James Heathers, el 'detective científico' que afirma que uno de cada siete estudios es falso
- Tradicionalmente se 'admitía' que había un 2% de investigadores que cometía fraude. La cifra puede ser mucho mayor, aunque es difícil saberlo con certeza.
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En las películas, los de 'Asuntos Internos' son siempre esos personajes oscuros que quieren aguarle la fiesta al poli protagonista e impedirle que capture a los malos por haberse saltado un par de formalidades.
No hay oficio más ingrato que el de hurgar en el trabajo de sus compañeros. Pero James Heathers, investigador en la Universidad Linneo de Växjö (Suecia), disfruta haciéndolo. Y gratis.
"Nadie me ha pagado por producir esta estimación", cuenta a EL ESPAÑOL. Por esa estimación, continúa, le han llovido multitud de críticas, pero él se mantiene firme.
Uno de cada siete estudios científicos podría contener datos o conclusiones falsas, afirma.
No es una provocación ni una boutade. Se basa en revisar más de una decena de estudios sobre el tema, que conjuntamente aglutinan más de 75.000 artículos científicos.
Heathers es lo que se conoce como un detective científico. Este australiano decidió dedicarse al tratamiento de los datos después de varios años moviéndose entre la economía, la fisiología y la psicología.
Desde hace años se dedica —de forma "voluntaria": para investigar los fraudes en la ciencia no hay becas— a desmontar investigaciones demasiado bonitas para ser ciertas.
Por ejemplo, las de psicólogo francés Nicolas Guéguen, que se hizo popular tras realizar estudios donde concluía que las camareras rubias recibían más propinas, que las mujeres de grandes pechos reciben más invitaciones a bailar en las discotecas o que los hombres son menos propensos a ayudar a una mujer si esta lleva recogido el pelo en una coleta o un moño.
En 2017 detalló sus conclusiones (junto a otro detective científico, Nick Brown) en un reportaje de la web Ars Technica: los datos y estadísticas parecían haberse 'ajustado' para encajar con una interpretación concreta.
En 2018, un artículo de Science afirmaba que él y Brown habían conseguido que "docenas de artículos" fueran corregidos y un puñado de ellos fueran retractados, es decir, retirados de la circulación.
La magnitud real del fraude
Algo rondaba en su cabeza. Hay frases que aparecen en algunos estudios y acaban convertidas en un mantra científico. Una de ellas es que el 2% de los investigadores admite haber manipulado los datos o los análisis en al menos un estudio.
Esto querría decir que, por ejemplo, de los casi 80.000 artículos publicados en España en 2022 que recoge la plataforma Web of Science, 1.600 contendrían información falseada.
La cifra aparece en un estudio publicado en 2009 y escrito por Daniele Fanelli, investigador de la Universidad de Edimburgo. Y se ha vuelto muy popular: el artículo original ha sido leído más de 350.000 veces y citado por otros artículos científicos en más de 1.400 ocasiones.
Heathers sospechaba que la magnitud real del fraude en la ciencia podía ser mucho mayor, por varias razones: la primera, que el estudio de Fanelli era un análisis de 18 estudios, basados en encuestas a científicos, por lo que podría haber un sesgo de deseabilidad social, es decir, que muchos de ellos ocultaran haber manipulado datos para quedar bien.
Además, los estudios en que se basaba ese análisis fueron publicados entre 1992 y 2005. Desde entonces, ha habido una explosión de herramientas que facilitan el falseado, desde editores de imágenes cada vez más sofisticados hasta el uso de la inteligencia artificial.
De hecho, recientemente la editorial científica Hindawi retiraba 8.000 artículos por la sospecha de que habían sido 'fabricados' mediante inteligencia artificial.
Por otro lado, los científicos confesaban haber cometido manipulaciones en uno o más trabajos, pero quedaba fuera la gran pregunta: ¿cuántas veces?
Así que se propuso revisar lo que se había publicado desde que apareció la famosa cifra del 2% (en realidad, es 1,97%).
Por ejemplo, un trabajo de 2016 inspeccionaba visualmente más de 20.000 estudios en ciencias de la vida y observaba imágenes sospechosas en el 3,8% de los casos. Una revisión de ensayos clínicos publicados entre 2017 y 2020 en la revista Anaesthesia arrojaba un índice de falseamiento de entre el 4% y el 29%.
Un trabajo sobre las manipulaciones en las ciencias sociales observaba problemas en entre el 4,2% y el 16,9% de los casos. Artículos más pequeños focalizados en un área (oncología, biología celular o toxicología) arrojaban resultados del 5,7% al 26,8%.
Heathers concluyó, y así lo publicó en un artículo, que aproximadamente el 14,3% de los estudios científicos contienen datos o análisis falseados.
"No es un meta-análisis", avisa,"es una revisión no sistemática". Es decir, basa su estimación en un panel de datos heterogéneo que no permite la comparación directa. Aún así, el valor de la cifra quizá no es tanto su precisión como la advertencia sobre la magnitud del problema.
Su trabajo ha sido recibido por algunos autores con escepticismo. Daniele Fanelli, que realizó el famoso estudio del 2%, apuntaba que Heathers etiquetaba cualquier estudio con algún problema como una falsificación y que, además, agrupa trabajos que miden fenómenos muy distintos.
Gowri Gopalakrishna, autor de otros estudios sobre fraude científico, señalaba además que el fraude podría ser más prevalente en algunos campos que en otros, por lo que agruparlos sería difícil.
"El problema se concentra a menudo en determinados campos", explica Heathers a este periódico. "Típicamente, son campos donde es muy difícil determinar si el autor está siendo honesto", señala dejando a la imaginación del periodista cuáles pueden ser.
Caída de los estándares científicos
Hay otros factores. "Ensayos clínicos grandes, donde mucha gente mira los datos, tienen coordinadores de datos formales y se ha invertido mucho dinero tienen mucha menos probabilidad de ser falsificados".
El detective científico reconoce que se ha enfrentado a mucho escepticismo por parte de la comunidad científica, no tanto de colegas que hacen un trabajo detectivesco similar.
"El problema es, simplemente, que no hay una estimación mejor disponible, y para conseguir una se requiere un gran esfuerzo por parte de científicos trabajando a tiempo completo. ¡Los proyectos para saber cómo de mal lo hace la ciencia no son financiados por las instituciones! Los suelen hacer en su tiempo libre científicos preocupados por la cantidad de artículos falsificados.
No todo son críticas. La cifra le parece "plausible" al físico Joaquín Sevilla, autor —junto a Juan Ignacio Pérez Iglesias— de Los males de la ciencia, un libro que repasa los 'asuntos internos' de la investigación en la actualidad.
"Hay malas prácticas que se están generalizando deprisa, que investigadores jóvenes no identifican como fraude", advierte. "La más común, quizá, [es] ocultar información conscientemente".
Otra detective científica, Elisabeth Bik, cree incluso que la cifra puede ser una "subestimación, dado que esos estudios [en los que Heathers se basa] solo hallarán la punta del iceberg. Hay muchas formas de falsificar o fabricar datos que siguen siendo indetectables, así que el porcentaje real puede ser incluso más alto".
Bik concuerda con Heathers que, "con la introducción de la fotografía digital, Photoshop, y ahora la inteligencia artificial ha acabado siendo más sencillo fabricar estudios".
Además, "hay una creciente presión por publicar, ya que las carreras científicas se valoran cada vez más según unas métricas fáciles de medir como el número de publicaciones, el factor de impacto, el número de citas, etc."
Joaquín Sevilla recuerda que, en nuestro país existe un Comité Español de Ética en la Investigación, de reciente creación, "pero sus funciones se limitan a cosas gordas". Con todo, desmitifica la palabra fraude: "Es más una pérdida de estándares que una voluntad de delinquir".
Por ejemplo, las normas de tráfico son las mismas en todas partes, pero en algunos lugares parece que los conductores son más laxos a la hora de cumplirlas.
Esto lleva a otra pregunta. Volvemos con James Heathers. ¿Todas las falsificaciones son iguales? ¿Es lo mismo adaptar una imagen para que se vea con mayor claridad que inventarse directamente los datos? "Hay niveles de falsificación, sí", explica. "Sin embargo, cualquier artículo que muestre signos de manipulación deliberada debe ser retractado".
En ocasiones, continúa, "puede ser republicado si se elimina una pequeña sección con resultados malos. Pero, en general, la presencia de cualquier intento deliberado de engañar debería implicar que sea difícil confiar en los autores".
Amenaza al modelo de negocio
El científico es consciente de que el nivel de falsificaciones ha aumentado, especialmente en los últimos años, cuando se han popularizado (gracias a la IA) las 'fábricas de artículos' que luego se venden al peso para obtener más citaciones, aumentar el prestigio y lograr más y mejores becas de investigación.
"Hace veinte, o incluso diez años, es abrumadoramente probable que el fraude, como porcentaje de todos los artículos publicados, fuera menor".
Heathers tiene claro que esta presencia masiva del fraude científico obedece a que los artículos publicados reportan beneficios a sus autores y, por supuesto, "creen que no les pillarán".
El sistema de publicación científica se basa en la revisión por expertos independientes que certifiquen la calidad del texto. ¿No debería esto ser un freno a las falsificaciones? "La revisión por pares no se diseñó para hallar o investigar el fraude: su trabajo es, asumiendo que el artículo es correcto, tratar de evaluar su corrección e importancia".
A las casas editoriales de prestigio no les interesa la proliferación de falsificaciones, así que están intentando solventarlo. "Lo ven como una amenaza a su modelo de negocio. Están cada vez más interesados en detener la publicación de artículos elaborados en esas 'fábricas' en particular. Y yo diría que todos son responsables de esta situación. Incluidas ellas".
Elisabeth Bik, que es consultora en casos de sospecha de fraude científico, se muestra de acuerdo. Si ahora hay más retractaciones es porque "las revistas están tomando medidas".
Sin embargo, en muchos casos "las retractaciones llegan años después de que los problemas hayan visto la luz. Las revistas no deberían publicar estos artículos problemáticos en primer lugar, y muchas veces esperan demasiado para tomar medidas"
Para ella sería una buena noticia "si contrataran más personas para escrutar los artículos antes de publicarlos. Con el tsunami de estudios falsos que está por venir, deberían estar más alerta para identificar las falsificaciones".
Heather, con todo, sostiene que la solución solo llegará si "todos los involucrados en la ciencia —contribuyentes, universidades, gobiernos e investigadores— juegan su papel demandando un sistema mejor y más honesto".
Hasta que llegue ese momento, él seguirá trabajando en ello. Gratis.