicos extremos "lo serán más todavía con el cambio climático". La ciencia todavía no está segura de si este contexto hará que estos eventos sean más frecuentes, pero sí parece más evidente que tendrán una mayor intensidad.

Esta información debe ser un aliciente para trabajar en las zonas inundables y evitar todo lo posible los daños en los territorios urbanizados, dice Ruiz. Para él, la ordenación del territorio juega un clave en este asunto. El urbanismo debe tener en cuenta y respetar estos riesgos naturales. "Sabemos que se van a producir y tenemos que aprender a convivir con ello".

El papel de la prevención

Otro aspecto que también fue diferente entre la DANA que inundó Málaga y la que anegó el sur de la provincia de Valencia, y zonas de Albacete y Cuenca, fueron las medidas preventivas, cuenta Jesús Miranda, director de la cátedra de Seguridad, Emergencias y Catástrofes. En esta ocasión, las autoridades tomaron las máximas precauciones ante el aviso de la AEMET. 

Se suspendieron las clases en numerosos puntos de la provincia y se pidió a la gente la máxima precaución y que se evitaran los desplazamientos innecesarios. La actividad comercial también era prácticamente nula en Málaga y alrededores, cuenta Miranda. "Esto ha contribuido a no lamentar pérdidas humanas". Incluso, se evacuó a las personas que vivían cerca de la ribera del río Guadalmedina para evitar posibles riesgos. "Málaga estaba vacía, como en pandemia", apunta Ruiz.

El catedrático está bastante seguro de que la catástrofe vivida en Valencia ha influido en esta actuación preventiva de las autoridades andaluzas. "No dudaron en dar la alerta roja, como quizá si hubiese pasado en otras ocasiones", sostiene. Al estar tan recientes las consecuencias de esa última DANA, tanto los responsables como la población estaban muy concienciados. "Si hubiese ocurrido un año antes [la inundación levantina], quizá la respuesta no hubiera sido tan contundente".

Cultura de la prevención

Miranda lamenta que en España falta mucha cultura de la prevención y la población no está lo suficientemente preparada para saber reaccionar ante una emergencia. El catedrático cree que deberían hacerse campañas e incluir esta materia en el curriculum escolar. "Debe empezar en los propios colegios". También es importante que los ciudadanos aprendan sobre las alertas que emiten las autoridades en estas ocasiones y la importancia que tienen.

Lo ocurrido en Valencia dejó una serie de "lesiones identificadas" en el sistema, afirma Miranda. Ahora hay que aprender sobre ello y continuar evolucionando. España está preparada y tiene los medios para poder abordar estas problemáticas, pero hay que saber usarlos, defiende. "No debería haber muertos sobre la mesa para espabilar"