Nogales, favorita para el Nobel: "Los científicos en España tienen que trabajar más que en otros países"
"Mi padre tuvo tiempo de ver una calle a mi nombre" / "Thatcher tuvo que irse a la política porque no daba la talla como científica" / "La gente está crispada, estamos todos como enfadados" / "Vivir para el Nobel te hace la vida miserable"
6 enero, 2024 02:58A Evangelina (Eva, para los amigos) Nogales le da cierta pena que las televisiones le hayan llamado para entrevistarla cuando ya estaba volando a California. En noviembre recogió el premio Shaw, una de las 'antesalas' del Nobel, dotado con un millón de dólares (910.000 euros), y cada vez más medios empezaron a interesarse por esta biofísica que abandonó Colmenar Viejo hace más de 30 años para investigar, primero, en Reino Unido, y ya de forma definitiva, en Berkeley, en la costa oeste estadounidense.
"A mi madre le hubiera encantado verme en un plató de la tele", bromea. Admite que no le hubiera importado cambiar parte de sus vacaciones navideñas, repartidas entre Madrid y la Sierra de Francia, en Cáceres, por una tourné televisiva y así popularizar su campo de investigación.
Su repentina fama no hace olvidar que en Colmenar Viejo tiene dos calles a su nombre. Y es que ya hace 25 años que fue portada de Nature por desvelar la estructura de la tubulina, una proteína que actúa como esqueleto de las células, lo que le hizo 'ganar' su primera calle.
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La segunda vino con la pandemia y su nombramiento como hija predilecta de esta ciudad dormitorio madrileña. Y es que la carrera de Nogales está repleta de éxitos gracias al uso de la criomicroscopía electrónica, una tecnología que permite ver con una precisión sin precedentes la estructura de las moléculas humanas y de la que ella es absoluta pionera.
De hecho, ya ha rozado antes el Nobel. La española participó en la determinación de la proteína Cas9, un componente esencial de la tecnología CRISPR (de hecho, el nombre completo es CRISPR-Cas9) de corta-pega genético que le valió a su compañera en Berkeley Jennifer Doudna lograr la medalla en 2020, junto a Emmanuelle Charpentier.
Lo que más le llena de orgullo, sin embargo, es que el sueño de sus progenitores se haya cumplido: poder estudiar. Sus padres tuvieron que dejar la escuela pronto. Su madre fue bordadora y su padre se ganó la vida como camionero, aunque ya a los 11 años pastoreaba ganado por los alrededores de Colmenar Viejo.
Si el sueño americano es el de triunfar partiendo desde abajo, el español puede ser el de los padres que no pudieron estudiar y hacen lo que sea para que sus hijos puedan hacerlo. ¿Se siente representante de ese 'sueño español'?
¡Totalmente! Desde luego era el 'sueño español' de mis padres. Ahora van a la universidad muchos más, pero mi generación fue realmente una de las primeras con padres que, en su gran mayoría, no habían estudiado y nosotros sí pudimos. Yo, además he tenido la enorme suerte de poder seguir en el mundo académico, ya el no va más.
En Colmenar Viejo, su localidad natal, no tiene una sola calle a su nombre sino dos.
Sí, la más antigua está al lado de la estación de tren. Supongo que, eventualmente, la quitarán. Esa me la dieron hace tiempo y estuvo muy bien, le dio tiempo a mi padre de verla y pasearse por ella. Mi padre murió hace nueve años.
La otra me la pusieron cuando me hicieron hija predilecta de Colmenar Viejo [en noviembre de 2020]. Se han portado muy bien conmigo.
¿Le reconocen cuando pasea por allí?
Sí, claro. Bueno, ahora Colmenar es más grande. Llevo casi 35 años fuera de España, pero Colmenar [entonces] era un pueblo, decente de tamaño, pero pueblo. Ahora es una ciudad dormitorio de Madrid y es muchísimo más grande. Cuando yo era más jovencita nos conocíamos todos.
Pero sí, me reconoce la gente. Supongo que si fuese ahora, después de salir en el periódico y cosas así, me reconocerían las generaciones más jóvenes.
Cuando usted estudiaba en la Universidad Autónoma, ir desde Colmenar hasta Cantoblanco debía de ser toda una odisea.
Cuando lo pienso ahora... y lo hablo mucho con la gente de mi generación, cómo era antes la seguridad vial, no sé cómo estamos vivas. A nosotros nos dejaba el autobús en la autopista y teníamos que cruzarla andando. No sé, a lo mejor se mató alguno, pero la mayoría de nosotros sobrevivimos. Había un autobús cada media hora, no se podía llegar por tren. Y no existían pasarelas para cruzar la carretera.
Cuando estuvo en España estas navidades, ¿le dio tiempo a ver en las noticias a la gente que golpeó una piñata que representaba a Pedro Sánchez en Nochevieja?
No, eso ya me lo perdí, pero intento seguir un poquito las noticias. La cuestión política en España está muy, muy agitada.
¿Le ha sorprendido la polarización política que tenemos?
Es que es lo mismo en todos sitios. Y vosotros creéis que hay polarización en España, pero en Estados Unidos es lo mismo. Trump trajo mucha polarización.
Ahora es la guerra en Gaza la que está polarizando muchísimo. En España esto no lo hace mucho, pero en Estados Unidos es una cosa brutal. La gente está muy crispada y creo que la pandemia lo ha exacerbado todo. Estamos todos como enfadados, hay menos diálogo.
Cuando Trump fue elegido aquí, esto separó familias. A personajes de este estilo, o les adoras o no puedes aguantarles.
¿Le da la impresión de que los científicos están también en ese punto de mira? Trump alentó las críticas a Anthony Fauci.
Pero toda la comunidad científica, al 100%, estuvo con Fauci. También coincidió con el asesinato de George Floyd por la policía. ¿Te acuerdas de esa imagen? Eso sí que motivó mucho a la comunidad científica a hacer más por los derechos de los distintos grupos raciales.
Yo era ese año presidenta de la Sociedad Americana de Biología Celular y a Fauci lo elegimos como el cargo público que había hecho más por la ciencia. A los científicos no los veo polarizados para nada. Es por eso que me encanta la comunidad científica, y se unió mucho durante la pandemia todo el mundo. Todos nos pusimos a trabajar en algún aspecto de la Covid. Se hizo una ciencia muy abierta, todos colaborando con todos.
¿No sintió presión externa?
Bueno, claro. Mira, yo, por ejemplo, estaba hablando con José Antonio López Guerrero [científico y divulgador conocido como JAL]. Cuando me contactó para hacerme una entrevista en uno de sus programas de radio, no caía en quién era. Le miré y dije: "¡Pero si te he visto un montón de veces durante la pandemia hablando como virólogo! ¡Qué famoso eres!" Y me dice: "Esta no es la fama que tú querrías. No te puedes imaginar las cosas que me mandan por las redes sociales, cómo me ponen".
Ha habido gente que se la ha jugado mucho, que trabaja en virología, en epidemiología, que han hecho mucho por intentar hacer divulgación para ayudar a la población y que han sufrido mucho este tipo de ataques. Sí han sido atacados desde fuera de la comunidad científica. Yo no, eso no lo he experimentado.
Usted dijo que la criomicroscopía electrónica era uno de los grandes avances tecnológicos del siglo XXI, junto con la secuenciación genética y la edición genómica. ¿Qué es lo que la hace tan especial?
Pues mira, la microscopía electrónica es una técnica de lo que se llama biología estructural, que es una rama de la biología que intenta conseguir la estructura atómica de los componentes de la célula.
Como técnica madura lleva sólo unos ocho años o así. Yo la llevo utilizando 30, pero ha habido una serie de mejoras tecnológicas que han hecho que se pueda aplicar a prácticamente todo.
Otras técnicas que se utilizaban en el pasado son muy poderosas, como la cristalografía de rayos X, pero está limitada a ciertas cosas porque tienes que producir un montón de material y cristalizarlo. No te da imágenes directamente.
[Severo Ochoa no merecía el Nobel que ganó (pero sí otro)]
Pero la criomicroscopía ha abierto la puerta a obtener estructuras de cosas que nos parecían imposibles porque eran demasiado grandes, porque eran muy flexibles, porque las obteníamos en muy pocas cantidades en el laboratorio.
Está permitiéndonos observar estructuras que tienen mucho interés para la medicina. Además, lo más importante para mí es entender su naturaleza. Yo soy científica por curiosidad, no porque crea que puedo salvar a la humanidad. Antes estábamos limitados en lo que podíamos ver. Ahora podemos ver muchísimo más.
Si combinas estas cosas... Tengo el conocimiento, la información genética que sale de la secuenciación. Luego, las estructuras de las cosas que están codificadas en el genoma. Ahora sí veo lo que va mal. Y puedo utilizar CRISPR para hacer ingeniería genómica y cambiarlas. Esas tres cosas juntas tienen un potencial enorme para el progreso en el conocimiento biológico y biomédico.
Es el siguiente paso en la revolución de la medicina personalizada.
Es como un componente de esa de esa trilogía, si quieres. Desde mi tesis doctoral estoy haciendo microscopía electrónica porque las cosas que a mí me interesaban eran demasiado grandes para estudiarlas de ninguna otra forma. Ver cómo ha progresado, haber sido parte del grupo que impulsaba esta técnica y verla ahora y en este estado de explosión, es impresionante.
Me recuerda al caso de Rosalind Franklin utilizando la difracción por rayos X para observar la estructura del ADN. ¿Se siente su heredera, en cierto modo?
Me encanta que me hagas esa pregunta. Rosalind Franklin es un referente. En Cambridge ofrecen charlas magistrales en su nombre y he sido una de las que las han impartido. Era contemporánea de Dorothy Crowfoot Hodgkin, de Oxford, que impulsó la cristalografía.
Yo di la charla inaugural del seminario que lleva el nombre de Hodgkin en la Universidad de Oxford. Quería decir algo en su honor y aprendí que una de sus estudiantes había sido Margaret Thatcher. Y entonces empecé la charla diciendo que Crowfoot Hodgkin y yo teníamos una persona en común que era Thatcher, porque cuando estuve en Inglaterra haciendo la tesis la conocí.
Vino a hacer una visita al laboratorio nacional donde yo estaba y me dijo "soy química y, de hecho, hice cristalografía de rayos X". Yo estaba haciendo lo mismo, utilizando una máquina de rayos X, el sincrotrón. Hablando con la gente de Oxford, me dijeron que Thatcher tuvo que irse a la política porque como científica no daba la talla [risas].
Hay unas pocas mujeres que estuvieron luchando en un tiempo donde estas técnicas eran vistas como muy masculinas, muy de físicos y matemáticos, y en una sociedad bastante chovinista. No sé si habrás oído hablar de [James] Watson.
Por supuesto, justo él y Crick se llevaron el mérito del descubrimiento de la doble hélice del ADN y Franklin no fue reconocida hasta hace poco. Quizá no solo por ser mujer sino porque damos más valor a ese momento 'eureka' que al trabajo persistente de años. ¿Cree que eso ya está superado? ¿Cuánto tienen los científicos de inspiración y cuánto de transpiración?
Se necesitan las dos cosas. Si las cosas son fáciles y no requieren mucho esfuerzo, se hace muy rápido y lo hacen muchos al mismo tiempo. Pero cuando realmente estás haciendo algo completamente nuevo, va a ser difícil y vas a tener que enfrentarte a mucha derrota. Hace falta ser muy trabajador, pero también tener mucha entereza emocional, que hay gente que no la tiene.
Luego están aquellos que son experimentalmente muy buenos pero les dan los datos y no saben qué hacer con ellos. Por eso se necesita también esa parte de inspiración, de poder conectar una cosa con otra.
Ganar el premio Shaw se considera una especie de antesala de los Nobel. ¿Siente ya el peso de entrar en las quinielas del premio?
No, porque mira, los científicos sabemos que no todos los que han hecho algo que merecería el Premio Nobel lo van a tener. Creo que si vives para ganar el Premio Nobel, es una vida miserable.
Estos premios son anti-climáticos. Por ejemplo, el premio Shaw era por un trabajo que yo hice a través de muchos años, pero sobre todo entre 2013 y 2018, y lo anunciaron en mayo de 2023. Lo que me resultó alucinante fue obtener esos resultados, los presenté por primera vez y la gente venía a mí: "¡Qué maravilla! No creía que fuera posible".
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No solamente es tu trabajo, es lo que significa tu trabajo para la siguiente generación. Si quieres ganar el premio, bien, pero si no, que me quiten lo bailao.
Conozco a muchísima gente que ha ganado el Nobel y a muchos que deberían haberlo hecho y no lo han ganado. El que les hayan dado el premio no ha cambiado el valor de lo que han hecho. Lo importante de estos premios es que dan la oportunidad de resaltar la ciencia. ¿Cuánta gente va a leer esta noticia y terminar leyendo que estamos hechos de átomos, que la transcripción genética hace que unas células sean distintas a las otras? Si no me hubiesen dado el premio, nadie leería la entrevista.
Pasó con Francis Mojica, al ser aspirante al Nobel, popularizó en España las CRISPR.
Se lo dieron [el Nobel] a mi colega Jennifer [Doudna], que es una persona excepcional. Si no se lo hubiesen dado por CRISPR, lo habrían hecho por otra cosa. Lo que pasa es que CRISPR ha revolucionado la biología celular, el cómo hacemos investigación, y ahora va a revolucionar la medicina, la agricultura…
Hay una cierta maldición cuando ganas un Nobel, al final no te da tiempo a seguir investigando.
Eso depende. Tú puedes decir que no a muchas cosas y seguir investigando. Conozco a gente que ha ido en una dirección y en la otra. Lo que pasa es que algunas veces el Premio Nobel ya te llega muy mayor, cuando tu trabajo ya está tan consolidado que se puede decir que cambió la ciencia. En muchos casos puede ser 20 años después de que hicieras tu trabajo, se da a gente que está empezando a desacelerar su trabajo.
Yo conozco a gente a la que se lo han dado joven y han seguido a toda leche, pero también era gente que son como muy… que pasan de todo. "Déjame, que yo lo que quiero hacer es estar en el laboratorio".
En España se habla siempre de fuga de cerebros, de ofrecer condiciones a los científicos españoles para que puedan trabajar en su país, pero ¿es suficiente para que los investigadores de prestigio puedan desempeñar su carrera aquí?
Hay gente muy buena en España, haciendo un muy buen trabajo. Lo que pasa es que hay muy pocos centros que tengan el apoyo financiero y la organización para ser realmente punteros, que puedan no solo mantener y atraer a los españoles sino también a la gente de fuera, como en Estados Unidos, donde mucho talento ha venido de fuera.
Pero es difícil, porque ¿sabes qué ocurre? Lo que tienen países como Estados Unidos, Alemania o incluso Reino Unido es una historia de muchos años de apoyo muy fuerte a la ciencia.
Incluso, en Estados Unidos, cuando Trump llegó al poder y quería acortar la investigación científica en un 25%, el Congreso y el Senado lo vetaron. Hay consenso entre todos los grupos políticos de que es algo importante, parte de nuestra cultura, de nuestra economía y de lo que somos. Y tú te metes a científico sabiendo que vas a poder seguir consiguiendo proyectos y hacer tu carrera donde estés.
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Eso es lo difícil en España, cuando, dependiendo de quién sea, se da más o menos apoyo a la ciencia. O cuando viene una crisis económica, como la que ocurrió entre 2008 y 2013, en la que una de las cosas que primero se cortaron fue la investigación.
Dio la casualidad de que había un investigador, un virólogo de Valencia, en mi edificio, trabajando con el marido de Jennifer Doudna. Estaba en una de mis clases para la tesis doctoral y nos hicimos muy amigos.
Un día entró en clase con lágrimas en los ojos. "Me acaban de quitar la mitad de mi presupuesto", me dijo. "Me he pasado toda la noche pensando a quién echo de mi laboratorio". ¿Cómo puede ser? Ya le habían dado ese proyecto y le quitaron la financiación. Así no se puede trabajar.
He tenido amigos que regresaron a España con los contratos Ramón y Cajal, que son una idea genial para reclutar, llegó la crisis y se quedaron sin nada. Tuvieron que irse fuera de nuevo. Hace falta seguridad, saber que hay apoyo institucional, sea quien sea quien gobierne. Y entonces voy a poder dar de comer a mis hijos y hacer lo que a me gusta por muchos años.
Hay unos cuantos centros espectaculares, hay gente súper dedicada, pero la verdad es que tienen que trabajar un extra con respecto a cómo trabajamos en otros sitios, es algo que tiene mucho mérito.